Hoy, hace justo un año, en Valencia, el Unicaja escribió una de las páginas más bonitas del baloncesto al levantar al cielo el título de la Eurocup. Una competición que tenía perdida en el último cuarto y que remontó para felicidad plena y absoluta de toda la familia verde. Fue un pequeño milagro. No se puede explicar de otra forma. Aquel 5 de abril de 2017, los dioses del baloncesto sonrieron al Unicaja. Y Málaga entera entró en éxtasis. Su representación en Valencia saltó, brincó y lo festejó como hacía 11 años que no lo hacía, tantos como años de sequía.

La Opinión ha repasado durante los últimos días esta histórica gesta, tanto en el periódico como en la web. Hoy les toca a los técnicos. Conocer sus sentimientos, cómo vivieron el título, qué sintieron. El «jefe», Joan Plaza, dejó una estampa para la historia, en esa fotografía de Mariano Pozo que le inmortalizó, ya a solas, tras la batalla, solo en el vestuario. «He tenido la suerte de vivir otras finales, pero lo del año pasado, pasando eliminatorias con factores pista en contra, toda la épica que supuso... Me parece que el destino nos tenía preparada esa sorpresa. Se han ganado cosas mayores, pero no con esta épica. La afición estaba muy entregada. La recepción en el Aeropuerto... He ganado esta Eurocup y he jugado finales, pero la alegría de toda esa gente... Jugadores, directiva, público, periodistas, gente llorando... Compensó muchos años de travesía por el desierto sin títulos. El club como el Unicaja puede competir por la Copa o la Supercopa, incluso por la liga a largo plazo, pero ahí se juntaron muchos factores. Se juntaron muchos factores y se unió una coherencia en los últimos años de una línea de trabajo», explicó Plaza.

En el banquillo estaba sentado Antonio Herrera. El entrenador ya es un malagueño más. Herrera se recicló en su día y renunció a dirigir grupos y ser el «jefe» del banquillo para evolucionar, como técnico ayudante en el Unicaja. Aquí ha progresado y ha enriquecido sus conocimientos. Aquella noche de hace un año vivió su «mayor alegría deportiva». «Me quedo con el cambio que dio el equipo en un momento determinado en el partido. Las sensaciones que vivimos en el banquillo para remontar y ganar la final. Y a partir de ahí, felicidad. Para mí, personalmente, ha sido el momento más feliz de mi carrera profesional. Poder compartirlo con mis compañeros, con las familias, con los aficionados, con la prensa€ fue algo mágico. Recuerdo eso, estar en la pista, abrazarnos, momentos muy alegres», explica.

Ángel Sánchez Cañete lleva toda la vida en el club. Él ya vivió los anteriores éxitos de la entidad. Y esta Eurocup ya la lleva adherida a su memoria, aunque sólo sea a trozos. «Tengo dos grandes recuerdos. Durante el partido, en el momento más crítico. De estar apoyando y animando a los jugadores para que no abandonasen. Y después, prácticamente, se me fue la cabeza. Tengo una especie de agujero, porque de la remontada no me acordaba de nada. Tuve que volver a ver el partido para recordarlo. Mi siguiente recuerdo ya es sólo del último minuto. Y de repente ya estábamos a punto de ganar», dice.

«Y luego me quedo con la celebración en la cancha. Porque al ganar todo fue un caos. Al ganar estábamos contentos por ganar el partido, pero nadie pensábamos que hubiese un MVP, una entrega de trofeos. Y estábamos como en una nube, abrazándonos, y coincidió que yo estaba abrazando a Alberto en ese momento y justo escuchamos que le dieron a él el MVP. Y después de la entrega, con nuestras familias, con la afición en la pista, todo eso fue muy bonito. Son recuerdos de mucha felicidad», explica Cañete.

Boniface Ndong se quedó asombrado por «el recibimiento en el Aeropuerto». «El partido estaba perdido. Pero los jugadores creyeron y lucharon. Fue un momento tremendo. Cuando descalificaron a Omic el partido cambió a nuestro favor y fue una sorpresa muy grande. La llegada al Aeropuerto fue otra sorpresa. No lo esperaba, no pensé que habría tanta gente. Todo fue increíble, al día siguiente, la recepción de la ciudad...», recalca.

El delegado, Javi Salvo, protagonizó una curiosa anécdota. «El momento que se me quedó grabado fue el tapón de Brooks, que ratificó que habíamos ganado la final. Porque todos pensábamos que podía llegar su reacción, pero con ese tapón se acabó. Aunque hay una foto que se me ve, justo en el momento del tapón, apuntando en la estadística, mientras el resto del banquillo estaba saltando, y la gente me decía al ver la foto que era el «delegado de hielo». Eso lo tengo grabado».