Había que ganar y se ganó. Y de paliza. Sin alardes, eso sí, pero sin dar concesiones. Con poca brillantez y espectáculo, pero sin permitir que el rival arañara una sola pulgada. Así, el Unicaja se apuntó la victoria. Por 30 puntos. Y ahora ya tiene reservado en la agencia su billete de ´clase turista´ para los ´play off´. Los trámites y gestiones están ya hechos. Habrá que ir a Granada a recogerlo el próximo sábado y a pagarlo una semana después, en el Carpena, contra el Caja Laboral. En un partido que huele ya una barbaridad a preparativos para lo que se viene encima, a lo que llevamos masticando durante todo el año.

Sin embargo, lo más importante del día –al margen del nuevo petardazo del equipo de fútbol– no sucedió en el Palacio de los Deportes. Casi 600 kilómetros hacia el norte, el Real Madrid ponía en juego su segunda plaza contra el Caja Laboral. Y ganaron los vascos (74-80). Y eso quiere decir que si la Fase Regular acabara como está ahora, que es lo más lógico –el Madrid tercero y los verdes sextos–, los dos se cruzarían en los cuartos de final por el título de Liga. Será una serie, si nadie lo remedia, a tres partidos y con ventaja de campo para los blancos.

Salvo carambola extraña, eso es lo que hay. Porque, a falta de dos jornadas, los vitorianos adelantan en un triunfo a los merengues, con ´average´ para los de Dusko Ivanovic. Y, la verdad, no veo yo perdiendo al Baskonia dos encuentros seguidos ante Lagun Aro y en Málaga. ¡Qué cosas tiene el destino!

Decía Ettore Messina la pasada semana, sin ir más lejos, que no quería ver ni en pintura al Unicaja en los ´play off´. Quizá prevenido por lo que hizo su compatriota y amigo Sergio Scariolo en su día, cuando ´su´ Unicaja eliminó, siendo octavo en la Fase Regular, al Real Madrid, brillante campeón. Pues si no quería caldo, Ettore, tenga usted dos tazas.

El Unicaja consolidó ayer su sexta plaza. No es un puesto para tirar cohetes. Ni para sacar pecho. Ni siquiera para alegrarse. Pero es lo que es. Y hay que aceptarlo –que no darlo por bueno– tras contemplar cómo ha discurrido esta extraña temporada. Lo de ser quintos suena a sudoku complejo. Pero hay opciones. Veremos qué hace hoy el Cajasol en Valencia. De cualquier forma, aún debería perder otro partido más. Y los de Los Guindos, vencer en Granada y luego al Caja Laboral.

Por eso, y con Estudiantes y Gran Canaria pisando los talones, más Bizkaia Bilbao, CB Granada y DKV Joventut a la espera de un descalabro propio, ganar ayer era importante. Aunque fuera ante un equipo que ya había hecho los deberes obteniendo la salvación a tres jornadas del final de la Liga.

El único susto que se llevó ayer la poquísima gente que acudió al Carpena fue el 5-8 de salida del Blancos de Rueda, que contestaba, airado, con un 0-8 el parcial inicial de 5-0 de los malagueños.

Quien quisiera vivir emociones ayer sabía ya de antemano que o se iba a La Rosaleda o hacía paracaidismo. En el Carpena había poco que rascar. Fue un arranque de raza y acierto de Carlos Jiménez, tan vital en este equipo a sus 34 años, el que definió el rumbo del duelo. Hacía falta sólo un empujón para recordarle al equipo de Valladolid que ya estaba casi de vacaciones. Los 11 puntos en menos de seis minutos catapultaron al Unicaja hacia la victoria.

Se marcó una máxima de 12 puntos (24-12, min.9) en el primer cuarto y de 21 en el segundo (47-26, min. 19). Y llegó hasta los 22: 52-30. Sabemos desde hace tiempo que mantener el nivel de exigencia ante un equipo que no propone nada es ciertamente complejo. Sucedió ayer de nuevo. No fue la zona de Porfi Fisac la que le hizo daño al Unicaja. Fue su propia desidia la que le llevó a reducir su renta a los 11 puntos, justo la mitad, antes del último cuarto: 59-48. Saúl Blanco, en franca mejoría y olvidado su horrible partido en Barcelona, anotó dos triple, asistió a Printezis y, tras otra ´bomba´ de Berni, puso las cosas en su sitio: 70-48 (min.33). Y asunto resuelto.

La diferencia alcanzó los 25 puntos y llegó a los 30 del final. Antes Saúl Blanco se llevó el merecido aplauso de la grada. El asturiano por fin se siente importante.