Mirar al banquillo del BeSoccer UMA Antequera y no ver a Manuel Luiggi Moli dando instrucciones, sentándose, levantándose, pidiendo opinión a sus ayudantes y analizando el juego se hacía raro. Han sido 26 temporadas ininterrumpidas en el banquillo universitario en las que sólo se perdió un partido, por una caída, en el primer encuentro de final por la fase de ascenso a Liga Nacional de Fútbol Sala. Ni en su primer equipo en categoría sénior con el Electro Ariza, ni tras su paso por el Playas de Málaga o el Suministros Muñoz, el míster se había alejado antes de los banquillos.

Y tampoco quería ahora, porque sentía que el equipo le necesitaba. Tras un buen inicio, con un par de victorias y varios empates, el BeSoccer UMA Antequera parecía ir por el camino bueno. Pero a mediados de curso, el equipo comenzó a caerse, por falta de gol y de experiencia en una categoría que no te perdona un error. Y justo en ese momento clave, Moli tuvo que dar un paso a un lado. Obligado por una complicada enfermedad que le hizo pasar por el quirófano, para el míster han sido dos largos meses, en los que ha tenido que jugar un partido propio, en el hospital y tras una exitosa intervención quirúrgica. La recuperación sigue su cauce, aún tiene que acudir a revisiones y a realizarse pruebas para controlar que todo siga en orden, pero haberse perdido ocho partidos fue demasiado para él.

«Tete ha sido en estos dos meses mi pies y mis manos. Se ha pasado tantos años conmigo, que piensa igual que yo, compartimos la misma filosofía, sólo que él ha estado en más equipos y tiene esa experiencia.Ya estoy entrenando y dirigí el partido del viernes. Vuelvo a tener buenas sensaciones tras la operación y gracias a Dios ha salido todo perfecto, voy recuperando porque es un proceso lento, pero ahora tengo que volver a todo esto que es lo mío. Vivir fuera del banquillo ha sido una sensación muy rara. Son ya más de 25 años sin faltar aquí en la Universidad, ininterrumpidos, semanalmente en los banquillos. Y no lo prevés pero tienes que estar dos meses y pico fuera, y se pasa muy mal. Todo pasa con algo de paciencia», relata Moli, angustiado aún por la situación del equipo, más que por la suya propia.

El BeSoccer UMA Antequera podría confirmar su descenso matemático este próximo fin de semana. El equipo es colista destacado de la Primera División con sólo 11 puntos tras 26 jornadas. Sólo quedan cuatro partidos para que acabe la Liga y el Valdepeñas tiene 19. Es decir, que si el UMA no gana al todopoderoso Barça Lassa en el Palau Blaugrana, será equipo de Segunda. La salvación no parece, en estas condiciones, un objetivo viable, a pesar de que el equipo ha competido en muchas fases del curso.

«Yo soy el primer culpable, yo he hecho el equipo. Nos ha faltado experiencia y gol, saber competir en la categoría porque es muy exigente. Ahora se trata de terminar dignamente, con la cabeza levantada. Hemos jugado una competición muy exigente, lo dijimos al principio. Hicimos un equipo con la mayoría de jugadores universitarios, que es nuestra idiosincrasia. Ahora debemos acabar los cuatro partidos, este fin de semana en Barcelona, con poco que perder y mucho que ganar. Y no hablo de ganar el partidos, sino de salir al Palau y dar la cara ante un equipo repleto de jugadores internacionales de Brasil y España. Eso es muy importante», explica Moli.

El equipo sólo ha podido lograr 11 puntos en 26 jornadas, con dos únicos triunfos en todo lo que va de Liga. Esos números han condenado al BeSoccer UMA Antequera, que parte en inferioridad de condiciones por su condición de equipo universitario. Esa composición tan especial provocó que los universitarios se midieran a presupuestos y plantillas muy superiores. «Tuvimos un par de lesiones de jugadores que firmamos, pero no es excusa», añade el míster.

«Conforme avanzaron los partidos, los rivales ya se despertaron. Ganamos a Cartagena y empatamos a Jaén. Los pillas dormidos. Pero aquí perder un balón es mortal. En el cinco para cuatro te la hacen. Necesitamos tiempo y madurez, pero es que aquí no hay tiempo. De todos mis jugadores, sólo tres habían jugado en Primera antes. Y lo estamos pagando. Pero espero que si bajamos podamos subir de nuevo en un año», se sincera el entrenador malagueño.

El equipo se reforzó en el mercado de invierno con Pablo Ibarra y Alvarito, «que han hecho goles», recuerda Moli. «Ya me gustaría tenerlos a los dos el año que viene, porque son humildes, universitarios, están felices aquí. Málaga acoge bien y ellos son felices». Y es que el míster ya está pensando en la próxima temporada, en la vuelta del equipo a Primera.

«Todavía los guarismos dicen que no estamos descendidos. Sería un milagro, y de los grandes. Estamos trabajando ya en el año que viene, claro está. Estamos hablando con jugadores, con pesos pesados de aquí, que son de Málaga, para decirles que queremos contar con ellos y seguir trabajando. Tenemos que tener la base ya, aunque sea en Segunda tenemos que ilusionar. Aunque bajemos vamos a seguir luchando», explica Moli.

Porque ni el descenso ni su grave enfermedad ni las vicisitudes van a tumbar al entrenador con más solera del deporte malagueño. Más de 30 años en el candelero y sigue en la picota, a pesar de estar más de dos meses luchando contra una dura enfermedad. «Me gusta mucho el flamenco y hay una letra de un cantaor que he versionado, de Paco Toronjo. En la música preguntan que cuándo se va a retirar, y yo la he versionado para mí, diciendo que mientras pueda entrenar me moriré entrenando. El banquillo es lo mío, no me voy a retirar todavía, me queda mucho».

Su única espina va a ser tener que ver desde la barrera la Copa de España de fútbol sala, que se celebrará en el Martín Carpena en 2020. La mayor fiesta del fútbol sala español, con los ocho mejores equipos de la Primera División, con cruces directos hasta dirimir el campeón. «No tiene nombre no poder estar ahí», dice mientras se lamenta. «Somos culpables de no estar ahí. Málaga va a disfrutar y el aficionado también. La Copa de España es lo más grande que se puede ver, una movida grandísima, con miles de visitantes. Es una pena no poder jugarla aquí en Málaga», dice.

Es Moli, genio y figura. Acaba de ganar el partido más importante de su vida contra el cáncer pero él sólo piensa en el Palau Blaugrana, en la próxima temperada y en volver a subir a Primera.