A finales del curso pasado el CB Marbella empezó un pequeño proyecto en el colegio Las Chapas. Allí hacían baloncesto como actividad extraescolar más de cien niñas, todas en edad de categorías en canasta pequeña. El hecho de ser una actividad extraescolar implicaba que entrenaban dos veces a la semana y solo 45 minutos por sesión. No participaban en ninguna competición. Sus entrenos eran entretenidos y divertidos. Sus entrenadoras tenían como objetivo ir creando en sus chicas esa pasión por el baloncesto que ellas tenían cuando eran jugadoras.

Cuando las veía jugar en la liga escolar municipal se me caían dos lagrimones. Nuestras niñas acudían a su partido para jugar y lo hacían con ganas. Se vaciaban luchando. Pero sus recursos técnicos no eran los de otros grupos puesto que ellas solo entrenaban noventa minutos a la semana.

Entonces fue cuando pensamos que debíamos intentar que esas chicas y sus familias vieran que podían hacer baloncesto de una manera más intensa, como se hace en todos los clubes en sus equipos de esa edad.

Y surgió la posibilidad de hacer un entreno extra fuera del colegio. El objetivo de este proyecto era que las niñas, y sus familias por supuesto, comprobaran qué significaba entrenar de otra forma, buscando mejorar su técnica individual. Pero que también supieran lo importante del compromiso que todos adquirimos (entrenador, niñas y padres) cuando formas parte de un equipo.

La experiencia ha derivado en que este año tenemos un equipo federado de categoría preminibasket en el colegio, el primer equipo de baloncesto del colegio Las Chapas. Soñamos con que sea el primero de muchos. La responsabilidad de dirigir a ese equipo me ha tocado a mí. Tenía ganas de afrontar el reto porque las niñas que hicieron aquellos entrenos extra me robaron el corazón. Pero también porque hacía muchos años que no entrenaba a un equipo con esa edad y, además, nunca había dirigido un equipo femenino.

Ahora que tengo 45 palos y que llevo toda la vida entrenando, creo que el baloncesto no es un problema con el equipo. Mucho más con un grupo de niñas para las que todo es nuevo puesto que acaban de empezar.

No hacer filas, entrenar todo el tiempo cada una con un balón, perseguir que hagan en cada sesión el mayor número de botes y culminaciones posible, aprender a jugar y colocarse en la cancha con alguna mínima norma muy básica, conocer las reglas... Y repetir, repetir y repetir. «¡Muuuuy bien!». Es lo que más repito en cada entrenamiento cada vez que mis niñas realizan alguna acción, esté bien hecha o no tanto, que en este segundo caso el «muy bien»' viene siempre acompañado por un 'pero intenta hacerlo así mejor...'

En estos 40 días que llevamos juntos, me sorprendo la ilusión que transmiten mis niñas cuando las miro a los ojos al verlas antes de cada entreno. Esto hace que esta experiencia nueva para mí complique el reto. Sin duda que el reto no es enseñarles baloncesto, creo que eso podré conseguirlo con paciencia. El reto es transmitir cuando ellas me miran a los ojos la misma ilusión que ellas me transmiten a mí. Y que no pierdan esa ilusión cuando se cansen de que el pesado de su entrenador no pare de insistir en que repitan el mismo gesto técnico. O cuando venga algún mal resultado en la competición, que seguro que vendrá porque nos enfrentaremos con equipos que nos lleven tres años de adelanto.

Con ellas trabajo con la misma seriedad que con mi equipo senior porque no puedo defraudarlas. Quiero que ellas vean que mi ilusión no decae en toda la temporada, sino todo lo contrario, será mayor en cuanto veamos su progresión. Por ahora no tengo otra cosa que darles las gracias a mis once chicas, porque esa ilusión que me transmiten me llena. Esa ilusión consigue que vaya a entrenar a mi equipo de liga EBA teniéndolas presentes. Gracias a ese recuerdo persigo sacar lo mejor de mis jugadores para afrontar cada partido los sábados por la tarde. Pero lo mejor es que la ilusión con la que mis niñas han llenado mi corazón hace que no se me olvide que tengo que vivir la vida disfrutando a tope de cada minuto, disfrutar de Ana, de mi perro Gabo, de mi familia, de mis amigos y de mis dos equipos de baloncesto.

Gracias, chicas. Nos vemos mañana en el cole.