Promesa cumplida y en tiempo récord. El veterano técnico del BeSoccer UMA Antequera de fútbol sala, Manuel Luiggi «Moli», ha logrado esta semana el tercer ascenso de su equipo de toda la vida a la elite (por primera vez habrá cuatro clubes andaluces). Pero la mayoría de aficionados seguro que desconocen el reto humano que tiene detrás esta nueva hazaña del conjunto con menor presupuesto de la segunda categoría nacional. El propio entrenador tuvo que encarar la pasada campaña el más duro partido de su vida, ganarle la batalla a un cáncer que le obligó a pasar por el quirófano.

Quienes mejor le conocen aseguran que, nada más empezar la recuperación, con el equipo prácticamente descendido en Primera División, empezó a diseñar hace poco más de un año ese proyecto que esta temporada acaba de dar sus frutos. Hay que volver al verano de 2018. Con 67 años de edad, Moli encaraba su segunda experiencia en la elite del fútbol sala español. No quería pagar la novatada tras el anterior ascenso y estaba dispuesto a configurar un bloque sólido con el que lograr por primera vez prolongar el sueño más de una campaña entre los grandes clubes de la mejor liga del mundo de fútbol sala.

Los malagueños jugaron excelentes choques, espoleados por la siempre fiel del Fernando Argüelles. Había muchas esperanzas en aquella plantilla, sin reparar en las limitaciones económicas de la entidad universitaria. Hasta que fue diagnosticada la enfermedad del «catedrático del fútbol sala» y, por primera vez en 26 años (nada más y nada menos), Moli tuvo que cederle el banquillo a su segundo.

Justo en ese momento transmitió fuerza y ánimo a todos los integrantes del BeSoccer UMA Antequera. Pero sufrió en silencio unas circunstancias que, a su juicio, podrían condicionar la culminación de lo proyectado con tanto esfuerzo durante muchas temporadas. Y sacó entonces carácter, como aseguran sus allegados, para ganar el gran partido de su vida. Logró volver al pabellón a finales de marzo del año pasado, tras un meteórica recuperación, y así se conjuró por principios para devolver esta campaña a la elite a quienes habían demostrado madera de campeones.

La temporada ha deparado casi de todo. Un buen arranque seguido de unas fiestas navideñas en las que los universitarios encadenaron varios traspiés consecutivos. Y un febrero y marzo excelentes, con los que se plantaron segundos en la semana que dio paso al estado de alarma. En el confinamiento se especuló con que las dos plazas de ascenso fueron automáticas, pero finalmente se ha disputado dentro del Martín Carpena una fase para tres escuadras con acceso directo a la final para Moli y los suyos.

El Irefrank Elche lo puso bastante difícil y hasta el último suspiro luchó por ganar el duelo (no le valía el empate). El definitivo 4-3 fue el resultado definitivo para un ascenso saboreado como «regalo divino», como lo calificaría después el propio Moli en presencia de su presidente, Pedro Montiel.

«Ha sido bastante emocionante porque la pasada campaña, estando en Primera División, tuve un percance. Lo viví tranquilo porque estaba Tete y, además, logré reincorporarme antes de que terminara la competición. Esta nueva temporada empezó muy bien, porque terminamos la primera vuelta primeros. Sin embargo, tras las fiestas navideñas sólo sumamos un punto en cinco partidos y nos recompusimos ganado en el campo del filial de ElPozo Murcia», recuerda.

Lo peor en estos últimos meses, según finaliza, «la incertidumbre». Hubo que preparar, en 14 días, «jugarte el ascenso en 40 minutos». Y salió cara, «gracias a que minimizamos errores respecto al rival».