El baloncesto de cantera del máximo nivel ya tiene asumido que cuando los chicos y las chicas acaban su etapa júnior, si tienen posibilidad de conseguir una beca en Estados Unidos para seguir compaginando estudios y baloncesto, no hay manera de retener a nadie. Y es que lo que allí se ofrece es imposible igualarlo. Instalaciones, medios, apoyo para los estudios, organización. Después está aprender un idioma. Y vivir una experiencia increíble. Después de cuatro años allí se puede discutir si progresaron en baloncesto o no. De todo lo demás es imposible. Los chicos vuelven con unos estudios universitarios, un idioma y, vuelvo a insistir, una experiencia vivida inigualable.

Para los clubes y los entrenadores que trabajan con esos chicos es frustrante. En parte. Cuando trabajas con chicos con el corazón finalmente quieres lo mejor para ellos. Sin duda duele perderlos para el equipo de la próxima temporada. Pero entiendes perfectamente la decisión porque los pros, en este caso, son más que los contras si debes decidir entre quedarte en España o marcharte a una universidad americana.

Duele más cuando la decisión de los chicos y sus familias es marcharse a otro club de ACB. Es evidente que cuando tomas esta determinación es porque piensas que el chico va a mejorar las condiciones que tiene en el club en el que está. A veces ya se habla de dinero. O de trabajo para el padre. Otras veces, se considera que el club al que se va es más grande. O que, simplemente, la apuesta por el chico es mayor. En ocasiones, esta decisión implica sacar al chaval de casa. En esto sí que no estoy de acuerdo. Mi experiencia me dice que viviendo en el entorno familiar es donde se dan las mejores condiciones para que un niño pueda convertirse en jugador de baloncesto. Por supuesto unido a un trabajo serio, mucho esfuerzo, talento y suerte. No quiero decir que saliendo de casa no tienes opciones de conseguirlo. Pero creo que estando en casa las opciones aumentan.

Ahora la nueva moda es cambiar de aires pero a clubes que no tienen ni equipo ACB. Por desgracia, en Málaga hemos tenido algún ejemplo de esto. Los chicos van a clubes donde se dan unas condiciones de trabajo muy parecidas a la escuela balcánica pudiendo aumentar el número de horas de trabajo. De muy buen trabajo, dicho sea de paso. Sin duda que no se marchan para jugar allí en la ACB en el equipo senior del club. Es imposible. Pero buscan aumentar la velocidad en la formación como jugador para acabar fichando por un club de ACB.

Y esto sí es duro para el club que tanto cariño y esfuerzo puso en el proyecto de jugador. Para sus entrenadores mucho más duro. Entiendes que se marchen a Estados Unidos a estudiar a una universidad. Respetas que se marchen a otro equipo ACB porque consideran que mejoran el nivel. Pero no te entra en la cabeza que se marchen a otro club que no tiene ni equipo LEB.

¿Y qué puedes hacer para controlar esto? ¿Cómo rentabilizar las horas de trabajo y el dinero invertido para formar a esos chicos con el objetivo de convertirlos en jugadores del primer equipo? Estos cambios de club se producen en chavales españoles. Con los extranjeros reclutados no pasa. ¿Por qué?

La diferencia entre esos chicos extranjeros y los españoles es que los primeros son fichados en base a un contrato. En todos los casos, o casi todos, ya perciben algunas cantidades económicas con las que cubren sus gastos menores. Estos contratos son los que impiden que estos jugadores que vienen de otros países no puedan ni plantearse cambiar de club.

Por esto me da que los clubes tenderán a hacer lo mismo con aquellos chavales nacionales que consideren que verdaderamente son una apuesta clara del futuro.

Así consigues la tranquilidad de que tus mejores jugadores nacionales no puedan plantearse cambiar de aires. Pero aumentas el riesgo por si finalmente no se consigue lograr el objetivo. Ahora bien, si nos atenemos a los últimos ejemplos en Málaga, son los malagueños los que más opciones de llegar tienen con lo que creo que el riesgo no es tan grande.