Ningún ser humano puede ni debe ser «ilegal». Pero la creación de fronteras y los límites políticos y geográficos exigieron un control y un ordenamiento: documentación, pasaportes, aduanas... Pape Amadou Sow (Ziguinchor -Senegal-, 4/12/1993) habla un idioma universal: el del baloncesto. Jugador de físico portentoso (2,05 metros), gran intimidador, en progresión en tareas ofensivas, Pape lleva en España desde octubre de 2008. Es decir, que vive desde hace ya más de 10 años en nuestro país. Y, sin embargo, el ordenamiento jurídico, la ambición de algunos dirigentes de dudosa catadura moral y la generosidad de Pape y su exceso de confianza en la bondad de las personas, le han convertido en un ciudadano «ilegal» durante casi el último lustro. Una carrera en la que ha jugado en casi una docena de clubes, sin encontrar nunca una solución, hasta que el CB Marbella le ha tratado como a un «hijo» y ha encontrado la felicidad... y la «legalidad», diez años después.

Pape era un niño altísimo que nació en la población senegalesa de Ziguinchor, a los pies del río Casamanza. Creció feliz con lo poco que tenía, que era mucho. A los 13 años, con casi dos metros ya de estatura, la agencia de representación «You First» organizó un campus de reclutamiento y él acudió a probar suerte. Con su cuerpo, a pesar de sus limitaciones en el juego, el joven Pape fue uno de los elegidos. Tardó un año en obtener el visado y en octubre de 2008 aterrizó por primera vez en España, concretamente en Sevilla. El visado era sólo de 90 días. En ese periodo de «prueba» con el actual Real Betis.

El espigado jugador regresó y en marzo de 2009 obtuvo al fin el NIE, como estudiante. Comenzó a ir al colegio y estudió tercero y cuarto de la ESO. Sevilla se convirtió en su nuevo hogar y allí estuvo cuatro años, desde pasados los 14 a los 18. Su tremenda corpulencia y su dominio en categorías inferiores hicieron que el mismísimo FC Barcelona.

«Fue una experiencia muy bonita para mí, pero tuve mala suerte con las lesiones», recuerda ahora Sow de su etapa en el club blaugrana. A los pocos meses de aterrizar tuvo una lesión de tobillo y le operaron. Después de tres meses de recuperación, el joven pívot reapareció pero recayó en seguida. Era la temporada 2011/12 y sólo pudo jugar 12 encuentros con el filial del FC Barcelona. Una pena, porque con salud en ese momento tan importante su vida podría haber sido otra.

Otro equipo de la ACB llamó su atención y firmó por Fuenlabrada. «Empecé muy bien e hice la pretemporada con el primer equipo», explica. El «Fuenla» decidió enviarle a su equipo satélite en LEB Plata a Ávila, pero en el mes de enero tuvo que pedir la carta de libertad por problemas de impagos. Pape comenzaba a conocer la otra cara del baloncesto y del deporte de elite. Prefirió dar un paso atrás para tomar impulso y firmó por Ferrol en Liga EBA, y justo allí comenzaron los problemas de verdad.

«El NIE ya me iba a caducar. En Ferrol me ayudaron mucho porque me hicieron un contrato de monitor, y ahí empezamos con el papeleo para tratar de obtener la residencia», explica Pape, que la temporada siguiente (2013/14) firmó por Azpeitia de Plata. «Allí las cosas no iban bien, así que decidí fichar por Morón en Liga EBA en esa temporada y renové un año más. Subimos a Plata en 2015/16 y me quedé, pero allí no tenía contrato. Movimos papeles, pero sin resultados. Ellos me ayudaron económicamente, pero sin contrato era difícil», explica.

Buscando un contrato que le permitiera acelerar todo el papeleo para obtener la residencia, Pape fichó por Gandía en 2016/17. «Me prometieron muchas cosas, pero no me solucionaron nada. Mi agente me decía que me ayudarían pero me harté de esperar para nada. No me iban a arreglar los papeles, así que esa misma temporada me marché a Guadalajara a jugar en EBA», relata el pívot africano, asumiendo una desgracia que parecía no tener fin para él.

La promesa de los papeles

«Allí también me prometieron papeles -esa es la frase que más se repite durante la conversación- pero acabó la temporada y no los logré. Ellos me quería renovar porque me dijeron que me darían un contrato, así que me fui de vacaciones pensando en renovar con ellos», continúa Sow. Pero hubo algo que pasó ese verano de 2017 que lo cambió todo para él. Cosas de la vida, la Universidad de Greensboro (Estados Unidos) en la que juega el malagueño Francis Alonso vino a España para hacer una gira de partidos amistosos.

Pape fue reclutado para jugar contra ellos en un equipo en Sevilla. «Carlos, el hermano de Francis, que es entrenador, me dijo que Marbella y Benahavís estaban buscando jugadores. Me llamó Rai López, el entrenador de Benahavís, pero yo había entrado ya en Facebook y contacté con Francis Tomé. Quería jugar para él, me habían hablado muy bien de él», narra el pívot senegalés.

Pape ya había firmado un año de contrato en Guadalajara. «Pero no me lo pensé y pagué mi cláusula». Su escape estaba tasado en 500 euros. Una ridiculez en el mundo de la elite del básket, pero un gran esfuerzo para él. «Fiché por Marbella. Y aquí estoy», dice sonriendo. A Pape, a partir de aquí, se le ilumina el tono de voz. «Aquí me he encontrado una gran familia. Pero claro, yo llegué con mi NIE caducado, desde 2015, y mi obsesión era tratar de tener papeles. Y ellos, desde el primer día, me ayudaron. El presidente, Francis, su mujer Ana... todos». El CB Marbella comenzó una lucha paralela a los parqués, en la que todos los estamentos del club se involucraron. Porque Pape era un «ilegal». Su condición le ha impedido viajar, por ejemplo, a Melilla, porque en la frontera, con los papeles caducados, le hubieran deportado a Senegal de inmediato. «He sido consciente de mi situación. Sé que si hubiese estado involucrado en cualquier problema y la Policía me hubiese pedido los papeles habría vuelto a mi país. Pero no me he preocupado por eso, soy un tío muy tranquilo, no busco nunca líos, no soy problemático. Y he estado muy tranquilo porque el presidente (Enrique Agüera) me dijo cara a cara que él me iba a arreglar los papeles, y he confiado siempre en él», insiste.

La obligación de contar con documentación desde la Embajada de Senegal lo ha retrasado más de lo deseado. Hasta que hace una semana, Pape estaba en casa, haciéndose el remolón en la cama, en ese momento en el que uno mataría por tener 15 minutos más de sueño. Su móvil vibró con un mensaje. Al abrirlo, Pape Amadou Sow había dejado de ser una persona «ilegal» para convertirse en «legal». «Era una foto del coach y del presidente, junto a mis papeles», dice, casi tartamudeando, embargado por la emoción. Diez largos años después, Pape puede vivir en España como «residente por arraigo». La vigencia es de un año y debe renovarlo durante tres más para que, de una vez, sea ya definitivo, y Pape ya sea «legal» a sus 24 años, diez después de pisar por primera vez España para jugar al baloncesto.