La primera ya está en la saca. Los «amigos» del Zielona Gora se fueron calentitos del Martín Carpena. El Unicaja aplicó la receta que tan buen resultado le está dando desde que arrancó la temporada y no se apiadó del equipo polaco, muy endeble, muy poquita cosa. La máquina verde se puso a funcionar desde el calentamiento. Es increíble cómo arranca los partidos el conjunto malagueño. El 11-6 ya estaba en el electrónico antes de que el Zielona se hubiese puesto a sudar. Y con el 23-13 de Fran seguían las pretensiones costasoleñas: defensa, presión y a correr.

A partir de ahí se acabó el partido. Duró una docena de minutos, no más. Cuando el cuadro polaco bajó los brazos, le cayó una tunda muy curiosa (55-27). El parcial fue de 22-3: de 33-24 al reseñado 55-27. Y así hasta el final del partido, con ventajas muy suculentas, con recital malagueño, con minutos para todos y con la misma buena dinámica con la que arrancó el curso hace un par de semanas ante el Estudiantes. Ni hubo partido ni hubo rival (86-52, min.35) y hasta el 101-68.

Este tipo de encuentros, casi de pretemporada aún, le van a venir bien al equipo. Con tantas caras nuevas, desde Joan Plaza hasta Vladimir Stimac, con lesiones largas e internacionales fuera del equipo, la plantilla necesita todavía recorrer muchos kilómetros. Hacer mucha mili. El Olympiacos puso el nivel y mañana, ante el Valencia Basquet, habrá otra prueba de máxima tensión. Pronto llegan este tipo de exámenes, ninguno trascendente, por cierto.

Lo que sí era vital era sacar adelante el choque de ayer ante el Zielona Gora. Porque la Euroliga no perdona un despiste en casa. Ganar en tu pista en la Fase Regular es clave. Y más ante rivales de menor caché, con menos pedigrí. Que no quiere decir nada. Aquí en Málaga estamos curados de espantos. Seguro que recuerdan aún la tarjeta de presentación que nos dejó el Prokom Trefl -también polaco-, en aquella noche de cuchillos largos con Aíto García Reneses. Por eso no podía permitirse el Unicaja el más mínimo despiste.

Y así lo hizo. Presión asfixiante, rotación continua y punto a punto hasta llegar a los 99, con un tiro libre de Stimac a 38.7 segundos. La siempre mágica cifra de los 100 fue para el lituano Kuzminskas (101) tras un pase de Vidal. Lo ejecutó ante la presencia de su compatriota Arvydas Sabonis, uno de los mejores jugadores europeos de todos los tiempos. El expívot estuvo a pie de pista, junto al banquillo malagueño, con varios amigos, arropando a sus hijo Domas. Sus 17 años, su insultante juventud, se pasearon ayer por el Palacio de los Deportes como muestra de lo que está por venir.

El 101-68 refleja lo que fue el partido, que tiene poco que contar, ciertamente. Había que ganar y se hizo. Además, cosechando muchos puntos de renta en el average general. Todo suma.

¿Que el Zielona Gora no tiene entidad para estar en el selecto club de los 24 mejores clubes de la Euroliga? Pues claro, eso es una verdad como un templo. Pero doctores tiene la iglesia y sabrá Bertomeu los motivos por los que concede una licencia sí o sí a un competidor de la Liga de Polonia.

Lo cierto es que el debut en casa cumplió con las expectativas creadas. El Unicaja hizo lo que ha venido haciendo desde comenzó a competir: jugar al máximo. Y con eso tuvo para machacar al Stelmet sin contemplaciones, sin bajar los brazos, sin Toolson ni Urtasun, que nadie lo olvide, ambos lesionados todavía. Quizá el americano, el francotirador verde, el máximo anotador de la pretemporada, pueda tener algunos minutos contra el Valencia. Veremos.

El Unicaja ya tiene un triunfo. Y la próxima semana repite en el Carpena, ante el Galatasaray. Palabras mayores. Un partido que bien merece más de los 4.900 aficionados que tuvo ayer el Palacio. Más, muchos más.