El Unicaja envió ayer un S.O.S. desde la pista del Darussafaka. El barco es ingobernable. No hay ni patrón ni marineros a la altura de este reto. El Unicaja perdió en Estambul el nombre y los apellidos. Agotó el crédito del proyecto, encabezado por el entrenador y sus hombres. Habituados ya a la mediocridad, acostumbrados a bajar los brazos, transformando en normalidad el hecho de caer por 15 ó 20 puntos un partido sí y el otro también. De seguir así, además de haber perdido su plaza en la Copa y haber tirado por el sumidero las opciones de Top 8, pronto perderá la plaza de play off y, con ella, su puesto hasta en la Euroliga esa de «mentirijilla» que nos va a tocar jugar junto a la FIBA. El día y la fecha en la que el Unicaja será devorado por su propia inacción es cuestión de tiempo, de dejar correr el calendario, como se está dejando morir a este equipo. Pero llegará.

Cuesta creer, de verdad, que llegados a este punto nadie haya tomado aún ninguna decisión potente. Acertada o errónea. Buena o mala. Dolorosa o agradable. ¡Pero algo hay que hacer! Seguimos igual, instalados en la mediocridad. Como hace una semana, dos, tres... un mes. Como antes de esta farsa reflexión copera. Que este equipo vaya a cobrar la nómina del mes de febrero me parece alucinante en estos tiempos que corren. Que el que permitió o los que permitieron (ya no sé ni quiénes son los «padres intelectuales») cargarse la plantilla del año pasado y tratar de inventarse este engendro siga/n tan ricamente...

Aunque hubiese sido por vergu?enza torera, ayer en Turquía tocaba dar la cara, dejarse la vida. El Unicaja venía de ver por la tele la Copa del Rey. Y en juego, todos lo sabían, del primero al último, estaba el único sueño al que agarrarse para salvar la temporada: el Top 8. Pero en vez de ardor, coraje y espíritu vimos tristeza, brazos caídos, pena y un lamentable Unicaja que perdió por 23 puntos (78-55) y que hizo su enésimo ridículo de la temporada. Insisto, que técnicos y jugadores cobren este mes de febrero me parece brutal. Y el que les pague se convertirá en cómplice de los hechos.

Nadie hace nada verdaderamente consistente para revertir la situación. Ni en los despachos, visto lo visto hasta el momento; ni en la pista, donde el Unicaja ya da pena. Amenaza con ser una ruina absoluta, que ya va más allá de todo lo contado hasta ahora. Somos conscientes de que la absurda planificación, la renovación de más de medio equipo del pasado curso, la reubicación de puestos y roles enterraron lo sueños de grandeza de este Unicaja. Pero no hay tan poca materia prima ahí como para salir con la cara «colorá» de todos los pabellones.

No sé dónde está la cabeza de Joan Plaza, que tiene dos años más de contrato, un montante que supera el millón de euros y que no parece que esté en Málaga, en lo suyo, en lo que le compete. No sé si está camino de Barcelona, de Tel Aviv, de Milán o de Estambul, previo pago de su cláusula, claro. Aquí, desde luego, parece que no reside su espíritu. No, al menos, en la versión de los dos últimos años, en los que él y sólo él ha conducido al Unicaja a un terreno confortable, necesario y estupendo. Pero ese entrenador no aparece. De lo contrario, a pesar de sus despropósitos veraniegos, sacaría mucho más a esta plantilla. Es imposible ver más hundidos, descolocados y derrotados a Jackson y Nedovic. Dos hombres muy buenos en lo suyo -y ahí están sus periplos y sus currículums- pero que, sacados de su contexto, de su rutina, de sus modus operandi, de su zona de confort y de lo que saben hacer, se convierten en dos peligrosísimos rivales más. Descolocar jugadores, cambiar roles, desnaturalizar el juego... No parece, en tiempos de crisis, la mejor receta. Jackson es un jugador acostumbrado a vivir con el balón en las manos. Obligarle a reprimir su instinto, a pasar el balón antes que a tirar, puede ayudarle a mejorar en un futuro, pero este Unicaja necesita remedios urgentes. Igual que con Nedovic, el tío con más talento de la plantilla, y que tras el debate de si es un «uno» o un «dos», los caprichos de unos y otros ya le han dejado claro que es un cero a la izquierda. Vive, seguramente, la peor temporada de su carrera deportiva. Al igual que Carlos Suárez, otro al que se le ve totalmente desquiciado... Y podríamos seguir. La lista es larga.

La victoria del Panathinaikos -el rival directo con un average más ganable y próximo visitante del Carpena- ante el Fenerbahce aleja, además, la opción del Top 8 a una distancia sideral, y convierte la segunda vuelta del Top 16 en una travesía por el desierto ingrata y larguísima, sin objetivos, sin nada en juego, con más que perder que ganar y en un agujero negro en el que el equipo seguirá desnudando sus vergüenza sin temor a quedarse en pelota picada.

Duele ver así al Unicaja. Es duro de asimilar. El pasotismo de unos, la inacción de otros, las malas decisiones, las vacaciones de tres días y medio por no ir a la Copa... Todo suma. Pero, esta vez, en contra.