­El fiel reflejo de la temporada. Se despidió el Unicaja del curso 2015/16, una campaña que ya es historia. Un mal curso, con muy poco bueno que echarse a la boca. Y finalizó de una forma abrupta. El Unicaja-Valencia fue un símil de esta campaña que ayer, todavía en mayo, echó el cierre en Málaga. Fue un querer y no poder. Un partido con toboganes, con más malos que buenos momentos. Un encuentro realmente malo, con porcentajes de tiro horribles, pocos recursos desde el banquillo y con el equipo borrado del mapa. Con casi 30 abajo, pocos argumentos, los brazos caídos, el equipo roto y un lenguaje corporal lastimoso. Con poco orgullo y la moral rota. Con muy poco baloncesto.

Hubo partido, eso sí, hasta que los tres del silbato dejaron. Hasta ese momento de furia en el tercer cuarto, al que el Unicaja llegó con el gancho, con un exceso de ansiedad brutal y con malos porcentajes de tiro, el Unicaja estaba vivito y coleando: 29-34. Lo sostuvieron Nedovic -el de siempre en los dos últimos meses- más Carlos Suárez y Fran Vázquez. Imperiales los tres, dentro del pobre nivel de juego exhibido por el Unicaja. Y sus patéticos porcentajes de tiro.

Sin embargo, había partido. El Unicaja, con sus limitaciones, estaba dispuesto a competir. Ya lo hizo en La Fuente de San Luis, donde hubo partido hasta el bocinazo final. Y ayer, en un encuentro totalmente diferente, seguía con vida. Pero la tripleta arbitral se cargó el espectáculo. Y eso no le hace ningún bien al baloncesto.

Un «desconocido» Juan Carlos García capitaneó el desaguisado arbitral. Técnica a Joan Plaza, un doble rasero, dos formas de pitar en cada zona, falta tras falta al Unicaja y un Martín Carpena encendido. El concierto de pito desconcertó al Unicaja. Comenzando por Plaza, desquiciado en su zona técnica. El equipo se contagió y en cinco minutos se acabó el partido. Cuando Dubljevic acabó el carrusel de tiros libres -hubo otra técnica a Edwin Jackson-, el Valencia Basket ya ganaba por 16, 31-47.

Fue un escándalo colosal y el Unicaja se dejó engullir. Es muy difícil abstraerse de semejante panorama, pero el Unicaja no supo esquivarlo. No pudo. Y ahí comenzó a cavar su tumba. A partir del escándalo arbitral, Plaza volvió a apostar por jugar con pequeños dentro de la zona (Thomas y Suárez). Ademas, ordenó cerrarse a sus hombres. Y eso trajo consigo que el Valencia practicase el «tiro al plato» desde la línea de tres con un gran acierto. El francés Diot, San Emeterio y un excajista como Stefansson no tuvieron piedad con el Unicaja. Y cuando el balón no entró, el Valencia Basket hizo mucho daño en el rebote ofensivo, con segundas y hasta terceras oportunidades de ataque, aprovechando la mayor altura de Dubljevic y Hamilton. La heroica malagueña no surtió efecto. Y Lucic llegó a poner los 19 de diferencia en el electrónico: 48-67.

Y el Unicaja acabó el partido como tantas y tantas veces lo hemos visto esta temporada. Con 20 abajo, sin ideas ni soluciones productivas en ataque, los brazos a la altura de las rodillas y un lenguaje corporal impropio. Hamilton sacó a pasear sus virtudes y el Unicaja acabó roto, sin historia, con la escasa dignidad que mostró en aquellos meses malditos de enero y febrero. La de un Unicaja descompuesto, que se ha dejado hasta el carnet de identidad en muchas pistas de Europa y de la ACB. Un Unicaja que cayó a plomo, si consuelo, muerto: 59-88.

Y así puso fin a una temporada complicada, de la que cuesta sacar argumentos positivos, de la que hay poquitos recuerdos que te saquen una sonrisa, un motivo de alegría. Se va un curso malo, muy malo. Se nos ha ido la Euroliga tras 15 temporadas, ha venido bastante menos gente al Martín Carpena a ver al equipo, hubo realmente una dinámica desastrosa... No hubo Copa, no se compitió en el Top 16 y llegar a cuartos, para caer de esta forma, duele... mucho. Toca analizar y reflexionar. Para seguir mejorando. Para no repetir los errores. Hasta la temporada que viene, Carpena.