­Le iba a estallar la cabeza. Un dolor agudo le impedía concentrarse, prestar atención, casi ni podía dormir. Una migraña. Ése fue el primer diagnóstico para Kyle Kuric. ¿Qué podía ser si no? Kyle es un tipo sano, un deportista de elite que se cuida muchísimo, un chico familiar y hogareño, de apenas 26 años. Pero el dolor era insoportable, iba a más, y la temporada apenas había comenzado. Las alarmas saltaron el 3 de noviembre, tras no poder jugar en Vitoria frente al Laboral Kutxa. Así que Kuric y los médicos decidieron tomarse más en serio esa migraña. Tras una completa batería de pruebas en el hospital Teknon de Barcelona, el diagnóstico fue tan inverosímil como demoledor: un meningioma.

Esa migraña era en realidad un tumor que ejercía una presión insoportable en su cerebro hacia el cráneo. Lo que vino después ha conmocionado a Las Palmas y a todo el baloncesto español. Ningún aficionado, de Málaga, Badalona, Zaragoza o Madrid, ni siquiera el curioso que haya conocido su enfermedad de refilón, no ha sentido una desgarradora sensación al conocer su historia. La de Kyle Kuric (Evansville, EEUU, 1989). La del jugador de baloncesto del Herbalife Gran Canaria. La del marido y padre de familia, cuya mujer (Taraneh), con los ojos ensangrentados en lágrimas, sostenía a sus gemelos, con unos meses apenas de vida, antes de la operación, sin saber si aquella era la última vez que iba a ver con vida a su marido.

Porque el escolta del equipo insular entró en el quirófano, el 5 de noviembre, como él mismo confesó después, consciente del grave riesgo que corría. «Me acuerdo de besar a mi mujer, a mis hijos y de entrar al quirófano. Tras la operación no sabían si iba a poder volver a hablar o caminar», dijo al periódico La Provincia. «Cuando el dolor era tan fuerte pensé que en el caso de Skyler -el hijo de Levon Kendall, exjugador del Herbalife Gran Canaria-. Estaba muy desorientado, perdía el equilibrio, mi nivel de conciencia no era bueno, incluso a veces me era difícil hablar», aseveró al diario grancanario.

Le operaron después de urgencia, porque la inflación interna amenazó seriamente su vida. «Recuerdo muy poco, casi nada. Durante la segunda operación recuerdo que me despiertan, que hablan conmigo y me preguntaban si tenía algún dolor cuando me tocaban algún punto. Y después recuerdo que cuando desperté pensaba que era la mañana siguiente y en realidad habían pasado ya varios días», relató el americano.

«Cerca de la muerte»

«No tenía miedo ni antes ni durante el proceso, fue después de las operaciones, cuando me dijeron lo cerca que estuve de la muerte y que no sabían si volvería a hablar o a caminar; antes de la segunda operación cuando me dijeron que la presión sanguínea estaba alta, que la presión en el cerebro estaba diez veces más alta de lo que debería estar», continuó el jugador del conjunto adiestrado por Aíto García Reneses.

Su primera batalla la ganó justo cuando regresó a este mundo. «Estaba muy feliz porque no estaban seguros de qué tipo de actividad cerebral iba a tener. Así que cuando abrí los ojos, sonreí y empecé a bromear, ellos se sintieron aliviados y más esperanzados de que todo iba a salir bien».

Domingo 10 de abril

Kuric tuvo que ser operado hasta en tres ocasiones e inició la recuperación en Barcelona, aunque a las pocas semanas, ya a mediados de diciembre, hizo las maletas y regresó con su familia a Las Palmas. El proceso de recuperación fue muy lento, como cabía esperar. Trabajo en piscina, un poco de bicicleta estática, luego elíptica, carrera en el agua... Muy pocos podían imaginarse que tan sólo 159 días después de su primera operación, Kuric regresaría a las pistas, a la competición.

La última vez que lo había hecho fue el 27 de octubre, cuando el tirador anotó 18 puntos ante el Basket Brindisi, en Eurocup. Y el 10 de abril, Kuric volvió a repetir su gesto, su sello, justo tras anotar un triple: las puntas de los dedos índice y pulgar unidas como formando un círculo, y el resto de los dedos extendidos, unidos con la sien, similar a un saludo militar. Ese gesto, ese milagro mayúsculo, hizo estallar de alegría la pista del Herbalife. Por fin.

Fue un reencuentro emocionante y las sensaciones se agolparon para Kuric. Hasta en tres ocasiones repitió su gesto, mirando a su mujer y a sus gemelos en la grada, a pesar de la derrota del Herbalife ante el Valencia por 68-84. El resultado era lo de menos. Los 9 puntos del «francotirador» estadounidense, tras superar un tumor cerebral, era lo más importante. Y sus 11:54 minutos sobre la pista.

Una semana después, Kuric ya pudo saborear el triunfo, ante el CAI en Zaragoza (87-96), con 11 puntos en su casillero y 16:26 minutos. Colaboró con 5 puntos más en la victoria insular de la pasada semana ante el Andorra (98-85).

Mañana, Kyle Kuric, en nombre del baloncesto, en nombre de la vida, pisará el Martín Carpena para medirse al Unicaja (19.30 horas). La sentida ovación que recibirá en su presentación con la camiseta amarilla se convertirán en pitos una vez que arranque el partido. En el parqué no hay amigos. Ojalá que el americano destape el tarro de las esencias... pero que la victoria se quede en Málaga.