Ver el partido del domingo en Valencia fue, sinceramente, desalentador. Pero oír a los protagonistas tras el partido resultó aún peor y fue descorazonador. Había una especie de satisfacción comedida, como una euforia contenida, porque el Unicaja había «competido» en Valencia, no había «bajado los brazos» y había igualado el segundo tiempo (35-35). O sea, un exitazo. Desde este humilde rincón, mi más sincera felicitación a todos: club, dirección deportiva, cuerpo técnico y plantilla. Ir a Valencia y no perder por 35, como en Las Palmas, era el principio sobre el que edificar el proyecto del partido en La Fonteta. Luego, pasa lo que pasa, que pierdes por 11: 80-71. Y parece un éxito. A mí, ese discurso me parece de club que aspira a poca cosa, de proyecto derrotado y superado, y de objetivos muy mediocres. Como me consta que eso no es así, me dio mucha pena ese mensaje institucional empleado por los responsables que estuvieron en Valencia y que atendieron el micrófono de Cope y al periódico Superdeporte, más allá de la comparecencia de prensa.

Todos sabemos que el Valencia está invicto (14 de 14 en Liga), más allá de la Eurocup -cuyos méritos residen en ganarle a doble partido al Nancy, al CAI, al Ulm, al Venecia y al Charleroi- y que juega a un gran nivel. Eso quedó claro el domingo. Más, por demérito del Unicaja que por acierto local, con la baja de su base titular -Van Rossom- y del excajista Stefansson. Vi, en la primera parte y parte de la segunda, a un Unicaja superado, rendido, a merced del rival. Yo no le vi competir de igual a igual en ningún momento. Ni como equipo ni en el plano individual -más allá de Smith y sus 24 puntos-. Y como el Valencia, salvo que alguien me demuestre lo contrario, está a un nivel casi idéntico al Unicaja -presupuesto, masa social o estructura-, soy de los poquísimos que, parece, ve insuficiente contentarse por perder por sólo 11 puntos. Escuchar a los responsables de la confección de este equipo dar por casi bueno esta derrota me parece angustioso. Y muy triste. Yo quiero que mi equipo salga a darlo todo, en la pista que sea, sin medias tintas, sin mirar presupuestos (ni del Panathinaikos ni del Gran Canaria), que esté bien trabajado, bien dirigido, que sea, al menos, ordenado, agresivo, que tenga un patrón. Pero nada de eso ocurrió en Valencia. Y lo peor es que a alguno esa versión cutre parece que no le duele. Ni sienten ni padecen.

Es el momento de tomar decisiones. El equipo está mal hecho y mal parido. Hay piezas que no encajan, roles mal definidos, jugadores fuera de sitio. Y no hay dinero. El cuerpo técnico tendrá que seguir inventando. Y, a ser posible, que se mejore la idea de que Suárez sea el «cuatro» del equipo. La dirección deportiva ha de ser imaginativa y tomar decisiones. Buenas o malas. ¡Pero está para eso! Buscar canjes, como ése que se ideó entre Nedovic-Lafayette. Aunque a mí «Nedo» me parezca un jugadorazo, pero en una posición que no es la suya. Algo falla. Estamos todavía a tiempo.