Robert Moreno, confirmado este miércoles nuevo seleccionador nacional, es un técnico metódico, con un conocimiento profesional desarrollado en nueve años junto a Luis Enrique, pero que no se declara fundamentalista de un determinado estilo porque en su carrera le ha tocado atender "todos los palos".

El primer catalán al frente de la Roja desde que ocupara el cargo Salvador Artigas en 1969, Robert Moreno, de 41 años, toma el relevo de Luis Enrique, con el que ha trabajado estrechamente desde que coincidieron en el filial del FC Barcelona.

Diplomado en Comercio y Relaciones Internacionales por la Universidad de Barcelona, que llegó a trabajar de dependiente en unos grandes almacenes de Cornellá, se formó como técnico en conjuntos como el Hospitalet, el Castelldefels y el Damm, entre otros, para llegar a la cantera del club azulgrana.

Pasó a formar parte del Barcelona B junto a Luis Enrique, del que ya no se separó. Así, estuvo al lado del técnico asturiano en sus etapas al frente del Roma, el Celta, el propio primer equipo del Barça y la selección española. Vestuarios con estrellas donde de la mano de Luis añadió el conocimiento que le faltaba en el trato con el jugador de elite después de dirigir solo a un nivel menor.

Su especialidad era el estudio de los equipos rivales, análisis de partidos e incluso las acciones de estrategia. Su labor, imprescindible para Luis Enrique. Su unión, más que estrecha.

Tan solo cuando Luis Enrique se tomó un año sabático después de dirigir al Barcelona, Moreno aprovechó para trabajar con otro técnico metódico y amante de la estrategia, con el que también había coincidido en el Barcelona, Juan Carlos Unzué, en el Celta.

Gran estudioso del fútbol, de inagotable inquietud en su análisis, Robert Moreno fue uno de los fundadores de la editorial MC Sports.

Protagonismo del balón y recuperación rápida

En el momento de recoger el testigo, Robert Moreno asegura que su estilo, su camino, es el marcado por la selección española en los últimos años, con protagonismo del balón e intento de recuperarlo rápido. No obstante, deja claro que los técnicos más que depender del estilo que quieren implantar, dependen de los futbolistas, los protagonistas del fútbol. Por eso no cree ser un fundamentalista de nada. No quiere ir contra la naturaleza de ningún jugador.

Los problemas familiares graves de su amigo Luis Enrique, con la consiguiente renuncia de este al cargo, le abren las puertas de su gran reto como primer entrenador, nada menos que la selección española.

Ya ocupó el banquillo cuando el asturiano tuvo que regresar desde Malta antes de que La Roja jugara en La Valeta. Repitió en Islas Feroe y en el Santiago Bernabéu ante Suecia. Tres victorias y varias ruedas de prensa en las que agradó notablemente por sus mensajes claros y su locuacidad.

De la misma manera lo consiguió de puertas para dentro. Los jugadores se mostraron muy satisfechos con la forma de dirigir al grupo, por su estilo de hablar claro a la cara y destacan sus altos conocimientos a nivel táctico en la estrategia y el estudio del rival. Esa satisfacción se extendió a las altas esferas de la RFEF, contentos por la imagen dada por el equipo y por Robert, con buenos informes internos que han provocado que no se haya valorado ninguna otra opción tras la renuncia de Luis Enrique.

Ahora, aquel técnico que se dedicaba a analizar a los rivales, que era la mano derecha de Luis Enrique, pasa a ser la cabeza visible de un equipo técnico y de una selección que ansía recuperar el protagonismo perdido en los últimos años en los grandes torneos.