Final de la década de los 80. Dos acontecimientos históricos, en los que estaba implicada la extinta Unión Soviética, significaron un antes y un después para la sociedad moderna occidental. Dos líderes y personalidades sin parangón protagonizaron ambos hitos, uno en el ámbito de la política (Gorbachov) y otro en el baloncesto (Gomelsky).

La Perestroika, movimiento reformista liderado por Mijail Gorbachov, tuvo como momento más icónico la caída del Muro de Berlín y las posteriores y drásticas transformaciones en muchos de los países integrados en el Pacto de Varsovia. Por otro lado, la victoria de la URSS en la final olímpica de Seúl 88 desencadenó el cambio más importante en el baloncesto en décadas. Gomelsky, experto estratega al que se le conocía como el "zorro plateado", tejió la táctica perfecta con el fin de derrotar a una selección USA. Esa dura derrota provocó que la FIBA aceptara la posibilidad de contar con las estrellas profesionales de la NBA en los Juegos Olímpicos, dando como resultado que en Barcelona 92 tuviéramos el placer de ver jugar al incomparable e irrepetible "Dream Team".

Al mismo tiempo, en el verano de 1988 en Tenerife había un plan para situar al club "Tenerife Amigos del Baloncesto" en la primera línea del baloncesto español. Una vez conseguido el ascenso desde 1ª División B, Amid Achi, empresario canario de origen sirio, decidió realizar una fuerte inversión con el objetivo de contar un proyecto ganador. El ambicioso propietario del "Grupo Nº 1", con una trayectoria comparable con Amancio Ortega, tenía en mente contar con los mejores y pensó en Gomelsky como el entrenador más capaz para dirigir su equipo. Tras superar con éxito unas negociaciones leoninas con Sovietsport, organismo responsable de los deportes en la URSS, Achi consiguió hacerse con los servicios del laureado Alexander Gomelsky.

La imagen del aterrizaje de Gomelsky con su medalla de oro al cuello en el aeropuerto de Tenerife ofrecía un plus de calidad al proyecto chicharrero. Se puso al mando de una plantilla con mimbres de calidad (una buena columna nacional liderada por Beirán y Arturo Seara) pero varios errores lastraron la evolución del equipo. Todo empezó con una pretemporada inusual, ya que las obligaciones de Gomelsky como seleccionador olímpico dejaban toda la responsabilidad de la preparación en los jóvenes técnicos Trifón Poch y Alejandro Martínez; e igualmente influyó una pésima política de fichajes con los americanos, ya que hasta diez jugadores diferentes llegaron a hacer pareja con Lemone Lampley.

Todas las crónicas de la época reflejan que la estancia del Coronel Gomelsky al mando del Tenerife Nº 1 no fue una etapa sencilla. Tras desplegar su dominio dirigiendo al ASK Riga, el CSKA Moscú o la selección soviética, su tradicional estilo chocó con unos resultados que no fueron los esperados para el ambicioso proyecto isleño. El choque entre culturas y de modo de entender el baloncesto, supusieron constantes trabas en la temporada del "zorro plateado". Según cuentan, no era un entrenador maniático, pero el desconocimiento del idioma, su fuerte carácter y los malos resultados no contribuían a seguir creciendo.

En Málaga tuvimos la oportunidad de ver a Gomelsky dirigir al Tenerife Nº 1 desde el banquillo visitante de Ciudad Jardín, pero tampoco se pudo llevar la victoria. Fiel a su estilo, Mario Pesquera no movió el banquillo durante los 40 minutos y el quinteto mágico cajista fue insuperable para los tinerfeños por un inapelable 105-96. La evolución de la temporada fue desencadenando en nerviosismo y próximos a entrar en el playoff de descenso, la directiva tomó la dura decisión de rescindir el contrato de su más importante apuesta.

Su etapa tinerfeña no se puede catalogar como exitosa, pero Gomelsky sí recibió los honores y reconocimientos acordes a su talento y calidad como entrenador. Prueba de ello es que la cancha del CSKA lleva su nombre, del mismo modo que el título al mejor entrenador de Europa. El "Zorro plateado" está en el Salón de la Fama de la FIBA, fue elegido mejor entrenador ruso del siglo XX y ha sido el único técnico ruso en conseguir estar en el Salón de la Fama de Springfield, cuna del baloncesto moderno.