Vaya imagen más lamentable de un partido histórico. Una final de la Copa Libertadores, la Champions del fútbol sudamericano, donde se enfrentan los dos clubes más famosos de Argentina. Lo que quedará en el recuerdo de este partido es el vergonzoso pollo que se montó en las cercanías del Monumental, estadio del River Plate, en el que se apedreó el autobús del equipo visitante, el Boca Juniors. Jugadores heridos teniendo que acudir al hospital, una señora pegando bengalas con cinta adhesiva al cuerpo de un niño, setenta mil personas dentro del estadio esperando ocho horas hasta que se decidió suspender el partido... ¡Vaya decepción!

Una vez suspendido el partido, una corriente importante de personas ha pensado que lo mejor era dejar desierto el título. Pues es razonable. Algo hay que hacer. Y esta es una medida ejemplar, aunque no sé si totalmente justa porque, como siempre en estos casos, pagan justos por pecadores. Es evidente que la gran mayoría de esos setenta mil aficionados que llenaban las gradas no son «barras bravas», así se llaman los grupos radicales en Argentina, que todos señalan como responsables del espectáculo penoso que se vivió. Pero algo hay que hacer, supongo.

Para eso están los dirigentes, ¿no? Para decidir qué hacer. Pues se reúnen los que mandan en el fútbol argentino, con los que mandan en el fútbol sudamericano y piden ayuda a los que mandan en el fútbol mundial y, ya de paso, se unen a la reunión los que mandan en el fútbol europeo. Hemos oído que el partido se celebraría pero que sería en Uruguay. Después que allí no, que mejor en Doha. ¿Un poquito lejos? Sí, pero es que allí hay mucho dinero. Pues bien, el jueves al final deciden que el partido se juega en Madrid. Sinceramente a mí me da un poco igual porque, se juegue donde se juegue, lo veré por la televisión. Pero es una buena noticia para España que se piense que un evento así que necesita una organización y seguridad especial se pueda organizar en nuestro país. Además tendrá una impacto económico para Madrid.

Pero cuando oyes que habrá solo cinco mil entradas para cada club cuando para protocolo se reservan seis mil, cuando dicen que se pondrán a la venta en taquilla cuarenta mil entradas para aficionados que justifiquen con su pasaporte que son nacidos en Argentina, cuando deciden que la entrada más barata costará setenta euros... te das cuenta que esto es un negocio y que lo único que se persigue es ganar dinero.

¿Quién ha pensado en los aficionados de Boca y River que ya tenían entrada para ver ese partido en el Monumental? Ahora el partido se jugará en otro continente a no sé cuántas horas de viaje de avión. Pero es que si puedes permitirte ese viaje, la entrada que tienes no vale para el nuevo partido. Como tantas y tantas veces no se piensa en todas esas personas que viven los partidos del equipo de su vida de una manera especial. Para ellos este partido era el partido de su vida posiblemente. Si deciden quitarles el partido por lo que pasó como una medida para erradicar actos de la magnitud que se vivieron aquel día, lo mismo puedes comprenderlo. Pero aquí se llevan el partido a 10.0000 kilómetros porque a los señores que deben tomar decisiones les toca un pie las aficiones.

Y también les toca un pie los clubes implicados. Y es que, después de decidir el jueves que el partido se disputará en Madrid, el viernes salen los presidentes de Boca y River declarando que no están de acuerdo con dicha decisión. Boca alega que el título debe ser para ellos sin disputarse el partido puesto que hace unos años pasó algo parecido en su estadio y en la misma competición y fueron eliminados por ello. Pues tienen razón. Y los de River defienden que el partido debe jugarse en su estadio con normalidad puesto que los lamentables actos sucedieron fuera de su estadio y ahí es la policía de Buenos Aires la responsable de la seguridad. Bueno, pues también es razonable.

La cuestión es que aquí hay tres verdades: algo hay que hacer para evitar que esto no se repita, los que mandan solo piensan en el negocio y nadie cuenta con los aficionados. Ni con los jugadores, a los que seguro que nadie preguntó si quieren jugar este partido después del miedo que pasaron aquel dichoso día.