El 20 enero de 2011, los aficionados celebraban en el Carolina First Arena que un joven Andrew Goudelock se convertía en el máximo anotador de la historia de los Cougars de Charleston. Y justo en ese momento, la eterna sonrisa del joven Andrew se escondió por unos instantes para recordar cómo había llegado hasta allí, y para mantener fresco en la memoria el recuerdo de una parte de la historia de su familia, que le siempre le acompaña.

Unas semana antes de comenzar la temporada estaba buscando fotos suyas en internet para enviárselas a su madre, cuando se encontró un artículo que tenía décadas de antigüedad y que hablaba de un atleta local que tenía su mismo nombre. Además del nombre había un gran parecido físico. Goudelock imprimió la noticia y se la mostró a su entrenador Bobby Cremins. El veterano Cremins le preguntó: ¿No sabías nada de esto? Andrew desconocía la historia de este héroe local que había muerto hace 25 años cuando sólo contaba con19 años de edad. Toda una leyenda del deporte local y que además era su tío: Andrew Goudelock.

A mediados los 80, Andrew era un joven feliz y con una carrera en el fútbol americano por delante, pero un reconocimiento médico rutinario cambió su vida. El día que fue a ver a su entrenador, Jim Lofton, junto a su madre, nunca imaginó que le iba a comunicar que esa revisión había detectado un cáncer de huesos que una semana más tarde obligó a amputarle la pierna izquierda a la altura de la rodilla. La noticia que nos hubiera tumbado a todos sólo sirvió de estimulo al joven Andrew, que en primavera se presentaba con una muleta en los entrenamientos de su equipo para decirle al entrenador que quería volver a jugar y hacerlo sin prótesis. Para asombró de todos, lo consiguió. Pasó las pruebas físicas exigidas por la competición y jugó como defensa a un alto nivel, aunque algunos días se presentaba a entrenar después de pasar por duras sesiones de radiación y quimioterapia. Pero las malas noticias continuaron, el cáncer se había extendido a los pulmones y tuvo que someterse a varias operaciones. A pesar de ello, no dejó de jugar e incluso disputó el High Scholl All Star de Georgia en la temporada donde fue recibido por una ovación de más de cinco minutos. Después de cuatro años de lucha falleció el 5 de enero de 1986. Su número, el 65, fue retirado y pasó a formar parte de la leyenda del deporte local. Sus hermanos Aaron y Greg hicieron un pacto para mantener el legado familiar, el primer hijo varón que tuvieran llevaría su nombre. Tres años después nació el segundo Andrew Goudelock.

La «Mini Mamba», como le bautizó Kobe Bryant, aprendió mucho de la historia de su tío pero sobre todo, se quedó con su gran lección: no quejarse nunca, no estar cerca de gente que siente lástima por ti, luchar por lo que quieres y, sobre todo, no dejar de sonreír nunca. Esta noche el Unicaja enfrenta un gran equipo con un jugador extraordinario: suyo es el récord de triples de la Euroliga con 10, un anotador superlativo, pero sobre todo, un hombre que pone una sonrisa a la vida. Ojalá cunda el ejemplo.