Talento, ambición y disciplina son tres factores esenciales para entrar en la élite de cualquier práctica deportiva. En el kárate, disciplina propia de las artes marciales, a sus recién cumplidos 17 años, la malagueña Sara García Padilla reúne estas tres características para llegar lejos. De hecho, ya ha alcanzado el éxito, pero no se pone límites para avanzar aún más.

Declarada a sí misma una persona muy nerviosa, tras practicar natación o baile en un conservatorio como métodos de relajación, un día decidió acompañar a una amiga a kárate, aunque la idea desde un principio no le agradaba del todo. Desde que entró en el dojo admite que se quedó fascinada por el deporte en sí, pero, sobre todo, por el ambiente y la gran unión que palpaba entre los karatecas.

Hace 7 años, en 2011, descubrió el gimnasio (Kuro Obi) que pasó a ser su segundo hogar donde crecería como persona y karateca. «Desde que llegó se veía una niña con muchas cualidades físicas, pero que aparte escuchaba y concentraba bien. En definitiva, que aprendía rápido», manifiesta Diego Maldonado, su sensei (maestro) desde entonces. Para Sara, más que su profesor es como su segundo padre, quien le ha ayudado muchísimo como persona y le ha transmitido valores con el objetivo de formarla: «Me apoya en todo, siempre está conmigo pierda o gane para decirme que soy la mejor. Si tengo algún problema familiar o de mi propia vida, sé que él va a estar ahí para arreglarlo».

Más que sentirse como deportista, se considera karateca, lo que implica adoptar la filosofía de este arte marcial. Disciplina, responsabilidad y unión, son valores que transmite este deporte y que Sara, como buena karateca, los extrapola a su vida, comportamiento e incluso estudios. «Me ha enseñado muchísimas cosas y me enseñará mucho más», asegura la joven. El kárate es su vida: «Venir aquí (al gimnasio) es como si llegas a tu casa de trabajar. No es compaginar porque lo veo como algo necesario, una obligación en mi vida al igual que estudiar o estar con la familia». Respecto al futuro, no se pone metas, asegura que independientemente de lo que estudie o en lo que trabaje, el kárate va a estar ligado a ella.

Como dice su maestro, desde el primer momento se le veía madera de campeona ya que combinaba un gran físico y una inteligencia fundamental para su aprendizaje. Tras mucho trabajo y compaginando sus estudios con el kárate, finalmente ha dado sus frutos ya que se sitúa como número uno de la categoría júnior en el ranking nacional femenino. Una posición que se ha ganado con esfuerzo y sudor, cosechando el oro por segunda vez consecutiva en el Campeonato de España de Kárate en la modalidad kumite (combate).

Tras conseguir bronce en el campeonato nacional de Tenerife en 2016 como cadete +53 kg, se quedó con una espinita clavada que no tardó en sacarse ya que un año más tarde, en el siguiente Campeonato de España celebrado en Santiago de Compostela logró el oro. Una medalla que ha vuelto a conseguir hace apenas un mes en Ponferrada, esta vez en la categoría júnior -59kg. Sin duda, un admirable palmarés que lo compone importantes títulos como el de ganadora del Open de Lisboa 2017 en la categoría cadete +53kg, torneo a nivel internacional, o el de campeona de la Final de la Liga Nacional 2018 en la categoría júnior -59kg celebrada en Guadalajara, entre otros.

«Es increíble, no termino de creerme lo que he conseguido. Intento mantener los pies en la tierra. A pesar de las copas y premios, detrás hay mucho trabajo y constancia porque no todo es bueno, hay mucho sudor y lágrimas», asegura.

La constancia de Sara ha sido premiada para formar parte de la Real Federación Española de Karate en la categoría júnior, ya que el año pasado, cuando pudo haber sido seleccionada en la categoría cadete, cumplió años y subió de categoría, impidiéndole optar por una plaza en la federación. Entre los seleccionados, se encuentran otros malagueños como Robert Boyd, Sabrina Savoy y Salvador Balbuena. Estos chicos, junto a Sara, participarán en el próximo Campeonato de Europa Cadete, Júnior y Sub-21 que se celebrará del 8 al 10 de febrero de 2019 en la ciudad danesa de Aalborg.

Aunque es imposible predecir el futuro de Sara en el kárate, su entrenador no duda: «Ella es una ganadora y el que quizá le pone un poco más de freno en ese aspecto soy yo. Hay que ir paso a paso y es un camino complicado. Todos los grandes pierden». Tiene los medios, la disciplina y la actitud para llegar lejos. Sara lo tiene claro: «Voy a seguir trabajando así para poder conseguir muchas cosas más».

Más que un gimnasio, una familia

Corría el año 1977 cuando Akihiro Mieno, de procedencia coreana, decidió abrir un gimnasio de kárate para transmitir sus conocimientos en esta disciplina en Málaga. Lo bautizó «Kuro Obi» (cinturón negro en coreano), un nombre que dio al dojo una responsabilidad que ha mantenido hasta hoy.

Tras la inauguración del gimnasio, Mieno se convirtió en el primer sensei de éste, un cometido que tuvo que dejar debido a problemas familiares, dejando un enorme vacío al marchar, el relevo lo tomó uno de sus mejores discípulos, Paco Camarena. «Un maestro con letras mayúsculas». Así lo describe Diego Maldonado, actual sensei de Kuro Obi desde que falleció Camarena en 2005, de quien fue alumno.

Según explica Maldonado, la humildad y el trabajo caracterizaban a su antiguo sensei y, sobre todo, su gran corazón y capacidad de transmitir valores.

Diego Maldonado no puede contener las lágrimas y la emoción cuando es preguntado lo que significa para él ser sensei de Kuro Obi, un lugar donde practica kárate desde los cinco años y que se ha convertido en su segunda casa.

Recogió una herencia que ha orientado como parte de su vida: «No quería vivir de esto, sino con esto», es la filosofía de Diego Maldonado respecto al kárate, el cual compagina con un trabajo que le da estabilidad económica. Para él no es ninguna obligación estar cada tarde de 17.00 a 22.30 de la noche en el dojo dando clases.

Es uno de los gimnasios de kárate más antiguos de la provincia y se encuentra prácticamente intacto desde su creación ya que no se ha querido remodelar para no perder su esencia original. Actualmente, acoge a casi 130 alumnos que van desde los cinco años hasta los 83 del más veterano.

Familia, espíritu, pasión y respeto son los valores de este arte marcial y que transmiten personas como Diego y Sara. Sin Kuro Obi, nada hubiese sido posible, ya lo indica Maldonado en el blog online del dojo: «La vida es mucho más que el kárate, pero la vida sin karate está carente de sentido».