Con una naturalidad asombrosa, Carlos Jiménez dejó ayer de ser jugador del Unicaja para convertirse en un miembro del cuerpo técnico. El alero cuelga definitivamente las zapatillas y, desde ayer, los que eran sus compañeros son sus discípulos. La insistencia de Jasmin Repesa y Manolo Rubia no dio sus frutos para que el ya exjugador siguiera en la dinámica del equipo, pero al menos Jiménez continuará vinculado a la plantilla como asistente del croata.

Ayer por la mañana fue al Martín Carpena, pero en vez de hacer pesas y trabajo físico, ya tuvo su primera reunión con el coach y sus otros ayudantes, Curro Segura y Ángel Sánchez Cañete. Y cuando entró en el vestuario para hacer la mudanza de su taquilla hubo un buen rato de socarronería y alguna que otra broma. Jiménez se pasa al «enemigo», al otro lado de la trinchera. Ocupó su taquilla de la sala de entrenadores y trabajó como uno más en el entrenamiento de la tarde.

Vestido con el chándal y el calzado de los técnicos, ahora comienza una nueva etapa en su vida. Le ha pedido al club tener unos días de vacaciones en Navidad. El domingo por la tarde, tras el encuentro ante el Barça, viajará junto a su mujer y sus dos hijos a Madrid para pasar la Navidad, y regresará para Reyes. Jiménez no viajará en la Euroliga y sí que realizará algún desplazamiento en la ACB. Puede que debute en Las Palmas contra el Gran Canaria.

Jiménez está por la labor de sacarse el curso de entrenador y podría obtener una licencia provisional para sentarse, con chaqueta y corbata, en los asientos dispuestos para los técnicos. De lo contrario, ocuparía uno de los lugares, a final del propio banquillo, reservado a médicos, jugadores lesionados y personal del club.

Las dos partes, finalmente, están satisfechas. Jiménez deja el baloncesto en activo y los viajes. Y el club cuenta con él para el primer equipo, como ya le ofreció este verano, algo que el propio madrileño rechazó para colaborar con el equipo infantil. Se le prepara, además, alguna sorpresa en próximas citas en el Carpena...