El Unicaja está bastante peor de lo que nos temíamos. El equipo no carbura, ni siente ni pacede, no transmite, no resuelve, se le ve torpe, ansioso, descabezado, sin personalidad, estresado, sin ninguna lectura del juego, de la situación. Tuvo que apelar a la heroica para derrotar a un Baloncesto Sevilla que, con todo el respeto, es ahora muy poca cosa. Tuvo que exigirse un inesperado y desconcertante arreón final para sacar adelante el partido. Y, guiado por Alberto Díaz, por el, en teoría, último jugador de la plantilla, sacó adelante el partido y se quedó -¡menos mal!- con la victoria en un mal derbi.

Alberto está demostrando que es los pies y las manos de este Unicaja. Su orgullo, su escudo, su pundonor. Es de lo poco que le queda a este Unicaja irreconocible cuando lo parieron en verano y que, a comienzos del mes de febrero, está hecho unos zorros, totalmente desconocido, sin brújula. Alberto emergió ayer como el salvavidas, con un triple, con 63-62, que resultó clave. Y remató desde la personal el 71-66 final, con 12 puntos, 3 rebotes, 5 asistencias, 3 recuperaciones y 19 de valoración par el «Zanahorio». Alguno, dentro de esta plantilla, debería ponerse «colorao» de pura vergüenza.

El Unicaja vuelve a menguar, otra vez trasmite malas sensaciones, da zancadas hacia atrás, cuando parecía que, más allá del fracaso copero, el equipo le había tomado el pulso a la situación, había entendido qué se traía entre manos, había repartido roles y comenzaba a sentirse cómodo. Nada de eso se está viendo ahora, nada se percibió ayer en el derbi andaluz contra el Baloncesto Sevilla.

Parecía que el Unicaja iba en línea ascendente hace un par de semanas, pero tres derrotas seguidas ante Estrella Roja, Real Madrid y Anadolu Efes, le han vuelto a colocar en una dinámica tan fea como peligrosa: sin Copa del Rey, sin objetivos a corto plazo en la ACB y con el Top 16 a pie cambiado. No se atisba buen final a esta fotografía de la situación que atraviesa el equipo. El nuevo despegue se esperaba ayer ante el Sevilla y dejó, de nuevo, más sombras que luces.

No fue capaz el Unicaja de darle estabilidad y consistencia a su juego. Se le vio muy frágil, muy cogido con alfileres, en un partido malo de solemnidad, soporífero, repleto de errores, de fallos, en el que, insisto de nuevo, lo único bueno fue Alberto Díaz, más buenos minutos de Dani Díez, con hambre. Y, perdónenme, que Alberto sea el mejor de esta plantilla es duro. Es muy duro. Para pensárselo. Y para reflexionar.

Un 39% en tiro de dos y un 33% en triples firmó el Unicaja en su carta de tiro ante los sevillanos. Unos números que, por sí solos, ya explican esas sensaciones tan negativas que dejó ayer el partido, esa ansiedad exagerada, con errores bajo el aro, con fallos en tiros muy cómodos, con demasiados despistes. Al Unicaja le bastó, contra este Baloncesto Sevilla -que utilizó defensas alternativas al final, con una zona que paralizó al Unicaja-, muy poco para lograr el triunfo. Sufriendo hasta el último segundo, eso sí.

Contra el Lokomotiv Kuban, este mismo partido, puede mandar al Unicaja a la enfermería. Porque los rusos tienen mucho talento. Aunque lo de los sevillanos es digno de estudio: el Unicaja ha perdido cinco de los ocho cuartos en sus dos partidos ante el equipo de Luis Casimiro. Y ese dato habla muy mal del Unicaja. En Sevilla sólo pudo ganar uno y ayer en el Carpena perdió otros dos cuartos más. Pero es lo que hay. Ayer, eso sí, con un Unicaja muy mermado por las bajas y el virus que ha machacado al equipo malagueño. No pudo jugar Hendrix, con un esguince. Y Nelson, Jackson y Kuzminskas jugaron con fiebre. Incluso Plaza confesó que Smith, baja ante el Efes por una crisis asmática, «acabó el partido temblando».

Temblando también finalizaron los 7.000 espectadores que acudieron al Carpena. El Unicaja las pasó tiesas con los centímetros de Balvin, que campó a sus anchas, y pudo con Vázquez y Cooley. Un arreón al final del segundo cuarto dio al Unicaja algo de vida: 39-31. Tras un intercambio de canastas, Nedovic, como base, ayudó al equipo a alcanzar su máxima ventaja, con 11 arriba, tras un arreón impresionante de Dani Díez: 58-47.

Pero con Nedovic y Jackson juntos, sin lectura de juego, el Unicaja entró en colapso ante la zona. Las «bombas» de Bamforth y la decisión del malagueño Alfonso Sánchez pusieron al Carpena en vilo: 61-62. Emergió, por primera vez Fran, para romper la zona. Y Smith, con sus primeros puntos del partido -un triple- fue letal: 69-66, a 1:03. A pesar de algún error más, Alberto decidió desde la personal: 71-66. El Carpena acabó el partido feliz y contento. A mí, sin embargo, el partido me dejó frío y preocupado. Eso sí, con una victoria más.