­Volvió el Carpena. Justo a tiempo. Cuando más lo necesitaba el Unicaja, con el equipo en una situación límite en su objetivo de jugar la Copa, con las primeras dudas acechando el nuevo proyecto de Jasmin Repesa y con cambios en la plantilla en busca de un «reseteo» general. Justo ayer, en un partido para crecer o para morir, el Palacio vistió sus mejores galas.

Fue muy bonito ver otra vez un ambiente así. Dicen las estadísticas oficiales que hubo 7.100 espectadores, pero parecía que había 15.000. La grada apretó desde el primer minuto, presionó todo lo que pudo y la atmósfera creada recordó a ese fortín que hace sólo cinco o seis años llevó al club de Los Guindos a firmar sus páginas más brillantes de la historia. No sé si lo de ayer tendrá continuidad o fue sólo fruto del reclamo del ilustre visitante, pero éste es, desde luego, el camino para que el equipo vuelva a ser algún día un grande entre los grandes.

Se puede decir -y no es exagerado- que la grada jugó ayer su propio partido ante el Barcelona. Que fue clave para llevar al Unicaja al triunfo y que sin su aliento habría sido muy difícil sumar una victoria de muchísimo caché, de las que se recuerdan varios años y que coloca a los verdes en la senda correcta camino de la Copa de 2013. No hay nada hecho todavía, pero sí parece hoy que lo de Vitoria es algo más fácil que ayer y, sin duda, muchísimo más sencillo que hace una semana, al regreso de Zaragoza.

Por cierto, no soy yo amigo de ensañarme con los árbitros y ahí está la hemeroteca para corroborarlo. En 13 años que llevo siguiendo al Unicaja por España y por Europa se pueden contar con los dedos de una mano -y sobra algún dedo­­- las veces que haya centrado mis comentarios en los tres del pito. Es más, si el Unicaja hubiera perdido quizás me habría tragado lo que pienso porque siempre he dicho que quejarse es de equipo pequeño. Pero es que lo de ayer, clamó al cielo.

El arbitraje de Conde (el 27, para los que lo vieron en directo o por la tele) fue sibilino. Igual de malo que el de Martínez Díez y Martínez Fernández. Fueron lo peor con diferencia de un gran día de básket. Se equivocaron casi cada vez que soplaron el silbato, pero sobre todo fue sangrante cuando le escamotearon un triple más adicional a Williams al filo del final del tercer acto o cuando impidieron sistemáticamente a los defensas cajistas rozar siquiera a determinados jugadores culés, una defensa tras otra. Yo entiendo que el Barça debe estar en la Copa del Rey. Admito «pulpo como animal de compañía» y sé que las audiencias y el seguimiento mediático de Vitoria 2013 necesita a los de Pascual. Yo, como aficionado, puede que hasta también lo quiera por el bien del espectáculo. Pero lo que no se puede es ofrecer un concierto de pito tan desafinado como el que dieron ayer estos tres individuos. Y que nadie me diga que la técnica a Tomic fue rigurosa. Ya lo sé. Que nadie me diga que se la podían haber ahorrado. También lo sé. Pero es que creo que eran tan malos que llegó un momento en el partido que no sabían ni qué pitar ni a dónde mirar. De verdad, lamentables.

Árbitros al margen, fue una mañana de baloncesto vibrante, emocionante, intenso y espectacular a partes iguales. De agonía para cajistas y blaugranas, enfrascados en una lucha cuerpo a cuerpo por la Copa que ni unos ni otros tenían apuntada en su libro de ruta cuando arrancó la Liga en octubre. Es lo que tiene no haber hecho los deberes a tiempo. Que ahora llegan las prisas.

El mal momento de juego y resultados en el que llegaban a esta cita el Unicaja y el Barcelona hacía presagiar un partido de pocos puntos, muchos errores y baloncesto feo. Pues nada de eso. Fue un partidazo, con dos equipos luchando a muerte por cada balón, sabiendo lo que estaba en juego y en el que pudo ganar cualquiera en un intercambio final de bombas entre Jasikevicius y Williams que cerró Fran Vázquez con un gorrazo estratosférico a Mickeal.

Ése fue el colofón a los 40 minutos, la jugada que quedará para el recuerdo. Pero la «chapa» del gallego fue tan decisiva como lo había sido en el ataque anterior un triplazo de 8 metros de Marcus Williams, como lo había sido poco antes un rebote ofensivo de Urtasun o como lo fueron la espectacular tarjeta de presentación de Andy Panko ante su nueva afición, el saber estar de Simon, el trabajo de Vidal, la defensa de Dragic... y así sucesivamente todos y cada uno de los jugadores verdes que saltaron al parqué, guiados con mano firme desde la banda por un Jasmin Repesa eufórico después de su primer gran triunfo en el fortín verde.

Para colmo de bienes, el resto de resultados ayudaron. Ya había perdido el Obradoiro el sábado. Y ayer cayeron el Blancos de Rueda y, sobre todo, el Estudiantes. Además, el CAI cedió en Murcia y el Unicaja lo caza también en la tabla. O sea, que el equipo verde, tras varias semanas fuera de la zona noble, pasará la Nochebuena y la Navidad séptimo en la tabla. Por delante quedan dos salidas seguidas a Valencia y Las Palmas, además de la visita del Cajasol de Aíto en la última jornada de la primera vuelta. Con dos victorias -o quizá sólo una-, objetivo cumplido.