Nada más puro que la ilusión de un niño, a los que resulta misión imposible arrebatarle un deseo. Por muy improbable que parezca. En el año 2008 nació en Marbella un apasionado de la velocidad, la adrenalina y la victoria. Pablo Olivares tenía tres años cuando aprendió a montar en minimoto, «una china y con dos ruedines a los lados». Ahora, con 12 años, acaba de proclamarse campeón de España de Minimotos y ha conseguido una beca para pasar a la siguiente categoría, con motos de 150 cc y en circuitos de velocidad como el de Jerez. Sueña en grande, porque así se sueña en la infancia, para lograr el podio más ambicioso: ser como su ídolo Marc Márquez.

Su talento sobre la moto no pasa inadvertido para los que siguen sus carreras. Tanto es así que ya despertó en su día el interés de los pilotos Aleix Espargaró (Moto GP) y Julián Simón (Moto 2). Ambos están pendientes de su progreso y Espargaró le ayuda con material: algún que otro casco o neumáticos para su moto. Cosas que cuestan una pasta. «Aleix percibió su talento y desde entonces se fijó mucho en él y le da la mano», cuenta su madre Alexandra Rodríguez, que no duda en afirmar que lo de su hijo le viene de cuna. Y no precisamente heredado de familia. «A su padre le gustan las motos, pero lo que es competir, no le viene de nadie. Le gusta desde que tenía 3 añitos, que escuchaba el acelerón de una moto y su cara te lo decía todo», recuerda entre risas.

Este malagueño de padres madrileños vive en Benalmádena Pueblo, pero quizá haya hecho más kilómetros que muchos en una vida entera. Toda pasión requiere su sacrificio y en este caso concreto es gigantesco. Entrenamientos tres veces a la semana y las competiciones allá donde toque. Ha llegado a correr en circuitos de Portugal o Italia, donde precisamente alcanzó su velocidad máxima hasta el momento, 120 kilómetros por hora.

Que lo del sufijo «mini» en la palabra minimoto no lleve a confusión: esas pequeñas y aparentemente inofensivas motillos vuelan sobre el asfalto. Con el peligro que ello conlleva. «Es un dilema al principio porque dices, Dios mío, no quiero que lo haga, pero es su decisión y su forma de vida. Es doloroso, se pasa muy mal, no voy a mentir. Los entrenamientos los tienes ya normalizados pero en las carreras se sufre muchísimo».

Su madre no esconde esa tensión constante que intenta relativizar. Cada carrera con final feliz es un alivio y una alegría, porque normalmente Pablo Olivares se sube al podio. El niño les ha salido competitivo y con gen ganador.

Lo primero es lo primero

El joven Pablo tiene claro el orden de las prioridades. En el puesto número uno están, por supuesto, los estudios. «Él tiene que agudizar el ingenio para los estudios. En casa no hemos tenido problemas con él, no nos ha fallado en ningún momento. Este año ha entrado en el instituto. Es muy tenaz porque sabe que si no estudia no va a tener su recompensa, que son las motos». Lo lleva todo para adelante, carreras y exámenes, buenas notas y triunfos. Y si se tiene que faltar a un entreno, se hace: «Entrena martes, jueves y sábados en semanas que no hay competición. Pero sabe que tiene que poner mucho ahínco en los estudios para poder sacar tiempo para el resto. A veces no pueden ser los tres días y son dos. Vamos siempre compaginando», explica Alexandra.

Saca tiempo de donde no hay para cumplir con su deber y su querer. De momento la fórmula le no le priva de llenar sus vitrinas. Campeón de la Copa Sur, subcampeón de la Copa Nacional de Anpa, campeón de Andalucía MiniGP, primer vencedor de la Copa Dani Rivas o recientemente campeón de España de MiniGP 110 4T que organiza la Real Federación Motociclista Española (RFME). Este último, el que le ha servido para obtener una beca, es un torneo que en su día también ganaron grandes pilotos españoles como Dani Pedrosa, que lo consiguió en 1998, después de dos años en el podio.

El lado menos bueno

Como todo deporte que requiere una gran dedicación, tiene su precio a pagar. El del motociclismo base es el poco apoyo económico que reciben los pequeños corredores, por mucho que alcancen el éxito. Es un deporte muy caro, no al alcance de cualquier familia. «No reciben apenas ayudas después del sacrificio que conlleva. No perciben nada hasta que no llegan a ser pilotos profesionales. Además de eso, si no hay podio no habrá beneficio económico. Los propios niños son conscientes de esto y saben que tienen que darlo todo en la pista para alcanzar su sueño», lamenta su madre, que no duda en ser clara: «Saben que solo vale ganar. Si no destacan no son nadie». Habla de costes que parten desde los 40.000 euros al año. Eso si no se rompe nada y no hay gastos de última hora.

Con sus ventajas y sus obstáculos, la ilusión de Pablo Olivares sigue alimentándose carrera a carrera. Tiene la próxima este mes en Campillos, donde luchará por el Campeonato de Andalucía en su categoría. Seguirá yendo a entrenar y también estudiando. Seguirá ganando y entusiasmando con su talento. Pero, sobre todo, mantendrá un objetivo que su madre exclama llena de orgullo: «Su sueño es ser piloto de Moto GP... y lo tiene clarísimo».