No hubo milagro en el primer partido de la serie de cuartos de final entre el Baskonia y el Unicaja. La verdad es que creer ayer en que el Unicaja podía asaltar el Buesa Arena y colocarse 0-1 en este cruce de cuartos de final era más una profesión de fe que cualquier otra cosa. Ni la imagen reciente ni las sensaciones de los partidos previos ni el escenario (poco propicio habitualmente) ni el poderío del rival en su pista invitaban a ningún optimismo. Y así fue. Victoria contundente de los vascos, quizás con un irreal +17, pero 1-0 al fin y al cabo, que deja a los de Joan Plaza a las puertas de su adiós liguero a las primeras de cambio y por la puerta de atrás. Es lo que hay. La triste y cruda realidad de este Unicaja a 28 de mayo de 2018.

El play off siempre exige un poco más. No puedes ir con dudas. Este primer cruce al mejor de tres partidos es, además, un duelo exprés en el que no hay margen para nada. O estás en modo «on» desde el minuto uno o te vas a la calle. Ganar ayer en Vitoria exigía ver una versión del Unicaja poderosa. Había que estar bien atrás, dominar el rebote, cometer los menos fallos posibles en ataque y tener acierto en el tiro. Era la única hoja de ruta posible para ganar en el Buesa Arena. Y el Unicaja no cumplió con nada de lo previsto.

Atrás permitió demasiado a su rival, sobre todo bajo el aro, con mates de todos los colores. Salió muy mal parado también de la lucha por los rebotes (35 a 25) y tampoco circuló el balón en busca de buenos tiros, perdiendo con su rival en porcentaje de acierto en tiros de 2 (61%-53%) y en los triples (46%-20%). Con esas cifras y el desequilibrio absoluto entre el juego interior y el exterior de los de Joan Plaza se explica perfectamente el 87-70 final.

Dicho todo esto, el equipo entró en el primer minuto del último cuarto con solo un punto de desventaja. Una canasta de Shermadini puso el 59-58. Pero a la hora de la verdad, cuando hay que dar el paso al frente, el Unicaja careció de carácter, se vino abajo, permitió canastas fáciles al Baskonia y un parcial de 21-6 (80-64) dejó el partido y el primer punto de la eliminatoria visto para sentencia.

Un día más, el equipo estuvo huérfano de un líder capaz de tirar del carro. Alguien con personalidad, con galones para mandar, decidir y ejecutar. Ese jugador no existe en el plantel verde. Y así es muy, muy, muy difícil. Contra el Bilbao, el Real Betis o el Obradoiro te puede valer, pero con equipos de más pedigrí, estás muerto. Y en tiempo de play off es, simplemente, «im-po-si-ble».

El equipo demostró en el Buesa Arena que la temporada se le está haciendo demasiado larga. Faltan espíritu, gasolina, ideas y flow. Sobran cansancio, mal rollo, falta de empatía en el grupo y esa imagen de equipo muerto que pide a gritos las vacaciones. Las cinco derrotas en los siete últimos partidos no tienen explicación ni perdón. La dinámica perdedora es inaguantable y lleva al precipicio al equipo, que o gana mañana en el Carpena e iguala la serie de cuartos o el miércoles estará oficialmente de postemporada.

Un Baskonia irregular

Y ¡ojo! que el Baskonia que vimos ayer tampoco es que esté para tirar cohetes. Granger está muy lejos de su mejor nivel, tras un año de lesiones y poca continuidad. Beaubois fue clave en el último cuarto con sus triples, pero después de una puesta en escena horrible en la primera parte. Janning, Voigtman o Shengelia parecen también faltos de gasolina... Ayer es verdad que Marcelinho y Timma hicieron daño con su tiro exterior, pero ni el base brasileño ni el alero letón han sido actores principales este curso en Vitoria como para ser tan decisivos en este 1-0 con el que arranca el cruce de cuartos de final.

En definitiva. Que el ultimátum está sobre la mesa. Mañana el Martín Carpena vivirá la segunda entrega de la eliminatoria a las 19:45 horas. Viendo las caras, los gestos y la actitud del equipo en la pista y en el banquillo parece casi imposible pensar en igualar el cruce y forzar el partido de desempate del jueves, que sería otra vez en la capital vasca. Son cinco partidos este curso con el Baskonia y otras tantas derrotas. No ha habido manera de meterles mano ni en Europa ni en la ACB. Pero no queda otra cosa que creer en el posible milagro. El Unicaja está al borde del abismo.