Un Unicaja sin ideas, sin acierto, sin actitud, sin agresividad y sin esa defensa que tanto rédito le ha dado al equipo en lo que va de Euroliga, perdió anoche en Belgrado un partido en el que nunca «asustó» a su rival y en el que demostró, otra vez, demasiadas carencias deportivas, técnicas, tácticas y también anímicas.

El equipo de Joan Plaza falló en una noche europea importante. Es verdad que había mucho más a ganar que a perder -como cada vez que coges la maleta en el Viejo Continente- lo que pasa es que el equipo no ofreció una buena cara ante el campeón de Serbia y eso sí que es preocupante ahora que todas las competiciones están en su punto de ebullición.

No hay manera. El Unicaja no arranca. Alterna partidos buenos y malos sin ninguna lógica. El equipo es una catarata de idas y venidas. La regularidad, desde luego, no está este curso en el libro de estilo de un equipo lejos de lo que cualquiera podía esperar cuando arrancó la temporada, hace ya casi cuatro meses.

La Sala Pionir, esa caja de cerrillas al servicio del Estrella Roja, engulló anoche al Unicaja al ritmo que marcó Jovic en la dirección, la pelea en la pintura de Zirbes, los triples de Simonovic y los ramalazos puntuales de Dangubic, Guduric o Lazic. La verdad es que el rival superó al Unicaja en todo. Estuvo mejor atrás, en la dirección, en el tiro y en el saber estar en un partido de alta tensión en el que o estás a full desde la rueda de calentamiento o te pasan por encima. Está claro que ellos sí entendieron el órdago y los verdes, no. Así de simple.

Si lo de anoche era un examen de carácter, el suspenso del Unicaja es casi general. Se salvaron Alberto Díaz, Jack Cooley... y poquito más. Los llamados a liderar este proyecto no se dejaron ver por el parqué de la capital de la antigua Yugoslavia. No es cuestión de señalar a nadie, pero un dato estadístico resulta aterrador: los dos aleros altos del Unicaja firmaron un -6 de valoración conjunta. Díez hizo -4 y Kuzminskas firmó -2... No comment.

Quizás fue por culpa del partido clave por la Copa de mañana mismo en Madrid o quizás fue por la mística de la propia ratonera del Estrella Roja, pero el caso es que el equipo de Plaza no tuvo ni opción de sumar en Belgrado. Bueno, en realidad tuvo una leve esperanza recién iniciado el último cuarto (60-57), pero entonces le faltó testiculina para acorralar al rival y hacerle dudar. El Pionir, además, ejerció entonces de Pionir. Supo que era su momento, apretó de lo lindo y los Jovic, Simonovic, Guduric, Lazic y compañía respondieron a su gente con un esprint final de partido en el que pusieron al Unicaja de rodillas y mirando para Madrid: 87-73. Más 14 para ellos.

Aunque suene repetitivo, no es una frase hecha: siempre es difícil ganar fuera de casa en Europa. Jugar en Belgrado, además, te exige un pelín más. Todos lo sabíamos. Pero el Unicaja no dio anoche ese plus tan necesario para competir. Este Estrella Roja es verdad que no tiene una plantilla tan «top» como la mayoría de los 15 equipos restantes que siguen vivos en esta Euroliga, pero el aliento extremo de sus aficionados antes, durante y después de cada partido en su pista es lo que hace que esta pandilla de jasp (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados) equilibren las fuerzas con su rival, sea el que sea el que está al otro lado del parqué del histórico pabellón de la capital de la extinta Yugoslavia.

Ellos tienen un cinco inicial de mucho pedigrí, nadie lo niega, pero a partir de la rotación siete u ocho, el Estrella Roja suele exhibir juventud, descaro y proyectos de futuro, pero muy poquito presente. Desde luego, nada que ver con el banquillo, por ejemplo, del propio Unicaja, en el que el último exterior, Nemanja Nedovic, estoy seguro de que tendría un rol titularísimo e indiscutible si vistiera la casaca rojiblanca de los serbios.

El partido tuvo poca historia. Los de Belgrado dominaron desde el primer cuarto y siempre llevaron la iniciativa. El Unicaja hizo la goma, fue y vino, nadó y buscó la orilla, pero nunca fue capaz de discutir la superioridad de un rival que tiene pinta de que va a perder pocos partidos en casa. Cedió la primera jornada del Top 16 ante el Fenerbahce y veremos a ver si alguien más pesca allí. Complicado.

Dentro del mal cuerpo que se te queda después de perder sin tener ni opción de asustar al rival, hay que ser positivos. Y es que la derrota no supone ningún contratiempo grave en la carrera que el Unicaja empezó la última semana de diciembre camino de los cuartos de final de la máxima competición continental. Mientras el equipo siga sin fallar en el Carpena, los partidos a domicilio de esta segunda fase continental serán siempre una oportunidad para crecer. Sin más. Es cierto que ganar ayer habría aclarado mucho el panorama, sobre todo porque dos de los «presuntos» rivales directos, Anadolu Efes y Panathinaikos, también fallaron, pero el traspié serbio tampoco empina la cuesta mucho más de lo que ya está de por sí desde que echó el telón la primera fase y arrancó este topsixteen.

El equipo prepara ya hoy en Madrid la finalísima por la Copa de mañana. Un partido y un desenlace que marcará, seguro, un antes y un después en la presente temporada.