Nadie sabe cuánta gente cabe realmente en el Pionir de Belgrado, escenario pasado mañana del Estrella Roja-Unicaja de la cuarta jornada del Top 16 de la Euroliga. Dicen las malas lenguas que hay partidos en los que se pueden contar hasta tres aficionados por asiento. Quizás sea una exageración o quizás solo una manera más de «engordar» el mito que envuelve todo lo que pasa en esta pista, en la cancha más caliente de la Euroliga, en el último «infierno» del baloncesto del Viejo Continente: la Sala Pionir.

Para muchos es un templo, un lugar de obligada visita si te sientes amante del básket, seas del color que seas. Aunque para los que lo visitan como rivales es, simplemente, un infierno. En la Sala Pionir, guarida de los dos equipos de Belgrado (Estrella Roja y Partizan), sale a relucir el amor y la pasión por unos colores, la fidelidad por un club al que se exalta y venera hasta el mismísimo límite. Lo malo es que a veces la pasión derive en fanatismo e incluso en odio.

Lo cierto es que cualquier partido de baloncesto allí tiene asegurado un clima especial. Y el Unicaja lo vivirá en primera persona, este viernes, desde mucho antes de las 20.00, hora fijada para el inicio del partido.

«No se permite traer ningún objeto duro, todas las monedas serán donadas a la Cruz Roja con fines humanitarios»... Así rezaba uno de los párrafos del comunicado que el Estrella Roja publicó en su página web hace ahora poco más de un año, antes de enfrentarse al Valencia Basket, en la pasada Euroliga. «Pedimos por favor a nuestros aficionados que animen sin lanzar ningún objeto y sin el uso de láseres ni de dispositivos pirotécnicos. Cada incidente podría tener consecuencias desastrosas para el club, hacemos un llamamiento a todos los fans de compromiso, lealtad y amor por el Estrella Roja»... Y es que la Euroliga tiene advertido al club serbio de sanciones severas si se repiten en la grada cánticos ofensivos por motivos raciales o religiosos en próximos partidos.

La Sala Pionir está ubicada en el barrio de Palilula. Inaugurada en 1973, por fuera no impresiona, aunque las decenas de antidisturbios pertrechados tras sus escudos y chalecos antibalas que rodean el pabellón te invitan a pensar cuando te vas acercando que te espera más una guerra que un partido de básket.

En cuanto entras al Pionir, sin embargo, todo se vuelve místico. Los aficionados pasan hasta tres cordones de seguridad. Un cartel en cada puerta advierte: «Prohibido introducir armas de fuego». O sea, que ni pistolas ni escopetas. Increíble, pero cierto. Ante esto, sobra decir que las monedas, los mecheros y cualquier otro objeto contundente es siempre confiscado.

Dentro del pabellón, el calor es sofocante, alimentado por la costumbre de los aficionados locales de fumar sin parar, lo que provoca que el partido acabe jugándose en medio de una considerable niebla, con medio pabellón en manga corta y el otro medio, sin camiseta. Las entradas no están numeradas, por lo que hora y media antes de empezar el partido casi no hay huecos en las gradas. Los últimos en llegar ya saben lo que les queda: ocupar escaleras y vomitorios. Antes y durante el partido el ambiente es infernal. Prácticamente no hay un segundo de silencio durante los cuatro cuartos. El griterío es amenazante e incluso violento.

El Unicaja, de todas formas, sabe lo que se le viene encima. El Pionir no es territorio por descubrir. Allí han jugado los verdes cuatro veces, aunque siempre con el otro «dueño» del pabellón como rival: el Partizan. Inolvidable será para siempre la visita del 1 de febrero de 2007. El Unicaja necesitaba lograr una victoria ante los partisanos o, en caso de derrota, que el Roma ganase a la Cibona para pasar al Top 16. Aquella noche forma parte ya de la historia del club de Los Guindos. Medio centenar de privilegiados pudieron vivir en directo un viaje irrepetible hasta la capital serbia. El club fletó un chárter con más de una docena de periodistas, los aficionados, responsables del club y la plantilla entrenada por entonces por Sergio Scariolo. Un triplazo de Pepe Sánchez forzó la prórroga previa a la victoria en el tiempo extra (90-94). Aquella experiencia fue única para todos los que formaron parte de aquel viaje. Una aventura inigualable. Nadie podrá olvidar los cacheos a la entrada, el pase por el detector de metales en busca de armas, el olor a tabaco o el lanzamiento de monedas durante y después de la victoria.

La atmósfera del Pionir es inimitable. El último «infierno» de la Euroliga abre sus puertas pasado mañana para el Unicaja. ¿Quién dijo miedo?