­Su discurso, cuando habla públicamente o en privado, no ha cambiado un ápice. Trata de restar méritos a sus números, a sus méritos individuales, y valora únicamente el trabajo del grupo, de cada individuo. Dice que es pronto, que la temporada apenas acaba de arrancar y que todavía no ha sucedido nada importante. Suelta su mensaje cauteloso mientras, con el rabillo del ojo, mira a su novia, que le espera siempre a la salida de cada partido. Sonriente, de aspecto tímido, Mindaugas Kuzminskas afronta su temporada del despegue definitivo. Su juego ha cambiado y su mente, también.

El «Kuza» de esta campaña es un jugador diferente al que lleva ya dos años en Málaga. En su tercera temporada -la última de su contrato-, el alero de 2,05 metros y recién cumplidos los 26 años (el pasado lunes sopló las velas) ha sufrido una especie de metamorfosis, una doble evolución: en el plano físico y en el mental. Ha llegado a Málaga después de trabajar duro este verano y tener un rol más protagonista con la selección lituana en el Eurobásket. Ha ganado varios kilos de músculo, y eso le ha hecho sentirse más fuerte y poderoso. El «Kuza» de los últimos años salía a tapón recibido por partidos. En ocasiones, hasta dos. Ahora es él el que incluso tiene el lujo de ponérselo a Trever Mbakwe, como ocurrió el jueves en la pista del Maccabi.

Era un partido que tenía señalado en rojo. Él mismo confesó ayer en su cuenta de Twitter que el rival de Tel Aviv era el único equipo de Euroliga al que jamás le había ganado. Derribada esa puerta, el báltico ni tiene ni se pone límites. Especialmente, porque ha vivido una liberación mental.

El cuerpo técnico decidió este verano darle vía libre a su crecimiento quitándole una tara que no podía derribar. Carlos Suárez ha sido una especie de freno para él. El gran rendimiento del madrileño y la fe cierta que Joan Plaza tiene en él habían dejado a Kuzminskas en un segundo plano en citas importantes. Plaza decidió reubicar al mejor alero del baloncesto español en el puesto de «cuatro», algo muy similar a lo ocurrido hace algún tiempo en el Unicaja con Carlos Jiménez. Su recambio ha sido Dani Díez, el «Mejor Joven» de la ACB 2014/15. Es decir, una especie de Kuzminskas cuando el pipiolo lituano aterrizó en Málaga, previo pago de unos 300.000 euros del Unicaja a su antiguo club, el histórico Zalgiris Kaunas. Con su situación más «aclarada», el lituano se ha sentido mucho más cómodo y resuelto. Cumple ya cuatro años con Plaza y, aunque a veces su paso por el banquillo resulte extraño, él ya está habituado a ese método. No necesita tener muchos minutos para producir. Sale y enchufa, como demostró en «La Mano de Elías», con cinco puntos consecutivos tras salir a pista con menos de cuatro minutos y sólo dos puntos arriba.

«Kuza» se ha convertido en el referente del Unicaja, uno de los pocos clubes invicto de las grandes Ligas de Europa. Y le ha llevado a ser, probablemente, el «tres» alto más en forma de todo el básket continental. Hay pocos que le pueden discutir semejante honor. Sin Sonny Weems (de vuelta a la NBA) ni Deshaun Thomas (en busca de un equipo NBA) con Luigi Datome en pleno proceso de readaptación en el Fenerbahce, el nombre de Kuzminskas se realza en ese puesto tan específico. Pocos, muy pocos pueden discutirle su sitio en ese podio virtual en el baloncesto europeo. Repasando momentos de forma actuales quizá el italiano Alessandro Gentile pueda rendir a un nivel similar que el del jugador del Unicaja. Se espera que Emir Preldzic demuestre todo lo que lleva dentro ahora en Darussafaka y que Bogdan Bogdanovic siga con su crecimiento en el Fenerbahce. Lo cierto es que tras la marcha de a la NBA del croata Rudez (CAI), el griego Papanikolau (Barça) -ahora cortado por su franquicia- o el croata Bogdanovic (Fenerbahce), el «tres» alto de talento no abunda. Salvo, claramente, si se apunta a Kuzminskas.