Le llamaban la «tercera que mata». Era Estudiantes de la Plata, el equipo hegemónico de finales de los sesenta en Sudamérica y que construyó una leyenda sobre su juego y sobre los métodos más que dudosos a los que recurría para desquiciar al rival. Uno de sus líderes en el campo era un tucumano llamado Aguirre Suárez, tan buen defensa como violento al que apodaban «el cirujano». Junto a él y a las órdenes del mítico Osvaldo Zubeldía estaban Bilardo, Verón, Poletti, Malbernat, Madero,Medina o Togneri entre otros. Un equipazo lleno de tipos que no se arrugaban, incapaces de sentirse intimidados (como demostraron al ganar la Intercontinental de 1968 en Old Trafford al United), pero que sembraban el terror por donde iban.

La Copa Intercontinental de 1969 fue el episodio más negro de la historia de aquel equipo y también su final. Estudiantes se cruzaba con el Milan que lideraba Gianni Rivera pero en el que había extraordinarios futbolistas como Prato, Combín, Cudicini o Sormani. Entrenados por Nereo Rocco,integrista del «catenaccio», tampoco eran un ejemplo de atrevimiento. Apretaban en la marca como nadie y su resolución en el área rival les convertía en un enemigo temible.

El partido de ida jugado en San Siro fue un desastre para los argentinos. Rocco anuló con el trabajo defensivo el talento de Verón, Flores o Echecopar y la puntería de los delanteros hizo el resto.3-0 para los italianos, que se vieron a un paso del título aunque no se fiaban conscientes de que los partidos en Sudamérica solían ser una pesadilla.

Le sucedió al masacrado Celtic de Glasgow contra Racing de Avellaneda o al propio Manchester United frente a Estudiantes. Los hombre de Zubeldía quisieron ganar el partido de vuelta sin tener en cuenta el reglamento y la situación se les fue completamente de las manos. Como dato, el día antes del partido recibieron una curiosa visita en su concentración: un capellán militar les dio una charla que solo sirvió para excitar aún más los ánimos.El 22 de octubre de 1969 no se jugó un partido de fútbol. La Bombonera, el campo de Boca que acogió el partido, fue escenario de una batalla que nadie fue capaz de controlar. Llovieron las patadas desde el comienzo en un intento por amedrentar a los milanistas, que a cambio exageraron al máximo para ahorrar todo el tiempo que fuese posible.

Aquello solo sirvió para encrespar aún más a unos y otros, lo que pagó Prati, retirado en camilla tras una entrada desmedida de Aguirre Suárez. El panorama para los argentinos se ennegreció cuando Rivera anotó el primer gol al poco de comenzar el segundo tiempo.

Desesperados, los jugadores de Estudiantes lanzaron un ataque suicida en el que no escamotearon medios. Marcaron Conigliaro y Aguirre Suárez para darle la vuelta al partido,pero en el camino hubo más escenas bochornosas. La más triste fue la salvaje entrada de «el cirujano» a Combín cuando el partido se moría y que ofreció una de las imágenes que dio la vuelta al mundo. El rodillazo del defensa central le rompió la nariz y le dejó la cara como un mapa.

El delantero de origen argentino quedó conmocionado sobre el terreno de juego y cubierto de sangre. El defensor tucumano fue expulsado de inmediato, Combín salió en camilla y en medio del tumulto que se organizó la policía irrumpió en la escena deteniendo al milanista como desertor del servicio militar. Un despropósito absoluto que provocó la indignación y la protesta enérgica de la delegación italiana. Las autoridades argentinas no tardaron en entender que aquella imagen resultaba muy dañina para el país y que necesitaban al menos un golpe de efecto.

El general Onganía ordenó el ingreso en la prisión de Villa Devoto de Manera, Aguirre Suárez y el portero Poletti. Se les condenó a treinta días por infringir la Ley de Espectáculos Deportivos y al mismo tiempo se permitió a Combín,el «desertor», salir del país y regresar a Italia.

Algunos aficionados de Estudiantes se manifestaban ante la prisión y frente a los edificios oficiales para protestar por el arresto. Al frente de ellos estaba Bilardo, que dejó otra frase para el recuerdo: «La gloria o Devoto» en alusión a que solo un año antes las mismas autoridades que ahora les tenían en prisión alardeaban de sus triunfos y les recibían como héroes. Poletti recibió una sanción de por vida, Aguirre Suárez fue castigado con 30 partidos en torneos locales y 5 años para compromisos internacionales y a Manera le cayeron 20 partidos y 3 años. Las penas fueron revocadas en 1971 y Aguirre Suárez aún disfrutó de algunos éxitos con Estudiantes, aunque ya había decidido salir de Argentina donde su imagen había quedado demasiado dañada.

Gracias a su condición de «oriundo» con un más que dudoso documento que aseguraba ser nieto de unos navarros se instaló en el Granada, donde formó un temible trío con el paraguayo Fernández y el uruguayo Montero Castillo. Su calidad, pero sobre todo su contundencia llevaron a los rojiblancos a vivir una de sus etapas más gloriosas de su historia. El área no era una zona en la que jugar sino el territorio que había que proteger como fuera.