La «crisis del ruido» ha quedado resuelta, por ahora. Veremos a ver qué ocurre, si la normativa continúa igual, cuando otro vecino con escasa sensibilidad vuelva a denunciar por oír botar balones a la chavalería. Ganan los niños y pierde la política. El arte de hacer mala política. De una pésima gestión de una crisis que debe dejar sonrojado a políticos de uno y otro color. Coloraos de vergüenza por permitir que Málaga haya llamado la atención de toda España por el hecho de impedir a los críos jugar al baloncesto. Bajo la amenaza, incluso, de que la Policía Local acuda periódicamente a vigilar el centro escolar LEX Flavia Malacitana. Una chapuza de dimensiones grotescas que, por ahora, mantiene a cada cual en su cargo, en su confortable sillón. Para mayor sonrojo de la ciudadanía.

Definitivamente, no nos merecemos a estos dirigentes que permiten que la Policía acuda a vigilar a equipos de niños de seis o siete añitos por hacer deporte. Que multa, que especula, que amenaza y que sólo soluciona cuando todo el baloncesto malagueño pone fecha a una huelga y anuncia la sublevación de los renacuajos y de sus balones de baloncesto. Esa imagen a las puertas del Consistorio de la ciudad, esa gran e histórica reivindicación -suspendida ya-, ha sido la única causante del inesperado acelerón a la negociación, y de la solución a la que ayer se llegó. No el problema en sí. Ni los niños. Y eso da mucha pena.

Es culpable el Ayuntamiento, por supuesto. Con De la Torre al frente. Por delegar en quien no debe, entiende, quiere o puede o no está preparado para hacerlo. Y por acudir al rescate a la voz de la huelga. Así, al parecer, ya le ocurrió con Limasa, con los taxistas, con el «pepino» ése que van a construir en el Puerto€ Y es culpable, por supuesto, la Junta. Porque tiene a Málaga sin instalaciones dignas y sin las inversiones necesarias en infraestructuras deportivas para que los niños jueguen en pabellones en vez de en colegios. Al Gobierno andaluz se le ve incapaz de cumplir con unas mínimas expectativas y con un compromiso real en política deportiva. Se ve que entre el caso de los ERE, con sus comilonas y fiestas -farlopa incluida-, los casos de Mercasevilla o Invercaria, y tener bien arregladita la capital del reino no les da para más. Una pena porque Málaga sí que lo merece.

Hasta que la amenaza de ver plantados frente al Ayuntamiento a más de 3.000 niños, ataviados con las equipaciones de sus equipos y botando la pelota, no les ha hecho reaccionar, la «crisis del ruido» a algunos de nuestros políticos les ha entrado por un oído y les ha salido por el otro. En julio ya pudo haberse firmado el convenio. Pero el Ayuntamiento se empeñó en incluir a los clubes. Decisión que quizá si era positiva, pero que lo ralentizó. Y en ese momento se trataba de acabar ya con el problema. Sin florituras. No cumplió el Ayuntamiento, además, con ninguno de sus compromisos: hacer nuevas mediciones en los colegios denunciados y obras para minimizar el impacto acústico. Y, tras grandes esfuerzos y largas negociaciones, con todo listo para firmarse hace unas semanas, el área de Medio Ambiente transformó una solución inmediata en una gravísima crisis institucional al dar salida dos multas por un puñado de decibelios de más. ¿Descoordinación? ¿Incapacidad? ¿Guerras intestinas y de poder?

Scariolo, Laso, Rudy, Plaza, Waczynski, Suárez, clubes ACB, equipos modestos€ Todos han mirado a Málaga y han criticado lo inexplicable. Recordar ahora al edil de Medio Ambiente, Raúl Jiménez, hace una sola semana hablando desde su púlpito de legalidad causa verdadero estupor. Reproduzco sus palabras exactas: «Las multas hay que pagarlas. No vamos a quitar una sanción a nadie pues sería un delito. Se ha cometido una falta grave y eso no puede quedar impune». Insisto, palabra por palabra. Las del concejal. ¿Tendrá agujero lo suficientemente grande en Málaga y sus alrededores para esconderse después de lo ocurrido en las últimas 24 horas?

Porque, atentos al récord mundial en gestión de nuestro Ayuntamiento: recepcionó el recurso de la Delegación de Educación el martes a las 12.00 horas. Y a las 17.15 horas, el alcalde ya anunciaba a los medios que el recurso se estimaba, que los técnicos se lo habían estudiado al dedillo y que era una maravilla€ Que sí a todo. ¿Y lo de las multas? ¿Y a esa legalidad de la que hacía bandera el edil Raúl Jiménez? Pelillos a la mar€ 24.002 euros de sanción a la papelera. Directamente anuladas. Sin cumplir tiempos de recepción ni plazos de respuesta€ Una patada a todas las normativas municipales€ Y a la inteligencia de todos los malagueños esa doble vara de medir.

Esto es lo que tenemos. Que parece poco para una ciudad como la nuestra, con más 10.000 fichas federativas de baloncesto, donde se juegan entre 300 y 400 partidos cada fin de semana. Donde se les ha prohibido a los niños eso mismo: jugar al baloncesto. Se les ha limitado el horario y se les ha lanzado ante la impotencia, las mediciones de ruidos y la Policía Local. Ha sido noticia en toda España Málaga el #SinBotesNoHayParaíso, iniciando una corriente de solidaridad que ha unido a todo el baloncesto malagueño con el nacional. Y, mucho ojo, en una Málaga que sí que cambia la ordenanza para que las bandas de música de Semana Santa puedan ensayar sin incumplir la normativa (que me parece estupendo) y los 60 decibelios que se rebasan, cualquier noche de viernes o sábado en el Centro, fuera de cualquier bar de copas. Pero la clase política se ha mostrado inflexible, hiriente y tirana para tratar un problema muy sensible. Con los amigos de Ciudadanos escuchando llover sin mojarse y los de la Izquierda sin dar señales de vida. Ha faltado liderazgo. Y sensibilidad. Y la crisis del ruido ha derivado en Málaga en una crisis de incompetencia.