Hace apenas un par de días nos encontrábamos con la desagradable y decepcionante noticia de la exclusión del Unicaja, con casi total seguridad, en los nuevos planes de la Euroliga, tras una cerrada reunión que dejaba de lado al conjunto malagueño.

Con el supuesto argumento de ganar en calidad, se proponía una reducción de la competición a 16 equipos, de los cuales once, los titulares de la licencia A e integrantes, como no, de esa famosa reunión, tenían asegurada su participación en los próximos diez años, mas otras cinco plazas en las que a día de hoy el Unicaja prácticamente tiene imposible participar.

Decisiones de despacho que en la mayoría de los casos suelen ser tremendamente injustas con la realidad del parqué. Se escudan en conseguir una competición de mayor nivel dejando reducida la misma a los equipos con mayor potencial y talento, pero dejan fuera a uno, el malagueño, que lleva (sin contar esta temporada) los diez últimos años sin dejar de faltar al Top 16, y no precisamente por méritos extradeportivos, sino porque se lo ha ganado en la pista y en muchas ocasiones también en la grada.

Esto parece que tiene poco peso a la hora de tomar las decisiones y que priman mucho más otros intereses. Pero como ya comentaba hace unas semanas, un equipo «grande» cuando se lleva un revés, por muy importante que sea, siempre reacciona de la mejor manera y contesta con mas fuerza aún.

Y el Unicaja, que es un «grande», ha respondido como lo hacen los buenos deportistas, en la pista, tumbando al todopoderoso CSKA y nada menos que en su propia cancha, clasificándose para el Top 16 un año más y acabando esta jornada, y ya llevamos cinco, como único conjunto invicto de la Euroliga, esa competición que lo ha ninguneado y de la que supuestamente no ha pasado la criba de la calidad.

Al final, el deporte como tal, cuando le quitas todos esos aditivos que siempre se adhieren a su alrededor, pone a cada uno en su sitio, y la pista y el balón siempre tumban y dejan en evidencia muchas de las decisiones que se toman en los despachos.

Ojalá los méritos que está acumulando el cuadro de la Costa del Sol en esta edición de la máxima competición europea no caigan en saco roto, aunque dudo mucho que eso vaya a ocurrir. Eso hace que entre todos los aficionados malagueños haya una mezcla de orgullo, satisfacción y euforia contenida por ver la trayectoria de nuestro equipo junto con un sentimiento de profunda rabia y decepción por el trato recibido.

Y dicho esto me gustaría terminar intentando dejar de un lado, aunque resulte complicado, todos estos acontecimientos y limitarme a disfrutar, como todos los aficionados, de la extraordinaria e ilusionante victoria en Moscú.

Ayer fue de esas noches en las que uno se siente especialmente orgulloso de sus colores, ganar en una pista como la del CSKA no está al alcance de muchos. Y es que después de un majestuoso encuentro y tras un mágico último cuarto, el Unicaja escribió otra página de oro en el libro de su historia.

Un golpe sobre la mesa y una respuesta contundente y elegante a los que han mirado hacia otro lado, obviando al Unicaja, a la hora de incluir los equipos en este nuevo formato que se pretender llevar a efecto. Chapeau para Joan Plaza y sus jugadores.