Hundido, desmoralizado, sin haber competido ni luchado por tu equipo, por tu escudo, por tu afición, por tu profesión, y con el cuerpo magullado por los golpes recibidos. Uno tras otro. Canasta tras canasta. Hasta hacer el ridículo y dar vergüenza ajena. El Unicaja firmó anoche en Valencia una de las páginas más tristes y bochornosas de su historia en la Euroliga. En la competición de campeones, en el firmamento del baloncesto, el equipo de Joan Plaza cosechó la segunda derrota más abultada de su historia en el torneo. El Unicaja practicó, en muchos momentos, un deporte diferente al que jugó el Valencia. Y sí, dio pena. Mucha pena. Y cuando esto sucede en el deporte profesional corres un riesgo muy serio. Que te tomen por el pito del sereno. Que te ninguneen. Que nadie te tome en cuenta. Hasta que demuestres lo contrario. En la pista, dentro del parqué. No en el vestuario ni en Twitter ni en sala de prensa. En el mismo escenario del crimen.

Al Unicaja le faltó anoche baloncesto y amor propio en La Fuente de San Luis, en el lugar donde Carlos Suárez levantó a la luna de Valencia, con el conjunto taronja agazapado y escondido ya en su vestuario, la Eurocup. El título que escondió bajo la alfombra del éxito, tras 13 años sin llevar un trofeo a la nueva vitrina de Los Guindos, una temporada que iba mal enfocada y que levantó muchos egos. Fiesta y alegría para volver a la Euroliga.

Y aquí o compites o te barren. O te esfuerzas o te ridiculizan. O juegas al baloncesto o te quedas en pelota picada. Y el Unicaja demostró ayer en Valencia una falta de carácter, de espíritu de superación y de baloncesto grupal que asusta, que da mucho miedo. Estoy convencido de que este equipo no es tan malo como ayer se empeñó en demostrar, para gozo de la afición local. Que tiene mucho margen de mejora. Pero la Euroliga no espera a nadie. El 1-3 pesa ya como una losa y si no espabilamos pronto, el regalo de la Euroliga puede transformarse en una cruz que nos hunda en el fango y nos arrastre sin remisión.

En Valencia, simplemente, el equipo no compitió. Y fue un desastre. Caótico. Quien más y quien menos sabía que jugar en la Fonteta ante este Valencia suponía un tremendo riesgo. El cuadro taronja ha llegado muy fino a este arranque de curso. Ya lo demostró en la Supercopa. Y, tras ganar en Vitoria el miércoles y levantar mucho antes el título de la ACB ante el Real Madrid, poco importaban el cambio en el banquillo ni las muchas bajas que acumulaba. Hasta cuatro: Diot, Sastre, San Emeterio y Williams. Una columna vertebral. Pero lo visto anoche en Valencia, del primer al último minuto, fue un espectáculo dantesco, lamentable e hiriente.

El Unicaja acabó con 34 patéticos puntos de valoración. Ni a uno por minuto. Descorazonador... Los de Joan Plaza no metieron ni un solo tiro libre. Claro, que sólo lanzaron dos. ¡¡¡Dos!!! Ni verticalidad ni intensidad ni penetraciones ni nada de nada. 53 puntos al final... Qué pena lo del Unicaja, de verdad...

El cuadro que dirige Joan Plaza se dejó ir, se abrazó a la mediocridad, olvidó sus valores y sus principios, y se dio un batacazo monumental. Un escarnio público. Es, de hecho, la segunda derrota más amplia en su historia en un partido de Euroliga. Es, en realidad, una vergüenza, sólo superada por la vivida hace ya muchos años en Badalona (105-52). Su primera parte fue lamentable. Y, cuando tras el descanso quiso apretar atrás, se dio cuenta de que el Valencia no iba a permitirle concesiones. A los de naranja hay que respetarles y tratar de hincarles el diente desde el minuto uno. Qué digo... Desde que salen de los vestuarios. De lo contrario te machacan y te trituran. Te las meten de todos los colores. Y con lo que les sobra, te hacen un traje que te hace sentir ridículo y trasnochado.

Mucho camino todavía...

La temporada sólo ha hecho comenzar, pero este equipo necesita, de forma urgente, soluciones y un patrón, en ataque y defensa. Ha sido un coladero en Madrid y Valencia. Y no juega absolutamente a nada en ataque. El «Nedovicsistema» se quedó ayer en El Higuerón y la solidez de Augustine también estuvo de baja, por gripe. Así que el Unicaja no funcionó. Por muchos motivos. Uno de ellos es porque, ahora mismo, el equipo no sabe si seguir jugando como el año pasado (unos contra unos de «Nedo», Jamar o Fogg) o buscar dentro a sus pívots (el eterno problema de Plaza y los siete pies), que para eso se ha gastado un millón de euros en fichar a Shermadini o tirar por la calle de enmedio. Y claro, sin base, todo se hace más difícil. McCallum sólo es feliz a la carrera, pero es caótico en estático y todo este cambio le está viniendo grande. Y Alberto no está. Llegará, pero aún no está.

Así que el equipo, sin saber qué hacer en ataque, se descose en defensa. Bajó los brazos en Valencia y le llovieron piedras y canastas. No competir debe estar prohibido en el diccionario del Unicaja. Joan Plaza tiene tiempo aún para remediar todo esto. Llevamos sólo un mes de competición. Y el equipo está en vías de hacer muchas cosas, pero aún no sabe hacer nada. El tema es que ayer ni lo intentó. Y eso es intolerable. Vergonzoso.

El caso es que mañana hay partido. Viene a Málaga el Estudiantes. El Unicaja suma ya cuatro derrotas seguidas, que son muchas. Y no tiene pinta de poder resolver sus problemas en un plazo corto. Es lo que hay. Así que toca apretar y ganar sí o sí. No queda otra.