En los últimos años estamos asistiendo a una tendencia, desde mi punto de vista, muy peligrosa para nuestro baloncesto de clubs. Los de abajo no resistirían una auditoria como se aplica a los que quieren subir y se mantienen en el alambre, haciendo la goma como dirían los ciclistas, rezando para que ningún nuevo rico gane una plaza de ascenso y les obligue a bajar. Los del medio que no tienen problemas económicos están condenados a jugar por el premio de ganarse un puesto en la Euroliga del año siguiente como máximo aliciente de la temporada; y los dos grandes, los dos trasatlánticos de nuestra Liga, viven en la indefinición permanente. El despido de Xavi Pascual es el mejor ejemplo de todo.

Pascual no acaba contrato y aunque hubiera ganado la Liga no habría seguido, según desvelaron los jefes de la sección del baloncesto blaugrana, y uno no encuentra muchas razones. En nueve Ligas que ha disputado ha llegado a las nueve finales y ha ganado cuatro. En sus ocho Copas del Rey cuenta con seis finales y tres títulos. En las ocho Euroligas que ha entrenado, ha logrado cinco Final Four y ha levantado una vez el trofeo; y en ocho Supercopas, ha disputado siete finales, ganando cuatro. En resumen, de 33 grandes competiciones ha disputado 27 finales. Los números son demoledores pero a veces parece que ganar no es suficiente.

En el Real Madrid la situación es parecida. Pablo Laso ha conseguido relanzar a la sección de baloncesto del equipo blanco y en cinco años ha ganado una Euroliga, tres Ligas, cuatro Copas del Rey y tres Supercopas pero a pesar de todo su puesto siempre esta discutido. Parece que luchar hasta el último partido por todas las competiciones no es suficiente, incluso en algunos casos parece que ganar no es suficiente. Al final Pascual ha sido el despedido en el Barcelona pero uno tenía la sensación, por llamarlo así, que si una vez que el Real Madrid se había colocado 2-1 en el play off final, si el Barcelona gana la liga, el despedido es Pablo Laso. Este no es el baloncesto que todos hemos amado y disfrutado. Esto es más propio de otros deportes que no son el nuestro.

La indefinición, y a veces parece que improvisación de los grandes, hace tambalear a todos. Con Pascual despedido todos veían a Jasikevicius en el banquillo blaugrana. Nadie había reparado que con la normativa española eso es imposible. Ahora el baile comienza de nuevo y cuando un banquillo como éste está libre, cualquiera puede quedarse sin entrenador a pocas semanas de iniciar la pretemporada. Con este panorama y las limitaciones de acceso a la Euroliga, la clase media tiene muy difícil consolidarse y pensar en crecer. Por desgracia la tendencia indica que todo se igualará pero no hacia arriba sino hacia abajo y eso no es bueno. Suerte€