Como buen genio, Navarro desarrolló un estilo de baloncesto que convirtió en norma lo excepcional, destacando el descaro y el talento por encima de su físico. Tras muchas temporadas exitosas, la aparición de molestias y pequeñas lesiones en las últimas temporadas provocaron una merma nunca vista en su rendimiento en la pista. Cuando más dudas existían alrededor de la continuidad de Navarro, el Barça le ofreció un contrato vitalicio en el verano de 2017 dándole la opción de decidir cuándo y cómo poner el broche final a su brillante carrera. Pero al cabo de un año, «donde dije digo, digo Diego» y las buenas intenciones del club culé se disipan, tomando la sorpresiva decisión de no contar con sus servicios como jugador de la primera plantilla, invitándolo así a incorporarse a la estructura organizativa del conjunto catalán.

Es difícil comprender como un jugador con un palmarés inigualable, líder en el Barça y en la selección y cuyo lanzamiento más característico, la «Bomba», forma parte de la memoria colectiva de los aficionados al baloncesto, aún no ha disfrutado de un homenaje acorde a su figura por parte de una entidad que presume de ser «más que un club». Hartos de importar cualquier novedad que se pone en marcha en la NBA, cierto es que por desgracia nos encontramos a años luz de la cultura deportiva americana en la que se profesa un respeto reverencial a sus jugadores más relevantes. Cuando por fin iba a ser reconocido por su club y la afición blaugrana, el triste fallecimiento de su padre, pospuso la retirada del dorsal «11» en el techo del Palau prevista para el partido contra su eterno rival, el Real Madrid.

Navarro ejemplifica como nadie la figura de «bestia negra» para la afición cajista y sirva esta columna como humilde homenaje a nuestro rival más enconado. El jugador que más partidos ha disputado y más puntos anotó contra Unicaja ejerció el rol de perfecto verdugo en muchos duelos. Siempre fue recibido con la hostilidad merecida por un enemigo de tal calibre. Sus bombas y triples nos desquiciaron, le gritábamos por sus dotes teatrales y por las eternas charlas que mantenía con el trío arbitral. Nunca se nos podrá olvidar, ni siquiera a mis hijos, aquel dichoso triple (tras acampar en la zona) que nos impidió acceder a la final de la ACB en 2015.

Situémonos en septiembre de 1999. No había mejor rival posible que el Barça para celebrar la deseada inauguración del flamante Palacio de los Deportes. El jovenzuelo descarado se llevó la victoria para Barcelona con una aportación que no quedó registrada en los anales de la historia; no pudo lucir su eterno 11 en la camiseta ya que lo portaba Milan Gurovic. El Barcelona seguía siendo nuestro «coco» y Navarro nuestra peor pesadilla. Unicaja acumulaba derrota tras derrota, pero el destino nos regaló dos momentos mágicos en el Carpena que permanecerán en nuestra memoria.

Abril de 2007. La primavera convertía la emoción en histeria en el Carpena. Un minuto nos separaba de alcanzar el Olimpo deportivo. El duelo entre Berni y Navarro se había convertido ya en todo un clásico. Y esta vez salió cara para los intereses del malagueño. En dos acciones inolvidables, Berni superó al catalán. En defensa impidió que Juan Carlos anotara una penetración de las que tantas había encestado y en el siguiente ataque asistió a Pepe Sánchez quien anotó el inolvidable triple que nos llevó a la Final Four de Atenas. El dulce sabor de la victoria por fin se quedaba en casa.

El segundo momento llegó en octubre. La ciudad estaba volcada ante la llegada del espectáculo de la NBA a Málaga. Navarro conseguía un nuevo hito en su carrera debutando con la camiseta de los Memphis Grizzlies. Fue un duelo atípico de pretemporada, donde el conjunto local puso toda la carne en el asador frente a un rival que tenía como entrenador a Iavaroni (antiguo pívot del Caja de Ronda) y a un rookie con 27 años que debutaba junto a su amigo Gasol. Navarro demostró rápidamente que no necesitaba rodaje para ser importante en la NBA (máximo anotador del partido con 21 puntos). Pero en un vibrante encuentro, la victoria se quedó en Málaga para deleite y disfrute de las más de 10.000 personas que vieron la derrota del conjunto americano.

Paradójicamente, en su última temporada en activo, tuvimos la suerte de conseguir una brillante racha de cuatro victorias ante el Barça. Nos despedimos de Navarro con buen sabor de boca por los resultados cosechados pero con la tristeza de ver apagarse la mecha de la «Bomba». Afortunadamente en Málaga contamos con un digno heredero en la figura de Jaime Fernández, quien reinterpreta la «bomba» en sus tiros a canasta en más de una ocasión. Navarro, enemigo eterno, poseedor de clase y talento a raudales, por siempre ejemplo e inspiración para futuras generaciones.

@OrientaGaona