De la capital vizcaína conocemos sus pintxos, el Guggenheim, la gabarra del Athletic, su pasado industrial y todos los tópicos recogidos en la comedia que ha llevado al estrellato a Dani Rovira. Pero hablando de los «Hombres de Negro» y del baloncesto en Bilbao, hoy quiero recordar a la barba más famosa previa al movimiento hipster y un mostacho que protagonizó la Liga de Petrovic.

El barbudo Iturriaga, quien convirtiera en arte la minusvalorada figura del palomero, es el jugador más relevante del básket bilbaíno. Destacó desde muy tierna edad, siendo internacional en todas las categorías, caso único en la historia de la selección española. Tras una carrera exitosa y triunfal con el todopoderoso Real Madrid y una plata de relumbrón en los JJ.OO. de Los Ángeles, retornó al equipo de sus raíces, el Cajabilbao. En su última visita a Ciudad Jardín, en enero de 1990, jugó un muy buen partido al anotar 22 puntos, pero no pudo evitar la derrota ante los «5 fantásticos» de Mario Pesquera. De todos modos, en mi modesta opinión su mejor actuación en Málaga tuvo lugar en noviembre de 2006 cuando el polifacético y mediático Iturriaga (reconvertido en periodista, presentador de TV y escritor de fama y renombre) acudió al Teatro Cánovas dentro el ciclo de «La Música Contada» y compartió con muchos malagueños mil y una anécdotas, historias y sus canciones favoritas en una inolvidable conferencia llena de humor e ingenio.

Y con un par de bigotes, Juan José Neyro, árbitro de raza y carácter. Se convirtió en el centro de atención del quinto partido de la Liga 88-89, señalando más de 40 faltas al Real Madrid de Drazen, que terminó vapuleado por el Barça y con solo 4 jugadores. En unos años en los que el colectivo arbitral no tenía dorsal en la espalda, nadie puede olvidar a Víctor Mas, Fco. Javier Fajardo, Mateo Ramos o Antonio Gallo, que actuaban siempre en parejas como la Benemérita. Sin embargo, ninguno superaba la personalidad de Neyro quien era capaz de sonreír tranquila y socarronamente mientras se secaba el sudor de su bigote con un pañuelo de tela, en cada ocasión que la afición malagueña entonaba su cántico dedicado «Neyro, cab... chu... mari...», fruto de alguna de sus habituales decisiones controvertidas.

Esta tarde no perdamos la oportunidad de despedir como se merece a Raúl López, genio imberbe en los mágicos «Júniors de Oro», que se retira convertido en un auténtico «Hombre de Negro», pero sin barba ni bigote.

@OrientaGaona