Estas palabras son el titulo del poema que Walt Whitman escribió en homenaje a Abraham Lincoln después de su asesinato en 1865. Un poema que protagoniza la escena final de «El club de los poetas muertos», la genial película de Peter Weir protagonizada por Robin Williams. En esa escena, Anderson, uno de los alumnos de Williams se levanta sobre su pupitre y grita la frase con vehemencia. Es la manera de protestar por el despido de su profesor y una metáfora de que aunque el profesor Keating (Robin Williams) abandone el colegio, su espíritu seguirá en él y ya nada será lo mismo.

Berni Rodriguez ha dicho adiós a las canchas esta semana pero su huella, como la del profesor Keating, seguirá en ellas.

Mucho se ha hablado estos días del jugador, del capitán del equipo y del niño que cuando llegó era el hijo de Bernardo y consiguió en su adiós que se conozca a Bernardo como el padre de Berni. Pero yo quería destacar su otra faceta, la de líder silencioso de un vestuario.

En estos tiempos de egoísmos, de protagonismos y donde tenemos que escuchar a jugadores como el futbolista Pedro decir «para hacer equipo es mejor no venir a la selección», Berni se convirtió durante muchos años en el «pegamento» de la selección española de baloncesto.

De ser el capitán y un hombre fundamental en el Unicaja a aceptar un rol secundario en la selección. Secundario en la cancha pero principal cuando se apagaban las luces de los pabellones. Muchos de los éxitos de nuestro equipo no se entenderían sin la aportación más allá del parquet de jugadores como Berni, Mumbrú, Garbajosa€

En agosto de 2006 comenzó una aventura que acabó cambiando la historia del baloncesto español para siempre. En aquel equipo de Pepu Hernández, que conquistó el campeonato del mundo, había diez jugadores que jugaban muchos minutos y dos que jugaban menos. Uno de ellos era Marc Gasol, el otro era Berni Rodríguez.

Durante la competición animaba a sus compañeros y hasta aceptaba que con esparadrapo le cambiaran el nombre en la camiseta de calentamiento, y en lugar de lucir su mítico «Berni» salía a calentar con el nombre de «Benna». Eran las bromas de un grupo que se mantenía unido más allá de los minutos de juego. Un jugador que antes de ser presentado en los partidos chocaba las manos de todos sus compañeros, el cuadro técnico y hasta la mía, que como periodista de La Sexta, tenía el privilegio de sentarme en ese banquillo campeón del mundo. Pero cuando llegó su momento estaba listo. Fue en la final.

Con Pau lesionado todos tenían que dar un paso adelante y los dos que jugaban menos lo hicieron. Lo hizo Marc Gasol y lo hizo Berni, con una defensa magistral sobre Papaloukas. Los 6 puntos y 3 rebotes que consiguió en el partido estuvieron bien, pero su gran aportación fue abortar el juego de pick & roll con el que Papaloukas y Schortsanitis había destruido a Estados Unidos.

Fue una de sus grandes actuaciones aunque no la más recordada. Es lo que ocurre a veces con los grandes jugadores, y Berni lo es, que olvidamos con facilidad aquellas aportaciones al equipo qqe no suponen récords de puntos o rebotes. Gracias Berni porque como dice el poema de Walt Whitman: «Nuestro azaroso viaje ha terminado; el barco capeó los temporales, el premio que buscábamos se ha ganado». Suerte€