La situación ya es límite. No valen paños calientes. El Unicaja, mal al principio, bien en el segundo cuarto y horroroso tras el descanso, se dejó ayer en Zaragoza buena parte de sus opciones de acudir a la Copa de Vitoria el próximo mes de febrero. Las matemáticas dicen que sí es posible. Que todavía quedan cinco jornadas para sumar victorias y ascender puestos en la tabla camino de los 8 primeros. Pero las sensaciones no son nada buenas y dicen que no. Que es casi imposible. Que este equipo no está preparado para luchar por el primer título de la temporada.

Y es que lo de ayer fue un naufragio total. No se puede decir otra cosa. En la pista y en el banquillo. El equipo parece en estado de shock y a Repesa se le ve superado por una situación inesperada hace sólo cuatro o cinco semanas, cuando todo era de color de rosa y las victorias eran mucho más habituales que las derrotas.

El Unicaja alcanzó anoche el descanso 34-35 y se cayó después de forma estrepitosa. ¿Por qué? Pues no lo sé. Quizás le pudo la presión. No se me ocurre otra excusa. Pero tampoco se puede entender que jugadores internacionales, con pasado en la NBA o curtidos en mil batallas se puedan ahora acongojar por tener que pelear por entrar en la Copa.

Zaragoza no fue esta vez talismán. Hace ya casi 8 años, el Unicaja de Scariolo empezó en la capital maña un trienio mágico Copa’2005-Liga’2006-Final Four'2007 que ahora ya es sólo un lejano y bonito recuerdo del pasado. Ayer se jugaba en el Príncipe Felipe otro tipo de «final». Es verdad que no había un par de azafatas de buen ver custodiando un trofeo a pie de pista rodeado de pegatinas de El Corte Inglés. Es verdad también que no estaba Portela en el palco y que no se dejaron ver tampoco ni el alcalde De la Torre ni Bendodo o Braulio Medel, como aquel día. Pero no es nada exagerado decir que era una «final» ni tampoco que el equipo se borró de ella después de los 20 minutos iniciales. Una pena.

Visitar al CAI en su ambiente pedía de antemano ponerse el mono de trabajo, agachar el culo, flexionar las piernas y currar. Del minuto 1 al 40. Tener paciencia para afinar delante y saber sufrir atrás cuando llegara el posible chaparrón. Pues el Unicaja lo hizo sólo un ratito. Y así, fue imposible.

Dentro del desastre general es justo salvar hoy a Urtasun... aunque esto no valga para mucho. El navarro fue el sustento anotador de los verdes y casi el único que aportó tras el intermedio. Luego tuvieron ramalazos Gist, Vidal o Perovic, pero intermitentes e insuficientes para el bien global.

Ganar era lo único importante ayer. Es cierto. Pero si se perdía había que cuidar lo del average. Pues tampoco. Y es que después de lo de anoche, está claro que si el Unicaja logra el milagro de estar en Vitoria 2013, lo hará entrando en el último segundo. Con sólo 6 victorias en 12 jornadas, harán falta cuatro más en los cinco próximos partidos. El -18 de ayer en Zaragoza encarece un poco más el objetivo al empeorar un guarismo que -nadie lo olvide- será el que decida en caso de empate quién cruza la pasarela y quién tiene que abandonar la «casa» el día que la primera vuelta de la Liga eche el cierre y sólo los ocho punteros (que diría Pellegrini) se vayan de Copas a la capital del País Vasco.

Cada día es más evidente que desde que se ganó en Tel Aviv, en lugar de progresar, el equipo se ha estancado. El Unicaja cada vez tiene menos momentos brillantes y sí más minutos desesperantes. Y de ahí esta situación tan crítica como inesperada, sobre todo después del buen arranque inicial. Los de Repesa alternan pocos buenos minutos con muchos ratos de baloncesto-tostón. Mínimos periodos de brillantez, con cuartos enteros impropios de un equipo plagado de internacionales por diversos países. Es, quizás, el peaje que hay que pagar por la reestructuración total del pasado verano. El problema es que el tiempo apremia y la Copa no espera por nadie.

De momento toca pasar página y mirar a la semana que viene con doble duelo en el Carpena. El miércoles, contra el CB Canarias, equipo tinerfeño recién ascendido. Y el domingo, contra el Barcelona. Sólo dos triunfos pueden devolver el optimismo al entorno verde. Cualquier otra cosa será certificar el primer gran fracaso de la temporada. Yo todavía quiero ser optimista.