Qué raro parece escribir sobre las finales de la NBA en octubre, cuando aquí se está disputando la cuarta jornada de la Liga ACB o la Euroleague acaba de comenzar. Pero esta es la realidad que nos ha tocado vivir este año y menos mal que se puede hablar de las finales y no de que se suspendieron.

Hay que reconocer que la NBA ha demostrado una magnífica organización en este final de temporada. Ellos han creado una burbuja en Orlando, en pleno Disney World, donde llevan conviviendo desde que se reanudó la competición toda las personas que tienen que ver con la organización de este final de temporada. Y llevan meses allí encerrados. Es evidente que hacer que vivan estrellas de la magnitud de la NBA durante tanto tiempo en el mismo sitio necesita de una serie de necesidades especiales que solo están de la mano de la NBA y su dinero, porque barato seguro que no es...

Pero a cambio la NBA ha conseguido unos índices de audiencia muy superiores a los últimos años, al contrario de lo que piensa Trump. Seguro que habrá ayudado que era el único baloncesto que se podía consumir y que han sido lo suficientemente inteligentes como para cambiar los horarios de los partidos en la recta final de la fase regular para que más espectadores en el mundo tuvieran posibilidad de ver los partidos. Este detalle lo han agradecido los seguidores del baloncesto americano.

También habrá conseguido este formato que otros menos aficionados a este básket se hayan acercado a ver jugar a unos jugadores impresionantes. Ha sido muy curioso ver jugadores que aquí conocemos muy bien como Luka Doncic, Jovic o Goran Dragic siendo dominantes en aquella liga. O descubrir jugadores como Tyler Herro o Jamal Murray. O seguir disfrutando de ver jugar a las estrellas de siempre como Lebron James o Anthony Davis.

Seguro que igualmente muchos seguidores al básket europeo habrán descubierto un baloncesto diferente. Diferente porque la regla de los tres segundos defensivos, que obliga a todos los defensores a seguir a su ajuste y no estar pendientes de ayudar. Este factor hace que los equipos hagan un baloncesto muy abierto, buscando aclarar la zona para poder atacar la canasta en 1x1 o bien jugando sin balón, con cortes desde el lado contrario al balón.

Esta propuesta ofensiva favorece el tiro de tres puntos y que se comparta el balón entre todos los jugadores para mantener las ventajas que se generan en 1x1. Es un baloncesto donde el «pick and roll» es más un recurso que una obligación y donde se juega ofensivamente por conceptos y no con sistemas, a diferencia de lo que sucede aquí en Europa.

Esta forma de jugar tan exterior potencia la idea de jugar con «small ball», que no es otra cosa que jugar con 4 jugadores totalmente exteriores y solo un pívot. Pívot que en muchos casos es otro exterior más, capaz de amenazar también desde la línea de tres puntos. Con esta concepción de estilo de juego se ha presentado precisamente en la final Miami Heat, un equipo que ha jugado a un magnífico nivel en la burbuja de Orlando perdiendo tan solo tres partidos de los 15 que han disputado en los play off de su conferencia.

Los Heat se están enfrentando en estas finales a Los Ángeles Lakers, el conjunto más físico del mundo, que propone un juego basado en un «big ball», es decir, jugar con tres hombres grandes a la vez, gracias a que sus dos máximas estrellas, Lebron y Anthony Davis, son dos jugadores con un físico tremendo, pero a su vez con un juego muy exterior. Los Lakers han llegado a las finales con más dificultades que los Heat, pero se han mostrado invencibles en series largas porque su plantilla es la más física de la NBA. Frank Vogel, su entrenador, tiene un equipo que puede adaptarse a jugar «small ball» si las condiciones del rival lo precisan. Además de poseer la mejor plantilla, él ha hecho valer su fama como gran entrenador defensivo y, además, ha conseguido crear un juego de contraataque letal, jugando en ocasiones a posesiones de seis a ocho segundos.

Por desgracia, Miami se ha presentado a esta serie final con varias bajas de jugadores muy importantes, que sumado a la superioridad que ya de por sí tienen los Lakers, quizás puedan deslucir estas finales. Pero no por ello se deja de disfrutar viendo este baloncesto de tantos quilates.