Baltimore, en boca de cinéfilos y amantes de series de culto como «The Wire», también es cuna de grandes jugadores de baloncesto. Alguno ya jugó en Málaga, como Gary Neal. Y otros, ahora en nómina, como William Benson Thomas (1 de julio 1986). Ciudad densamente poblada y con un gran índice de criminalidad, el deporte es una de las mejores vías de escape. Y Thomas, ahora jugador del Unicaja, pronto dio rienda suelta a su juego para sorprender a propios y extraños en la Universidad de George Mason en 2006. Sus padres, Leverne y Debbie, le ayudaron a elegir entre todos los candidatos que llamaron a su puerta tras acabar en el instituto de Mount St. Joseph. Pero George Mason ganó la batalla ante Charleston, Fordham y St. Bonaventure. Will había elegido bien, porque en su tercer año en la universidad alcanzó lo inimaginable: alcanzar la Final Four de la NCAA.

Thomas dejó su nombre en el libro de leyendas del centro, pues sigue siendo el octavo máximo anotador en la historia de la Universidad, con 1.564 puntos en los 131 encuentros que disputó. A pesar de su impacto en la Liga no fue drafteado. El jugador no acababa de encajar allí. Demasiado lento para actuar en el puesto de «cuatro» y demasiado pequeño para actuar como pívot. Así que tuvo que emigrar a Europa, donde encontró buenos equipos de competiciones menores. Tres años en Bélgica (Lieja -dos- y Ostende) y luego a Georgia, al Tbilisi, donde consiguió un pasaporte que le abrió las puertas de las Ligas con más dinero. Llegó así 2012 al Pinar Karsiyaka, donde vivió un buen año en lo deportivo, pero problemático fuera de las pistas. Tanto, que el jugador tuvo que denunciar ante la FIBA, junto a su agente europeo, Mario Scotti, al equipo turco. El organismo le dio la razón y Thomas cobró las deudas generadas: 35.000 dólares en salarios, 2.500 dólares por no cederle un coche y 1.850 dólares por bonus, además de abonar las tasas del juicio.

Se marchó al Avellino italiano, y allí fue donde el Unicaja le echó el ojo. La dirección deportiva, en manos de Manolo Rubia, viendo vídeos de Othello Hunter y Caleb Green, dos de los «cuatro» que interesaban para este año, se fijó en Thomas. Rubia se puso en contacto con su agente y éste le remitió cuatro partidos completos del Avellino ante rivales de la parte alta de la clasificación en la Lega: Sassari, Milán, Siena y Cantú.

Su nombre era uno más en la agenda del club, pero cuando las opciones más interesantes pasaron, Thomas se convirtió en uno de los nombres importantes. Su pasaporte georgiano fue clave y Rubia terminó de atarle en la Liga de Verano de Las Vegas, donde disputó el torneo con Denver. El club cerró su contratación por una temporada y otra opcional. Y llegó a Málaga como un jugador de equipo, un «cuatro y medio» que iba a ayudar a dar estabilidad al juego y que no debía tener demasiado impacto en el juego.

Sin embargo, Thomas se ha revelado como un hombre clave para Joan Plaza. Es el jugador con más minutos en el equipo (23:51), sólo superado por Fran Vázquez (24:03), y acumula 9,3 puntos y 6,7 rebotes, con 14,3 de valoración. A pesar de sus dos metros «pelados» -2,03 según las estadísticas oficiales-, el ala-pívot es el máximo reboteador de la plantilla y cuando él está en pista, el Unicaja tiene el mejor bagaje a su favor: +15,7.

Le da estabilidad al equipo, conoce el juego, defiende, lee cada momento de partido y con él en pista, el Unicaja es más equipo. Casado y con un niño pequeño, el de Baltimore ha pasado de ser un fichaje controvertido a «titularísimo».