«En el mundo real no estábamos preparados para esto». Es la visión de Fernando Ramos, árbitro y jugador de balonmano al mismo tiempo que enfermero, su profesión. Trabaja en la Universidad de Oxford como investigador en los ensayos de una vacuna contra el COVID-19, acumulando horas extra desde que comenzó la pandemia. Y como cualquier ciudadano, nunca se esperó vivir algo parecido.

Él forma parte de esos héroes aplaudidos. Tiene 38 años y vive en Oxford desde hace cinco. Nació en León, aunque con 18 bajó hasta Málaga para acabar siendo «malagueño de corazón». En la facultad se formó, en Oxford se especializó y ahora es parte del equipo clínico que estudia, con personas voluntarias, la eficacia y las respuestas de una vacuna que está en su fase inicial. «Mi trabajo consiste en planificar el seguimiento de los voluntarios, diseñar las herramientas que vamos a usar para recoger datos, estudiar qué efectos secundarios puede tener la vacuna o ver cómo responden estas personas», cuenta a La Opinión de Málaga en una conversación telefónica, después de una jornada laboral en la que se turnan para ser productivos. No se para.

Antes de todo esto, trabajaba de lunes a viernes en la universidad, entrenaba con el equipo universitario por las noches y los fines de semana, de corto y silbato en mano. Ahora, su tiempo gira en torno al coronavirus: «Nuestra rutina de trabajo ha cambiado totalmente. Hemos parado los demás estudios que teníamos. Nos hemos juntado dos grupos de trabajo para acelerar el proceso y enfocarnos en esta vacuna».

La mayoría de los ensayos clínicos del mundo se encuentran en fases iniciales. Ningún experto se atreve a vaticinar una fecha, aunque uno de los biólogos de este grupo de investigadores de Oxford, David Pulido-Gómez, es positivo: «Si todo va bien, podría estar lista en otoño», declaró días atrás en una entrevista para la Cadena Ser.

Se necesitan varias fases para llegar a fabricar una vacuna a gran escala. La necesidad de vencer al coronavirus ha hecho que se estén juntando dos fases en una para acelerar el proceso. Van a comenzar a probar la vacuna con unas 500 personas. En ese contexto se desarrolla la actividad de Fernando. «La fase 1 es sobre todo para analizar los efectos de la vacuna, tanto los síntomas que puede dar como si produce una respuesta en el sistema inmunitario», explica. Es un camino largo y meticuloso y «ningún paso debe saltarse».

Se protege con mascarilla, gafas, guantes y una especie de delantal impermeable al que llaman apron. Fernando no está en primera línea de batalla, compartiendo espacio con los contagiados -«en los hospitales es donde realmente están sufriendo las consecuencias»-, pero conoce la realidad de cerca. «Varios de mis amigos enfermeros se han contagiado, se pasa mal en la distancia», asegura.

Al hilo del material sanitario, aclara que el problema de escasez en los equipos de protección no es algo exclusivo de España. En el Reino Unido ocurre más de lo mismo.

Un árbitro-jugador

Antes del parón, la investigación la compaginaba con su otra pasión, el balonmano. «En Málaga fui a la Federación a preguntar por cursos de entrenador y me ofrecieron uno de árbitro. Lo hice y me enganché». Lleva 15 años arbitrando, recuerda con nostalgia el ambiente de los pabellones de Málaga y Andalucía y reconoce que le sorprendió el «gran nivel del balonmano malagueño». De hecho, el éxito actual de este deporte en la capital, con equipos como el Rincón Fertilidad o el Trops Málaga, no lo ve como una casualidad.

Fernando Ramos arbitró hasta la categoría de segunda nacional y a equipos base como Puertosol, Maristas, Los Olivos, Fuengirola, Mijas o Antequera, entre otros. Hace unos meses pitó la final de la Copa de Inglaterra, una experiencia bonita, como él mismo cuenta, aunque en el Reino Unido no existe esa cultura del handball. Y con respecto al panorama deportivo, todo es similar a Málaga y el resto del mundo. Tampoco allí se sabe cuándo se volverá a competir.

«Vimos cómo estaba la situación en todos los deportes, lo que pasó en España o en Italia y sugerimos parar», dice Ramos, que recuerda que hubo cierta polémica porque se reaccionó algo tarde. «Quisimos parar antes, pero la liga se siguió jugando un fin de semana antes del confinamiento».

Desde tierras británicas se comunica con su familia y amigos, algunos en Málaga trabajando como enfermeros y médicos en los hospitales de la provincia. «Hay unión entre todos los profesionales sanitarios, nos animamos entre nosotros», dice, después de confirmar que los británicos ya han empezado a copiar el gesto simbólico de esta pandemia: los aplausos desde los balcones. También esto traspasó fronteras.

Este árbitro, jugador, enfermero e investigador reconoce estar «preocupado» por la situación, pero con mensaje de orgullo, insiste en el indiscutible buen hacer de la sanidad. «En los hospitales y en la investigación estamos dándolo todo», asegura, como voz autorizada que lo vive desde dentro. Amigos suyos a veces no entienden por qué hace turnos en el hospital en los días que no le toca trabajar: «Es algo natural y es nuestra vocación», es lo que siempre les responde.

Fernando se mantiene prudente y huye de las predicciones, pide paciencia y anima a «quedarse en casa» y ser partícipes de la ayuda.

El balonmano es su prioridad en el aspecto deportivo, pero cuando vivía en Puerta Blanca se asomaba por el Carpena a conocer el «infierno verde». Aquel batacazo malaguista en Dortmund lo guarda en su memoria, también. Sigue echando de menos el buen tiempo costasoleño y una caña con espetito de sardinas, al sol de El Palo, a ser posible.

De momento, mientras el deporte está en cuarentena, aporta su talento para ayudar a lo único que devolvería la absoluta normalidad a nuestras vidas. Esa dichosa vacuna contra el COVID-19.