Con provocación y una cierta dosis de chulería. Así respondió ayer Aíto García Reneses a los gritos de la grada del Carpena pidiendo –implorándole– su marcha del banquillo cajista. A tres segundos del final, con 48-67 a favor del Gran Canaria, el equipo eliminado de la Copa del Rey por segunda temporada consecutiva y la grada esperando el bocinazo final para pitar a diestro y siniestro, a la mente maquiavélica del que ha sido el mejor entrenador español de los últimos años no se le ocurrió otra cosa que pedir un tiempo muerto. Su inexplicable comportamiento desembocó en un escándalo mayúsculo en la grada y dejó pálidos a los miembros del consejo de administración que desde el palco aguantaban otro fiasco del otrora ´grande´ y cada día más diminuto Club Baloncesto Málaga.

Se pueden hacer todas las lecturas que se quieran de semejante decisión, pero todas conducen a lo mismo: fue una falta de respeto injustificable e imperdonable. Su posterior argumentación en la sala de prensa fue la de querer organizar una última jugada para «mejorar el average pensando en el final de la Fase Regular». ¿Y por qué ayer? ¿Por qué no en cualquiera de sus más de cien partidos anteriores en el banquillo costasoleño? La única verdad es que a esas horas, don Alejandro se veía más fuera del club que nunca y fue su reacción de orgullo hacia la grada diciendo «aquí estoy yo y me da igual lo que me gritéis y todavía más lo que me digáis».

El tiempo muerto fue el epílogo a otro partido aciago de un equipo con encefalograma plano desde hace varias semanas, incapaz de ejecutar con rigor un solo sistema de ataque y con un jefe en el banquillo al que una de dos: o sus jugadores no le hacen ni puñetero caso o es que se ha quedado sin ideas para guiar a su tropa. Si es lo primero, malo. Y si es que su baloncesto se ha quedado obsoleto, peor todavía.

Fue lamentable. El Unicaja lo tenía todo de cara. El Gran Canaria es el peor equipo de la Liga ACB fuera de casa. Llegaron al Carpena con el paupérrimo balance de una victoria y siete derrotas fuera de Las Palmas. Habían caído en Valladolid, en San Sebastián, en la pista del Estudiantes, en Vitoria, en Sevilla, en Valencia y en el Palau Blaugrana.

Parecía imposible dejar escapar una oportunidad así. Había que ganar y mirar de reojo a la Caja Mágica para ver la diferencia por la que el Real Madrid superaba al Fuenlabrada. Después de una primera vuelta horrorosa, las carambolas de última hora había colocado a los verdes en una situación idílica. Pero no hubo ni opción. Desde el primer minuto se vio que no había manera.

Fracaso estrepitoso

El Unicaja no jugará la Copa del Rey de Madrid porque no se lo ha merecido. Porque ha perdido seis de sus últimos ocho partidos de Liga, porque ayer sólo fue capaz de anotar 4 puntos en todo el segundo cuarto, porque la plantilla está ´muerta´ y porque hacen falta al menos dos jugadores que impriman algo de carácter –además de solucionar el vacío de poder que se muestra desde el banquillo–. Con este panorama es imposible progresar.

La ´no´ Copa del Rey supone un fracaso estrepitoso para el club verde. Y de él no se salva nadie. Desde el presidente hasta el que abre la puerta del Martín Carpena todos los días a las diez de la mañana para que los jugadores se entrenen. Todos son culpables. Es injustificable que un equipo con el tercer mejor presupuesto de la ACB se quede en casa y que el Valladolid, el DKV, el Bilbao o el propio Gran Canaria estén en la cita del k.o, en el torneo de torneos del deporte nacional.

El partido fue un quiero y no puedo para los cajistas. Sólo en el primer cuarto pareció que el objetivo estaba al alcance. Un 13-8 fue lo más cerca que el Unicaja tuvo la Copa. A partir del primer parón (15-14) todo fue a peor. El 19-26 del descanso ya hizo presagiar lo que se venía encima. En la Caja Mágica, a esas horas, el Real Madrid ganaba 39-31 al ´Fuenla´. Todos cumplían con el guión menos el propio Unicaja.

Parecía imposible que empeoraran las cosas. Pues sí. Green, Beirán y Bramos se empeñaron en estirar el desastre. Un 26-42 a 2.52 del final del tercer cuarto fue ya insoportable. Igual que el 43-63 a 1.30 del final del partido.

Entonces, en pleno desastre general, llegó el tiempo muerto. La gente gritó ´fuera, fuera´, alguno amagó con saltar a la pista y la indignación general subió los decibelios de un Carpena desbordado por la actitud impropia de un deportista de elite.

Se acabó la primera vuelta. Hay 17 jornadas ahora por delante para intentar que el equipo recupere puestos y se clasifique para el play off. Con esta plantilla y este entrenador será imposible jugar las eliminatorias por el título. Urgen los cambios. Es tiempo de reflexión.