Tres días después de recibir una patada en el culo por parte de los rectores de la Euroliga, decicidos a desahuciar al Unicaja de la que ha sido su casa las últimas 15 temporadas, el equipo cajista pegó ayer un puñetazo encima de la mesa continental, ganando en Moscú al todopoderoso CSKA. Fue tras una exhibición de baloncesto sideral en la pista de un rival atónito ante la demostración de fuerza de los verdes. A lo mejor no volvemos a jugar en Moscú en muchos años -como dijo Plaza en la víspera-, pero que los rusos se van a acordar de nosotros, eso ya es seguro.

Nunca una victoria tuvo más carga reivindicativa que la de anoche. La Euroliga no cuenta con el Unicaja para su nuevo formato. Dicen desde los despachos de Barcelona que quieren hacer una competición más fuerte, pero resulta que menosprecian al que a día de hoy es el mejor equipo del continente. Porque los números no admiten debate: el mejor equipo de Europa viste de verde, vive en Málaga y juega en el Carpena.

Ahí van los datos, por si hay algún despistado: el Unicaja es líder invicto y en solitario del grupo de la muerte de la Euroliga tras disputarse la primera vuelta de la liguilla; el Unicaja es también el único invicto de los 24 equipos que juegan la máxima competición continental -incluidos los 11 que tendrán Licencia A el año que viene- y el Unicaja es, además, el primer equipo clasificado para el Top 16 que arrancará la última semana del próximo mes de diciembre. Es cierto que el pase es todavía virtual porque las matemáticas son lo que son, pero con cinco victorias y cinco jornadas solo por delante para el final de la primera fase, es «imposible» que cuatro equipos alcancen al Unicaja. Eso se lo garantizo yo.

Con la directiva del club muda tras el comunicado de Bertomeu (no sé por qué), los jugadores sí decidieron hablar sobre la cancha. Y lo hicieron jugando un partido perfecto en el que supieron plantar cara a su rival desde el primer minuto, aguantar en el tercer cuarto cuando Teodosic y compañía amagaron con romper el partido (51-42) y rematar al CSKA en un último periodo para enmarcar en el que el mejor equipo de Europa fue un juguete roto en las manos de un Unicaja imparable desde el 6.75.

La de ayer será ya una tarde inolvidable para cualquiera que tenga el más mínimo apego a este club. Éste de Moscú es de esos partidos que quedan en la retina de los aficionados (incluidos los que enfadados han dejado de ir por el Carpena). Y es que fueron 40 minutos pletóricos. Una oda al baloncesto pintado de verde esperanza y ejecutado por un bloque en el que Markovic, Jackson y Kuzminskas ejercieron de primeros espadas.

En pleno debate abierto sobre el futuro de la máxima competición continental, el Unicaja demostró a toda Europa que no fue a Moscú solo a competir, fue a ganar. Por mucho que alguno lo quiera borrar del mapa. Y ojito porque el +8 de ayer en el average con los rusos puede llevar a los de Plaza directamente a ser campeones de grupo al final de la liguilla, lo que podría allanar el camino hacia no se sabe muy bien dónde. Mejor casi ni pensarlo.

Moscú parecía un reto imposible después del revés del martes por la noche con el dichoso comunicado de la Euroliga. El CSKA de los 44 kilos de presupuesto es evidente que está a otro nivel. Ellos viven por y para ser campeones de Europa. No les vale otra cosa. Estar en la Final Four es una obligación para ellos y ganarla su único objetivo. Pero el Unicaja supo cómo y cuándo hacer daño a los rojos. Se apoyó en su rebote ofensivo, en el primer tiempo, y en su tiro exterior, cuando hubo que «matar» al rival. Una perfecta sinfonía dentro-fuera que posibilitó lo que a primera hora de la tarde parecía solo una utopía.

En definitiva: el Unicaja no se rinde. Le han pegado un tiro, pero sigue vivito y coleando. La plantilla de Plaza demostró ayer que tiene un par de huevos -lo siento, pero no se puede decir de otro modo-. Yo lo tengo hoy más claro que nunca: #MalagaEsDeEuroliga.