La temporada baloncestística camina por uno de sus momentos más excitantes. La Liga Endesa encara sus últimas jornadas con una igualdad por arriba, para las cuatro primeras posiciones y la entrada en play off; y por abajo, con la lucha entre Estudiantes y Obradoiro por mantener la categoría, que no veíamos desde hace años. Unicaja lucha por una sexta plaza que le podría dar un «asequible» cruce de cuartos en la liga con el Valencia. La NBA se encuentra inmersa en unas apasionantes semifinales de conferencia y estamos a poco más de una semana de la Final Four de la Euroliga. Pau y Marc Gasol, Ricky Rubio, Nikola Mirotic y Calderón se preparan para jugar los Juegos Olímpicos de Río después de una larga temporada. Y mientras esto ocurre entre aficionados y jugadores, ¿a qué se dedican los dirigentes del baloncesto europeo y mundial? A pelearse y a complicarnos la vida a todos los amantes del baloncesto.

El espectáculo que están dado estos días la FIBA y la Euroliga es, además de lamentable, muy dañino para un deporte como el nuestro. En lugar de trabajar por el bien del baloncesto parecen inmersos en una pelea en el barro para saber quién se queda con un poco más del reparto de la tarta. Un reparto que lejos de crecer es cada vez más pequeño. ¿Y por qué no crece? Porque nadie trabaja para que lo haga, sólo están al reparto de las migajas. En lugar de trabajar por ejemplo en unificar las reglas, ahora mismo la NBA, la NCAA, la Euroliga y la Liga Endesa se juegan con reglas distintas; a unificar un calendario sostenible con descanso para los jugadores o en cómo mejorar el espectáculo, por ejemplo, ampliando el campo, alejando la línea de tres puntos, sancionando con dureza las llamadas faltas tácticas… nos limitamos a amenazarnos con dejar a los mejores jugadores en casa de vacaciones y jugar los JJOO, mundiales y europeos con selecciones de segundo nivel, a abrir ventanas en mitad de la temporada para jugar partidos de selecciones clasificatorios para los grandes eventos donde no se podrá contar con los mejores jugadores, o a dejarnos un verano sin un gran evento al cambiar la periodicidad de los europeos de dos a cuatro años. ¿Realmente interesa esto a los aficionados? ¿Pagará alguien en noviembre por ver un partido de selecciones sin los jugadores NBA? ¿Qué interés tiene un España Francia sin los 18 jugadores de ambas nacionalidades que juegan en EEUU? ¿Es viable un Europeo sin España, Francia, Italia, Eslovenia, Serbia, Croacia, Lituania, Rusia…?

En pleno 2016, la época de las amenazas ha pasado. Esto ya no es un cortijo donde el señorito manda y todos los demás dicen amén. Los aficionados, los jugadores y los periodistas debemos movilizarnos para evitar que un grupo de directivos que no están a la altura de este deporte nos dejen sin nuestro baloncesto. El de verdad, el de las emociones, el que juegan los mejores, el que nos hace reír y nos hace llorar. Ya vale… pónganse de acuerdo o váyanse todos a casa y que vengan otros, pero déjennos disfrutar del BA-LON-CES-TO.