Bobby Moore, capitán de Inglaterra y del West Ham, sospechaba que el de México en 1970 podía ser su último Mundial. Solo cuatro años había vivido un instante irrepetible cuando en Wembley la Reina de Inglaterra le entregó el trofeo que les acreditaba como campeones del mundo tras ganar a Alemania en la célebre y polémica prórroga coronada con el gol fantasma de Hurst. Sentía que aquello era el techo de su carrera, la selección pronto acometería una profunda renovación y tal vez ya no debería estar en la cita de cuatro años después se jugaba en Alemania. En esas cosas pensaba antes de embarcarse en el estrambótico viaje que les llevaría a México.

El seleccionador, sir Alf Ramsey, con la idea de aclimatarse a la altura, había organizado un par de amistosos para la semana previa al inicio del torneo en México. La pequeña gira contemplaba duelos ante Colombia en Bogotá y Ecuador en Quito. El 18 de mayo la selección se hospedó en el Hotel Tequenmada de la capital colombiana.

Durante uno de los tiempos muertos de aquellos días, un grupo de jugadores de la selección, entre los que estaban Bobby Moore, Bobby Charlton o Peter Thompson, y varios de los ayudantes que les acompañaron entraron en la lujosa joyería que había en los bajos del hotel. Curiosearon un poco, solicitaron ver algunas piezas y al cabo de un rato salieron a la calle a dar un paseo. Pasaron unos instantes antes de escuchar las voces de alarma de la dependienta de la tienda que pedía auxilio porque alguien había robado un brazalete de oro con incrustaciones de diamantes. Clara Padilla, la chica que atendía la joyería, aseguraba que Bobby Moore se había guardado la joya en su chaqueta. Se montó un considerable alboroto, llegó la policía y el capitán de la selección inglesa les pidió con su flema británica que le registrasen con toda tranquilidad.

Así lo hicieron, pero no encontraron nada. Le pidieron disculpas, la joyería presentó denuncia por el robo de la pieza y cada uno siguió su camino tranquilamente. El seleccionador inglés pidió a los periodistas que acompañaban a la selección que no aireasen un incidente menor como ése que no había sido más que una simple confusión y el episodio quedó simplemente como motivo de bromas internas en el grupo. Inglaterra se impuso a Colombia por 4-0 y unos días después superó a Ecuador por 1-0 en Quito. Tras cumplir con los compromisos la selección tenía que decidir si cambiaba el plan de viaje que contemplaba inicialmente volver a pasar por Colombia o buscaban una alternativa a través de Panamá. Optaron por no cambiar nada. Viajaron a Colombia y regresaron al mismo hotel donde esperarían un día por el vuelo hasta México.

Esta vez los jugadores, para entretenerse, eligieron ir al cine a ver «Shenandoah» la película interpretada por James Stewart. Estaban en mitad de la proyección cuando la policía colombiana se presentó en la sala para detener a Bobby Moore acusado del robo del famoso brazalete. En,el tiempo en que habían estado en Ecuador había surgido un nuevo personaje. Se llamaba Álvaro Suárez, el dueño de la joyería, y había asegurado que desde su despacho había visto al capitán inglés sustraer el brazalete de la vitrina y esconderlo. Moore durmió en el calabozo esa noche y al día siguiente la selección tomó el vuelo hacia México sin él. El escándalo fue gigantesco. Los medios ingleses se despertaron con la impactante noticia de que su capitán estaba detenido en Colombia y la maquinaria diplomática británica se puso en marcha para tratar de resolver el fenomenal embrollo en el que estaba una de sus leyendas. La prensa colombiana fue especialmente dura con el futbolista. Era una historia que se vendía bien y de paso se cobraban la venganza por las desconsideraciones que su seleccionador, Alf Ramsey, había lanzado más de una vez hacia el fútbol sudamericano. Eran los tiempos de las feroces finales de la Copa Intercontinental que acababan en verdaderas batalles campales y el técnico había sido especialmente ácido con el fútbol que se jugaba en aquellos países.

Ramsey tampoco se calló en México y dijo que Moore no tenía razones para robar un brazalete «porque tenía dinero para comprar el hotel entero». Otro motivo para incendiar aún más a la opinión pública colombiana.

En medio de la tormenta que se había organizado el presidente de la Federación Colombiana ofreció su casa para que Bobby Moore estuviese allí en situación de arresto domiciliario. Las presiones eran al más alto nivel y el primer ministro británico, Harold Wilson, tenía al Foreign Office trabajando sin descanso para resolver aquel problema. El juez de instrucción del caso se llamaba Pedro Dorado y advirtió que el proceso podía extenderse a lo largo de un par de meses. Aquello tenía enloquecidos a los compañeros de Moore que desde México esperaban noticias.

Charlton y Thompson, que estaban con él en la joyería aquella tarde, quería regresar a Colombia para ayudar a su compañero y amigo pero Ramsey lo prohibió por miedo a pasar de un jugador detenido a tres.

Inglaterra le puso a Moore un afamado abogado colombiano llamado Vicente Laverde que trató de acelerar las diligencias y poner a los testigos frente a un buen número de contradicciones. La dependienta y el dueño de la joyería no eran capaces de precisar el momento en que se sustrajo la joya, confundían las identidades de Charlton y Moore y por la rendija de la vitrina apenas cabía la mano del futbolista como se pudo comprobar en una recreación de los hechos que ordenó el juez. La causa parecía ganada, pero el procedimiento colombiano requería unos tiempos que el futbolista no tenía. La presión política y el trabajo del abogado colombiano apremiaron al juez Dorado que levantó la orden de arresto contra Bobby Moore y permitió que el 28 de mayo el futbolista se subiese a un avión para reunirse con el resto de compañeros en México. Llegó con tres kilos menos que había perdido en aquellos días de verdadera locura en los que apenas comía.

El 2 de junio saltó al campo en el estreno de su selección, una victoria por 1-0 ante Rumanía. Inglaterra alcanzaría los cuartos de final donde Alemania les eliminaría. Durante el torneo se produciría un momento muy simbólico y es que tras jugar contra Brasil, Pelé se acercó a Moore y le regaló su camiseta delante de todo el mundo, un acto que se interpretó como una muestra pública de apoyo por lo que había pasado. Se le dio poca importancia, pero semanas después el dueño de la joyería, Alvaro Vázquez, acabaría confesando que él se autorobó el famoso brazalete de oro e incrustaciones de diamantes y esmeraldas.

La solución del caso apenas supuso una pequeña nota en el fondo de una página.