En el recuerdo particular de cada uno, los castigos sufridos (ya fuera en la familia, la escuela o el grupo al que perteneciera) solían tener pautas y duraciones que se iban pareciendo, con equivalencias que de manera invariable eran conocidas. Según el calibre de la «trastada», tocaba tal o cual castigo.

Nuestro Unicaja, el líder de la ACB que volvió a dar muestras de aguantar el envite que le presenta la competición cada semana y mirar a todos los rivales desde arriba en España, está en una senda más que directa y clara para pagar de forma más que dura por la situación inversa y casi definitiva en la que se encuentra en Europa.

A punto de empezar la segunda vuelta del Top 16, el equipo de Joan Plaza, el mismo que nos deleita con una posición que no teníamos ni en sueños en la ACB, tiene prácticamente en una carpeta de reciclaje virtual las posibilidades de seguir peleando por algo tangible en la Euroliga. Con una primera vuelta en la que ha alargado una peligrosa serie en la que hubo varios partidos «casi» resueltos, pero perdidos, se han ido quedando casi la totalidad de las opciones y en los que ha habido una sensación de faltarle algo más de empuje al equipo.

Esa parte de empuje que se ha echado en falta ha sido la que, desde mi punto de vista, ha condenado a los de Joan Plaza en el Top 16, en el episodio vivido el pasado viernes en Vitoria, frente a un equipo como el Laboral Kutxa Baskonia que está reencontrándose a sí mismo. Esperaba algo más de deseo y ganas de conquistar una victoria que era imprescindible.

Algo inviable para un equipo es estar siempre al borde de la eliminación, sobre todo cambiando de competición, teniendo la necesidad de ganar para no quedarse sin opciones? algo ya sabido, pero ante todo eso esperaba, tal vez como más tolerable, que la ansiedad o cierta angustia atenazara el acierto, pero no me gustó ver esa versión de partido no trascendente que provocó la derrota en el Fernando Buesa Arena y que tiene como consecuencia más que probable un castigo que se atisba duro y extenso en el tiempo.

Que el Unicaja el viernes posterior a la Copa del Rey de Gran Canaria -objetivo más inmediato en el horizonte-, inicie una segunda vuelta que va a sonar a penitencia más que otra cosa, donde los tres partidos de casa (Efes, CSKA y Baskonia) van a poner a prueba la fidelidad de la afición malagueña y los viajes (El Pireo, Milán, Estambul y Nizhny Novgorod) pueden alcanzar el nivel de esos castigos que no se olvidan. Porque ir a jugar al «bolsillo de Rusia» en plena Semana Santa, como aperitivo para el encuentro de Fuenlabrada, es dar una seria oportunidad al equipo de Alberto Díaz y Andy Panko para derrotar al Unicaja. Esta situación es totalmente equiparable y aplicable a cualquier partido tras un encuentro de Euroliga, ahora mucho más cuando ese premio que es la primera competición continental se convierte en un castigo.

Que el próximo mes y medio tenga ese tono de penitencia en cuanto al horizonte que se le presenta al equipo, es una prueba exigente, que debe de servir como experiencia a la hora de evaluar los objetivos reales, tanto los actuales como los venideros, sobre todo porque si de un lado es un objetivo irrenunciable y un premio estar en la Euroliga, los premios hay que disfrutarlos en toda su extensión, no que terminen significando un castigo cuya duración siempre va a resultar excesiva.