El baloncesto es un deporte de precisión, de «timing», de décimas de segundo. El Unicaja llegó ayer tarde a todos sitios. No fue cuestión de segundos, sólo de décimas. Pero ese instante, en el deporte profesional, es definitivo. También es un deporte, como decíamos, de precisión. Y cualquier «tontería» te puede desequilibrar. Y en ataque tuvo unos porcentajes ridículos. Y así es complicado competir en cualquier partido de la Liga Endesa, en casa o fuera, y mucho más con la traca que lleva encima. Anotó dos puntos en los primeros seis minutos del segundo cuarto y llegó al intermedio con sólo 28, y con un 31% en tiros de dos y un 27% en triples. Para acabar con el 45% de dos y el 26 de tres... y el 63% en la personal. ¿Los motivos? La resaca del viernes...

Las emociones estuvieron a flor de piel, había mucha pasión contenida, una durísima racha de seis partidos en apenas dos semanas y una clasificación para una final europea. Ese maremágnum fue demasiado para el Unicaja. La resaca era dura, mucho... El equipo estaba para pocos trotes. Lo dicho, una horrible resaca para jugar al baloncesto. En lo mental y en lo físico. La fiesta aún duraba en la plantilla del Unicaja y el Movistar Estudiantes había estudiado perfectamente el partido. Había tenido toda una semana. Una larga preparación con las dosis de revancha de Edwin Jackson. Y un desequilibrio interior que hizo mucho daño al Unicaja.

La baja de Dejan Musli, paliada por 10.500 gargantas y el subidón de adrenalina de todo el equipo, pasó factura ayer. Sin Musli, el Unicaja está cojo. Literalmente. Omic es lo que es. Y una buena preparación de partido y Balvin lo dejaron ayer al descubierto. Así que los madrileños, poco a poco, fueron sacando sus ventajas... 11-15, 21-28, 25-37... Complicado. Lo mejor al descanso, probablemente, era el 28-37. Y tuvo Brooks un triple liberado para dejar la desventaja en seis puntos. Pero no era la mañana del Unicaja. Insisto, de dura resaca.

El primer ataque verde del tercer cuarto se saldó con dos tapones a Brooks, de Suton y Balvin, y fin de posesión. Tiró, a pesar de todo, de orgullo el Unicaja. Dejó a un lado la resaca y trató de competir. Fue más agresivo. Cerca de los aros, en las penetraciones, en los uno contra uno... Omic rebañó lo que pudo cerca del aro y entre Smith y Fogg pusieron al Unicaja de nuevo en partido: 46-48.

Se lo creyó el Unicaja. Que el trabajo estaba hecho. Que el partido estaba ya remontado. Que el Estudiantes iba a caer como fruta madura. Pero no... Al Movistar aún le quedaba carga en el móvil. Y Edwin Jackson demostró que tenía tarifa con llamadas ilimitadas. Cuando el Unicaja ya comenzó a creérselo, el francés lideró un parcial de 0-10 y de nuevo puso a su equipo en órbita: 46-58. Fue un palo muy duro. Porque el Unicaja estaba «tieso». De la forma más literal de la palabra.

El cansancio físico y psicológico del trajín de la Eurocup, de Múnich, de Krasnodar, los viajes, la celebración, la fiesta postpartido, la madrugada por el Centro de Málaga... todo eso cegaba ahora más que nunca. Y el 48-58 del final del tercer cuarto pesaba como una losa de granito.

¿Recuerdan qué les dije al comienzo? Sí, eso de que el baloncesto es un deporte de precisión, de espacios y de momentos. Pues también es un deporte de sensaciones. De momentos. Y el Unicaja, precisamente cuando peor se le había puesto el partido (50-66), con la máxima en contra, tiró de heroica. Plaza puso una zona 2-3 que, en el comienzo del ataque estudiantil, era presionante a la salida de balón. Y encontró ahí petróleo. Alberto robó balones, Nedovic penetró, Díez arañó puntos y hasta a Suárez le entró por fin un triple. El Unicaja, a base de casta, fue capaz de ponerse a sólo cuatro puntos: 64-68. Y el Carpena (ayer con sólo 6.500 personas) se lo creyó. Todos nos entusiasmamos.

Pero, justo en ese momento, apareció, otra vez, Edwin Jackson. El francés le había dado en el primer tiempo la mañana a Jamar Smith. Y ahora, en una zona, campaba a sus anchas. El ex del Unicaja se sacó un triple a más de ocho metros que enmudeció el Carpena. Un triple asesino. Un misil que impactó en lo que quedaba de moral cajista. Y el partido, en ese instante, sí que se acabó. Luego, otro ex, le puso la firma, con otro triple, de Omar Cook. Y el Movistar Estudiantes salió de Málaga, tras mate de Jackson con una dedicatoria que se pudo haber guardado, con la victoria en el bolsillo: 66-78.

El Unicaja cortó su extraordinaria racha, que le había llevado a ganar los seis partidos del mes de marzo, y perdió una ocasión de oro para meterse de lleno en la lucha por la segunda plaza de la Liga Endesa. Una lástima, porque era un momento propicio para dar un puñetazo en la clasificación e igualar al Madrid, por ejemplo. Y, sin embargo, ahora cae a la séptima plaza. Una oportunidad perdida que se veía venir.

El esfuerzo ímprobo de estas semanas pasó factura. Y Edwin Jackson acabó con las opciones al final. Toca descansar y recuperar. Una semana de un partido. Y a esperar el rival en la Eurocup.