Actitud, Buen rollo y Compromiso se convirtieron el sábado en el «abc» que guió al Unicaja a recuperar el sabor del triunfo y una plaza en la zona de play off. Justo las tres cuestiones que más se han echado de menos en los últimos meses, ésos en los que el Unicaja ha pasado de ser un equipo capaz de ganar a cualquiera a un alma en pena con registros negativos más propios de cuando por la calle Larios circulaban los coches, en la tele salían los chipiritifláuticos o al baloncesto se jugaba en Ciudad Jardín.

El Carpena no veía ganar a su equipo desde el 14 de enero. Habían sido 7 derrotas seguidas, entre Liga Endesa y Euroliga. Pero cualquier parecido entre lo del Estudiantes, el Valencia o el Xacobeo y lo de anteayer frente al Lucentum es pura coincidencia. Los protagonistas fueron los mismos, salvo el jefe del banquillo, pero la actitud, las ganas de ganar, el juego colectivo, las caras, los gestos… nada que ver.

El nuevo Unicaja de Luis Casimiro recordó mucho al viejo Unicaja de Chus Mateo. A aquel equipo que empezó la temporada con una marcha más que el resto. Que ganaba los partidos porque sí. Que no necesitaba a ningún jugador por encima de los demás porque había un reparto de roles perfecto y cada cual asumía su papel –principal o secundario-.

Lo del sábado fue una bocanada de aire fresco. El equipo disfrutó en la pista y la afición también en la grada. Las caras de derrota y los brazos abajo de Vitoria, seis días antes, se convirtieron en gestos de rabia y alegría tras cada canasta, tras cada rebote, tras cada balón recuperado. Lo que debería ser normal, pero había desaparecido.

De entre los brotes verdes que se vieron en el Carpena, mención especial para la defensa. Si tomamos como referencia las cinco derrotas consecutivas en Liga con las que el equipo encaró el partido ante los de Vidorreta, la media de puntos recibidos en esta mala racha fue de 79 (90 del Caja Laboral, 74 del Estudiantes, 89 del Lagun Aro, 76 del CAI y 68 del Valencia). El sábado, el Lucentum se quedó en 60. ¡¡19 puntos menos!! que la última media. Casimiro dijo en el primer entrenamiento que iba a empezar por ahí. Porque el equipo defendiera más duro. Y así fue. Los pívots saltaron cuando las torres del rival se acercaron al aro, los bases esta vez sí pasaron los bloqueos, los exteriores flexionaron las piernas y no dejaron tirar con comodidad a sus rivales… O sea, lo habitual cuando prima el compromiso.

En ataque también hubo brotes. Hasta en el cinco contra cinco. Los jugadores circularon el balón y salvo las limitaciones propias del que no sabe ni con Mateo ni con Casimiro ni con Phil Jackson –y lo peor es que tiene un año más de contrato–, lo cierto es que el equipo estuvo acertado hasta sumar 72 puntos, la mejor anotación de las últimas semanas, sin contar los 81 del día del Lagun Aro. Se metieron triples e incluso se corrió. No mucho, pero alguna que otra carrera se vio.

Con el cambio de chip activado y algunos jugadores bajo seria sospecha de que antes no quisieron y ahora sí, el equipo encarará ahora ocho finales más camino del play off. La del próximo fin de semana en la pista del Real Madrid tiene mucho más a ganar que a perder. Después llegarán las visitas al Carpena del Manresa, Barcelona, Fuenlabrada y Banca Cívica; y las salidas a Murcia, Badalona y Bilbao. Habrá que ganar mínimo cuatro partidos. Si los brotes verdes se consolidan, no hay problema: el equipo jugará los cruces por el título. Si algún «profesional» recae en su apatía y contagia al resto, habrá vacaciones anticipadas y la Euroliga habrá que verla por la tele. En sus manos está.