El partido andaba en un territorio peligroso. El Unicaja había atravesado ya lo peor, tras una primera mitad repleta de errores, imprecisiones, concesiones y horribles porcentajes de tiro. Y trataba de sacar la cabeza del pozo, en el tercer cuarto, a base de triples (5 en ese parcial) y más vitalidad que consistencia. Con 56-53, a siete minutos y medio del final, sucedió algo. Un fogonazo, un chispazo, uno de esos momentos mágicos que, simplemente, a veces suceden en el baloncesto. Se encendió una luz y el Carpena se iluminó y supo, justo en ese momento, que la victoria se iba a quedar en Málaga.

El balón iba ya camino del equipo estambulí, a paso lento, hacia la banda, próximo al túnel de vestuarios. Pero surgió una mano, un brazo, un cuerpo, un espíritu. Nemanja Nedovic, todo talento, huidizo a veces en eso del sacrificio, se lanzó a por ese balón que parecía ya perdido, que ya casi hablaba en turco. Su esfuerzo encontró recompensa y Edwin Jackson encontró la bola, a ocho metros del aro, con escasos segundos ya de posesión. El francés dio un brinco, extendió el brazo, equilibró la muñeca y el balón entró con limpieza en el aro del Darussafaka Dogus. El triplazo, a 7:28 del final, puso el 59-53 en el electrónico.

Esa jugada, esa acción, ese pequeño milagro fue suficiente para ganar el choque. El equipo otomano ya no fue capaz de despertarse. Tardó más de cinco minutos en encontrar la cesta malagueña en el cuarto final. A veces, por el grandísimo trabajo defensivo del equipo de Joan Plaza. Otras, por errores impropios de tíos del talento de Wilbekin o Redding. Pasos, pérdidas, errores... Cuando Redding movió el electrónico visitante, el Unicaja ya había triturado al Darussafaka, ya había pasado por encima de él, ya le había metido 11 puntos de diferencia. Y esa rena, tal y como se había desarrollado el partido, era una sentencia de muerte.

Con 64-53, el Carpena por fin respiraba tranquilo. Un Palacio de los Deportes que llevó a los 7.0o0 incondicionales de siempre. El resto, con salvedades, se posiciona al sol que más calienta. O sea, Real Madrid, Barcelona, play off, partidos señaladísimos... Los que están, los de siempre, vibraron con ese último cuarto de subidón de un caballo desbocado llamado Edwin Jackson, con un mate que hizo temblar los cimientos del Carpena. Su matazo ante Preldzic debe ser ya «viral» cuando usted lea esta crónica. Lo podrá ver en la web de este periódico. Un salto excelso. Como si un potro encerrado clamara por la supervivencia y brincase hasta el aro.

El partido se quedó en Málaga. Con la importancia que eso supone. Comenzar el Top 16 compitiendo, superando las carencias propias y ganando por ocho puntos es un lujazo (lástima ese 70-57). Otro más que nos regala el Unicaja de Plaza en esta Euroliga 2015/16. Era tan importante comenzar ganando que quizá eso provocó una tensión excesiva en el equipo, romo, atenazado, sin claridad.

Y fue Edwin Jackson el que rompió el partido, con 13 puntazos en el último cuarto. 18 en la segunda parte. 20 en total, en un partido que seguro no olvidará porque necesita emociones fuertes como la vivida anoche, con un Unicaja de menos a más, logrando desatarse de esa presión invisible que le tuvo atenazado durante toda la primera parte. No se explica si no ese 33% en tiros de dos y el 20% en triples al intermedio. Y es que al descanso, lo mejor era el resultado: 29-32. Sólo tres abajo. Tras el paso por el vestuario despertó la «bestia», con triples, y dos jugadores que, conscientes de su trascendencia en este Unicaja, remaron a contracorriente. Los puntos de Kuzminskas fueron letales y la experiencia de Hendrix, con puntos, tapones y rebotes, fueron las bases que iniciaron la remontada.

Después, poco a poco, se sumaron efectivos a una causa que nunca estuvo perdida, pero que sí se puso mucho más fea de lo esperado. Nedovic tuvo muy buenos minutos. Siempre como base, no como escolta. Siempre como «uno». Movió al equipo y le hizo correr. Luego Thomas sumó, como siempre. Y el Unicaja logró la hazaña, a lomos de ese épico caballo desbocado que era Jackson.

Ganar era anoche lo único importante. DeMarcus Nelson dejó muy buenos detalles en los 6:51 minutos que tuvo en el segundo cuarto, con tres asistencias. No se le ve ese base «puro» que es Markovic, pero seguro que ayudará. Tiempo al tiempo. Tiene el equipo aún mucho recorrido y Plaza, trabajo por delante. Suárez sigue buscando aún su sitio en el puesto de «cuatro», Fran continúa lejos del Fran que todos conocemos y esperamos y Cooley, tras su tremendo impacto, ha sido relegado a un minuto y medio en pista. A cambio, Alberto va dando pasitos al frente. Son los propósitos para el nuevo año. Para un 2016 con incógnitas y mucha esperanza.