El que parpadea, se lo pierde. Y el que agache la cabeza para lamentarse, además de llevarse un coscorrón, se vuelve a casa con la derrota. No hay tiempo, en esta Euroliga a velocidad de vértigo, más que para entrenar, revisar errores, seguir creciendo y levantarse. Porque, tras una dura caída como la que sufrió el equipo malagueño el jueves ante el Brose Bamberg, lo único permitido aquí es levantarte. De golpe, a poder ser. No dar pábulo a las habladurías ni a las «minicrisis». Importa mejorar y ganar. Y, tan sólo 48 horas después del traspié contra el cuadro alemán, el Unicaja. El escenario del último gran éxito. Donde levantó (con el equipo taronja ya en los vestuarios), un trofeo, un título, once años después.

La verdad por delante. Lo del Brose fue inesperado, complicado de asimilar. En esta Euroliga no puedes patinar en casa ante un rival tan directo. El traspié del jueves ha dolido mucho en el seno del equipo. Era uno de esos partidos que había que ganar sí o sí, para tratar de alimentar el sueño de luchar por estar en el Top 8 de la máxima competición continental. En la búsqueda por encontrar ocho equipos peores, el Unicaja no puede permitirse fallar en casa. Y, mucho menos, ante un rival que, a priori, debe estar por debajo en esta lucha por acabar entre los ocho mejores de Europa.

No estuvo fino ni brillante el Unicaja, más allá de las individualidades de Nemanja Nedovic. El cuadro malagueño dio muestras de debilidad en defensa y de alarmantes falta de ideas en ataque. Mala circulación, ausencia de bolas dentro y demasiados tiros sin gestar antes la posesión. La ansiedad hizo el resto. Los tiros libres fueron una condena para el equipo malagueño. Imposible ser fiable si desde la personal metes un paupérrimo 18 de 28 (64,3%). Y si, además, desde el triple te quedas en 6 de 23 (26,1%). Apaga y vámonos... El Unicaja cayó y se queda con 1-2 en la Euroliga, y las lógicas malas sensaciones que transmiten una mala racha de resultados, tras las derrotas consecutivas ante Olympiacos, Real Madrid y Brose Baskets. Pero lo dicho. Aquí no hay tiempo de lamentaciones.

Y por eso, el Unicaja volvió ayer por la tarde a los entrenamientos en el Martín Carpena. El equipo se trasladó por la noche al Aeropuerto, cenó allí y viajó a las 23.00 horas en un vuelo directo a Valencia. Espera en la Fuente de San Luis el Valencia Basket, el rival al que el Unicaja derrotó para ganar la Eurocup en ese mismo escenario un imborrable 5 de abril de 2017.

Joan Plaza se encontró ayer con dos muy malas noticias. Nemanja Nedovic no pudo acabar el choque por un golpe en la cara y otro impacto en la rodilla y una sobrecarga en la articulación le dejaron anoche en Málaga. Y tampoco se montó en el avión el pívot americano James Augustine. El hombre alto más en forma del equipo atraviesa un proceso febril y se ha quedado en casa. Los dos, salvo contratiempo inesperado, sí que podrán jugar el domingo en el Carpena contra el Estudiantes.

Los canteranos Morayo Soluade y Viny Okouo, que se quedaron fuera del partido ante el Brose, son los que ocuparán estas dos plazas. Se trata de dos ausencias muy sensibles para Plaza, porque ambos son jugadores de referencia para el equipo malagueño. Aunque también el rival está «cargado».

El Valencia de Txus Vidorreta ya derrotó al Unicaja en la semifinal de la Supercopa de Las Palmas. Los taronja barrieron al Baskonia y empujaron a Pablo Prigioni a presentar su dimisión. Y lo hicieron con un equipo plagado de bajas. Muchos minutos repartidos entre los mismos jugadores. No hay que olvidar que el Valencia está jugando con cuatro ausencias, cuatro jugadores lesionados: Diot, San Emeterio, Sastre y Latavious Williams. Y ojo, porque Dubljevic está jugando con una máscara porque tiene la nariz rota y Erick Green, su principal bastión anotador, se dislocó un dedo en Vitoria y se lo volvieron a colocar. Rendijas por las que el Unicaja debe tratar de colarse para hacerse más fuerte.