La temporada amenaza con ser una ruina absoluta para el Unicaja. Cuesta creerlo y resulta durísimo tratar de explicarlo y escribirlo. Un equipo que el año pasado, a estas alturas de curso, era el flamante líder de la ACB, cabeza de serie en la Copa y trataba de remontar, con argumentos, un mal arranque de Top 16. Pero el increíble, inexplicable y calamitoso borrón y cuenta nueva de este verano, la pésima gestión de despachos, la absurda planificación, la renovación de más de medio equipo, la reubicación de puestos y roles, está enterrando poco a poco al equipo y hasta el ánimo de la afición. Una hinchada que no aguantó más anoche, tras la paliza recibida por el Lokomotiv Kuban, y que pitó al equipo. Hacía mucho tiempo, la verdad, que no había «música de viento» en el Palacio. Pero la paciencia del Carpena, de los pocos que quedaban aún y aguantaron el bofetón del Loko ruso, silbaron y se mostraron críticos con el equipo. Nada escandaloso, pero sí extraño y atípico en las tres últimas temporadas.

En poco más de dos semanas, el Unicaja ha arruinado toda la temporada, a expensas ya de un milagro en la segunda vuelta del Top 16 y de otro más en los play off por el título en la ACB. Si el equipo se clasifica, claro está. Cuando ha llegado la hora de la verdad, el equipo se ha caído a plomo. No ha resistido dos cuartos consecutivos. Ha tenido problemas para atacar o para defender. Ha jugado a un nivel muy inferior al de Real Madrid o Anadolu Efes o Lokomotiv Kuban.

Y todo eso ha provocado desazón en una plantilla cogida con alfileres, descabezada sin el lesionado Markovic, con un recambio muy mal fichado, y más ruido exterior (viajes incómodos o problemas físicos -tan reales como exculpatorios-) que hechos, que verdades. El Unicaja se ha desfondado casi en plena línea de salida. No ha llegado nunca a dar sensación de equipo. Porque cuando iba camino de ello, transmitiendo sensaciones positivas, llegó la hora de los valientes, de los hombres, de los equipos bien hechos, de los grandes jugadores... y no lo ha resistido.

Y ahora, esto torna en tragedia. Es un palo realmente duro, durísimo. Ver así al Unicaja da muchísima pena, porque hay muchas ilusiones puestas en este equipo. Pero el Unicaja no responde. No lo hace en la dirección del equipo, con un Plaza que no encuentra soluciones al desaguisado; ni en los despachos, donde los recambios temporeros han sido mal escogidos; ni tampoco en el equipo, sin líderes, sin jugadores que estén al nivel de lo exigido, sin pegamento que una, y con cada cual haciendo la guerra por su cuenta. Eso, el que puede, claro. Alguno ya no está ni para salir al campo de batalla, desgraciadamente.

El fracaso estrepitoso de no jugar la Copa del Rey, el fiasco en este primer tercio de temporada, tenía una única opción de ver la luz amasando victorias en casa en el Top 16, llegando con un colchón a la segunda vuelta. Pero el Unicaja ha tirado la toalla. No se ve por ninguna parte la mano del entrenador, ese espíritu por sumar, por progresar, por salir de abajo. No se ve por ninguna parte, en ningún lado. El Unicaja de Plaza, el de los dos últimos años aquí en Málaga, no bajaba los brazos, no se dejaba ir.

El Lokomotiv Kuban de Malcolm Delaney atropelló al cuadro verde a partir del minuto 14. Con 30-23 para el Unicaja desapareció el equipo malagueño, dejó de anotar (una canasta en juego en casi ocho minutos entre el segundo y el tercer cuarto) y luego bajó los brazos, se borró del partido, se quitó de enmedio. Los rusos jugaron a sus anchas, anotaron de tres una y otra vez (16), corrieron a su antojo y pusieron el average imposible para los costasoleños: 64-82. Otra vez números indecentes del Unicaja: 36,7% en tiros de dos. Probablemente sea un récord histórico.

Con Fenerbahce, Efes y Lokomotiv ya con pie y medio en el Top 8, hay que pensar en ser cuartos. Y, mucho ojo, no es imposible, aunque ahora las sensaciones nos digan que este Unicaja no puede ser capaz de hacerlo. Pero Estrella Roja y Panathinaikos sólo tienen una victoria más. Es posible, no es inviable, hay que creer y poder. Pensar que es posible. Recuperar a la gente, lavar con lejía el vestuario para limpiar ese maldito virus que ha atacado con fiebre a la plantilla, resetear y limpiar las mentes. Hay que pensar y transmitir que sí es posible. Mientras tanto, y perdonen que sea tan pesado, yo no seguiré entendiendo cómo un equipo que fue 21 semanas líderes de la ACB, que estuvo a un triple de jugar la final de Liga, a sólo tres minutos de llegar a la final de Copa del Rey y que se metió, como siempre, en el Top 16 de la Euroliga, fue descabezado, transformado y reconvertido a esta cosa que ahora viste de verde. Insisto con un dato. De la plantilla que acabó la pasada temporada poniendo el Palau Blaugrana patas arriba en las semifinales coperas, ayer sólo jugaron cuatro tíos: Suárez, Kuzminskas, Fran y Thomas.