«Ya no sabemos qué hacer». El portavoz de la junta directiva del Club Deportivo Miraflores-Gibraljaire, Rafael Merino, está cansado. Cansado de llamar de puerta en puerta y que le manden a la de enfrente. «Llevamos luchando desde que estábamos jugando ahí como chavales, y ya tengo 40 años», señala Merino.

Su causa es la misma que la de los más de 60.000 vecinos del distrito Bailén-Miraflores, el cuarto más poblado de Málaga: la construcción de un campo de fútbol en condiciones. No parece una demanda exagerada, más aún teniendo en cuenta que el campo del Colegio Gibraljaire es el único que queda de tierra en la capital.

El problema viene, precisamente, con la propiedad del colegio -abierto en 1972-, un centro educativo concertado que pertenece a la Junta, la cual cedió la parcela educativa a una cooperativa de profesores. Desde entonces, el campo no ha sufrido ninguna modificación, lo que llegó a provocar la desaparición de un antiguo equipo de fútbol con larga tradición en Miraflores. «El club tenía categorías de todas las edades e incluso equipo femenino, lo que era casi imposible para un barrio hace unos años», relata Rafael Merino en nombre de la directiva del nuevo club.

Pasado el tiempo, un grupo de exalumnos y padres de niños del colegio decidió fundar una nueva asociación deportiva para recuperar esa tradición futbolera. Así, lograron formar un equipo de 22 niños a los que entrenaban en el campo como parte de las actividades extraescolares del centro. Sin embargo, el Club Miraflores-Gibraljaire decidió cesar los entrenos porque «era peligroso». «Los niños -cuenta Merino- siempre terminaban con las rodillas ensangrentadas y cada semana había que comprarles un chándal nuevo».

Las demandas de las asociaciones de vecinos y del propio club, que ya duran cuatro años, adquirieron un matiz político en 2015 cuando el PSOE presentó una moción en la Comisión de Deporte exigiendo la construcción del campo. Dicha moción fue promovida por el portavoz del Partido Socialista en el Ayuntamiento, Daniel Pérez, exalumno del Colegio Gibraljaire y actualmente vecino del barrio. «Entendía que la primera demanda que debía tener la barriada era contar con unas instalaciones dignas para la práctica del deporte», señala Pérez.

La moción consiguió ser aprobada con el único voto en contra del Partido Popular. En este sentido, la concejala del Área de Deportes y Juventud del Ayuntamiento, Elisa Pérez de Siles, dice no entender «el sentido de la moción», pues, al no tener la titularidad, «el Ayuntamiento no es responsable de cómo están las instalaciones».

En la misma línea, la también concejala del Distrito Bailén-Miraflores aclara que ya se había estudiado la construcción de un campo de césped artificial en Miraflores, una barriada «complicada, con poco espacio y asentada». Esta razón provocó la decisión de ampliar la cobertura del campo de Carlinda -a un kilómetro de distancia del Colegio Gibraljaire- a la zona de Miraflores.

Por otro lado, Pérez de Siles también señala que antes de la moción ya habían mantenido «varias reuniones con responsables del club y la directiva del centro». Precisamente, la concejala de Deportes apunta a la actitud de estos últimos como principal impedimento a las negociaciones: «No eran receptivos, ni a la construcción de las instalaciones ni a ampliar la cobertura del centro más allá de las actividades escolares y extraescolares».

No obstante, el cambio en 2014 de la dirección de la cooperativa que administra el colegio relanzó las conversaciones. La nueva presidenta, María José Ventura, expresa que «el colegio está muy a disposición del barrio» y que la construcción del campo «sería estupenda para los niños» . Sin embargo, puntualiza que «la prioridad» deben ser los alumnos del centro. «Es importante que quede bien claro, el campo no puede perjudicar al centro», aclara Ventura.

De esta manera, la eterna lucha de los vecinos de Miraflores parece estar llegando a su fin. La solución pasa por que la Junta ceda la propiedad de la parcela deportiva del Colegio Gibraljaire al Ayuntamiento, que acometería la respectiva construcción.

Así, la Consejería de Educación ya ha iniciado los trámites. Desde el organismo andaluz señalan no encontrar «ningún impedimento» a que el Ayuntamiento use los terrenos, «siempre que el uso educativo prime sobre cualquier otra actividad».

Paralelamente a la resolución del proceso administrativo, la redacción del proyecto del campo de fútbol ya se ha acometido y esta se ha tasado en aproximadamente dos millones de euros. A pesar de que la partida presupuestaria que el Ayuntamiento debe destinar es de carácter plurianual, dicha dotación económica, asegura Pérez de Siles, «es una de las propuestas» que el Partido Popular ha llevado a la negociación de los presupuestos del Ayuntamiento.

El socialista Daniel Pérez señala que «ahora es el momento». «No hay ninguna excusa para que en los presupuestos que están a punto de aprobarse no haya una partida destinada a la construcción del campo», declara el portavoz del grupo municipal socialista.

Por su parte, Rafael Merino, representando al Club Miraflores-Gibraljaire, expresa que no quieren «saber nada de política» y que, «si el campo no está en los presupuestos, va a ser un chaparrón para el barrio y los niños».

La parte más difícil, desde luego, ya se ha conseguido: poner de acuerdo a las tres partes implicadas -cooperativa, Ayuntamiento y Consejería-. Han tenido que pasar varios años, pero ya no hay excusas para que los niños de Miraflores no puedan disfrutar del fútbol con el escudo de su barrio en el pecho.

@alvaromerino96