La posibilidad de sufrir una muerte súbita en el deporte es baja (0,26 casos por cada 100.000 habitantes), pero existe. Si la víctima es un niño, como Nacho Barberá, la estadística baja. Pero la tragedia se multiplica por infinito. Su fallecimiento hace un par de semanas llenó de tristeza miles de hogares, con especial virulencia en cada casa dónde hay algún niño que compite en algún deporte. El fútbol está presente en la mayoría de estadísticas como uno de los más susceptibles a una parada cardiorrespiratoria. Es una práctica intensa y el corazón sube y baja su ritmo en espacios muy cortos de tiempos. Un 90% de las causas son diagnosticables a través de pruebas muy detalladas. El «electro» es el primer paso.

De repente, estos días, la gente bucea en internet sobre qué puede causar la muerte de un niño mientras juega un partido de fútbol. O de baloncesto, o de balonmano, qué más da. Preguntas como si se puede prevenir y si las pruebas médicas de las federaciones, las que lo hacen, garantizan algo. La primera respuesta, por supuesto, es positiva. La segunda, desgraciadamente, es muy negativa. La prueba para obtener la licencia de fútbol en la Comunidad Valenciana, donde jugaba Barberá, es muy básica. «Te pesan, te tallan y te auscultan», coinciden todos los futbolistas federados consultados. Insuficiente para revelar la mayoría de patologías cardíacas susceptibles de producir la muerte. Al menos, la Federación de Fútbol de la Comunidad Valenciana (FFCV) realiza algún examen a sus federados. En Málaga, los niños que practican fútbol federado no son sometidos a un «electro» como algo obligatorio, igual que pasa con los que practican balonmano o baloncesto. Depende del club en cuestión el examen médico es más o menos profundo, con «electro» incluido o no incluido.

«Lo que se hace en el fútbol es insuficiente. En niños y adolescentes es necesario que los vea un cardiólogo, que los explore y les estudie el corazón con un electrocardiograma (gráfico en el que se registran los movimientos del corazón), que además es muy barato (sobre 30 euros). Y en aquellos que se detecte una anomalía o haya la mínima sospecha, deben hacerse un ecocardiograma», explica Óscar Fabregat, jefe de cardiología del Hospital Imed de Valencia.

El doctor, que formó parte de los servicios médicos del Villarreal CF, no titubea sobre qué pruebas debería cubrir la federación de fútbol. «Las federaciones deberían dar un paso adelante. Es necesario que todos los niños se hagan un electrocardiograma, que no vale más de 10 euros. Después, si es necesario hacer el segundo examen, que es más caro, pues entiendo que se lo pague cada uno. Pero el electro debe entrar en el examen para obtener la ficha, sí o sí», apostilla. Un jugador cadete, como lo era Nacho Barberá, paga 37 euros a la mutualidad en Valencia. Un alevín, 34. «Y apenas sirven para algo», apostilla el cardiólogo.

Sólo una federación de fútbol ha dado el paso adelante que exige el cardiólogo. Es la de Castilla-La Mancha, que sí testea los corazones de sus niños federados con un electrocardiograma. No es un seguro de vida, pero los padres de los chavales pueden estar más tranquilos. «Caza» el 90 % de las anomalías cardiacas. La doctora Esther Zorío, cardióloga, amplía las advertencias. «Las recomendaciones de la Sociedad Europea de Cardiología incluyen la cumplimentación de tres puntos antes de dar el apto para la práctica deportiva competitiva: recabar datos acerca de la historia familiar, exploración física general y cardiovascular y el electrocardiograma», explica.

Zorío incide en cuáles son las causas generales en la muerte súbita en edades tempranas: «En niños y jóvenes la mayor parte de las muertes súbitas son debidas a problemas de origen genético. Con frecuencia existe una enfermedad subyacente que no es conocida, que en ocasiones no da sintomatología alguna hasta que aparece y, en un momento dado, alguna circunstancia precipita una arritmia maligna que pone punto final a esa vida», añade.

Hay dos tipos de corazones enfermos en los jóvenes, viene a decir la doctora Zorío. Los que vienen con cardiopatías de nacimiento, desde la formación del embrión, hasta los que desarrollan miocardiopatías en la adolescencia o en la juventud. El electrocardiograma puede avisarnos de que algo va mal. ¿Una prueba de esfuerzo? «En niños, no sirven para detectar muchas anomalías. Es mejor una imagen del corazón (ecocardiograma)», explica Fabregat.