Perder nunca es gratificante a estos niveles, con máxima exigencia, en plena racha tras cuatro derrotas consecutivas y con sonido de cuchillos largos en el horizonte. Hay poco de reconfortante en la derrota, un aprendizaje menos excitante que en el triunfo. E, insisto, más aún en este mal momento verde. Claro que hay tropiezos, caídas, costalazos, talegazos y hasta batacazos. Toda una amalgama que el Unicaja ha descubierto ya esta temporada, con apenas dos meses de vida. El UnicajaMuchísimo bueno y una derrota. Perder así duele menos. El equipo supo jugarle al poderoso y sempiterno campeón ruso. El Unicaja jugó a su mejor nivel. Firmó, quizá, el mejor partido de la temporada. Pero no le dio para ganar al CSKA. Si buscan autocomplacencia en esta crónica no la van a encontrar. Tampoco latigazos ni groserías. Eso queda para otros días...

No estoy en el pellejo de cada jugador del Unicaja. Pero estoy plenamente convencido de que anoche, más allá de que las pesadillas en forma de jugadores rivales acudieran a visitarles, todos durmieron a pierna ancha. Con el convencimiento del deber cumplido. Con la satisfacción de haberte dejado el pellejo. Anoche sí... Y cuando eso sucede, no queda otra que darle la mano a «Chacho» Rodríguez, a Nando de Colo, a Kyle Hines, a Hunter, a Higgins, a Vorontsevich... Son tantos y son tan buenos... ¡¡¡Así cualquiera, Itoudis!!!

El CSKA tuvo más gasolina. Tuvo más recursos. Ellos son muy buenos. Buenísimos, qué digo. Y el Unicaja lo intentó de todas las maneras posibles. ¿Pudo hacer más? Seguro que sí. Pero cuando tuvo el partido para darle matarile al CSKA, fue sancionado con un par de faltas en ataque de esas sonrojantes, deliberadas y que miran cuál es el escudo antes de pitarse. Y así fue todo un poquito más difícil. Porque el Unicaja hizo lo más difícil. Ponerse por encima en el marcador y llegar a ponerse con hasta seis puntos arriba: 63-57. Fue uno de esos momentos que quedan grabados en la temporada. Con el Martín Carpena a todo gas y una presión brutal en el ambiente.

Pero eso no fue óbice para que el trío arbitral hiciera de las suyas. Lo de la posesión que se acaba, en la que la mesa se equivoca y pita fuera de tiempo, y el Unicaja anota de tres y en vez de darle 14 segundos se quedan en 9... Curioso, por lo menos. Otras dos faltas en ataque resultaron letales, cuando más apretaba el equipo malagueño. Así que el Unicaja tuvo que tirar de heroica. Y sin Nedovic, que estuvo pero no estuvo, fue McCallum el que se echó a galopar. El americano es un jugador de espacios. De correr, de jugar a su aire. El cinco contra cinco le nubla, le obstruye. A campo abierto, McCallum es una amenaza al máximo nivel de Euroliga. En espacios reducidos, cuando tiene que pensar demasiado, sobre defensas en estático, McCallum llega a ser un «enemigo». Tengamos paciencia.

Sus dos más uno pusieron al Unicaja con seis arriba, cuando llegó a perder con sonrojo, ante un CSKA acertadísimo. En el último cuarto, al Unicaja le aguantaron las fuerzas hasta el 72-70. Sin «Nedo», los puntos llegaban casi exclusivamente de Carlos Suárez. Menudo partidazo se marcó el americano. En defensa, ataque, estático, transición... fue una bestia. Milosavljevic trató de tirar del carro, cuando se acabaron las fuerzas y las ideas. Y con ese 72-70 llegaron triples consecutivos de «Chacho» Rodríguez, Will Clyburn y Nando de Colo. Mucha tela. Con 74-79 sólo Waczynski, que fue el tercer jugador en discordia del equipo malagueño, muy acertado y valiente. Hasta el final, cuando también se le bajaron las persianas, como al resto de sus compañeros.

El parcial del CSKA sentenció el partido: de 72-70 a 74-81. El Carpena entendió que el pescao estaba vendido. Que el «green friday» del Unicaja había durado 36 minutos. Y, satisfecho con el esfuerzo de sus hombres, el Palacio se marchó a casa. O a ver las luces. O a celebrar que era viernes y que esto es Málaga. Y a olvidar, eso sí, que el Unicaja ha perdido cinco partidos seguidos. Que es mucho.